YO DIGO SÍ A LA PAZ

YO DIGO SÍ A LA PAZ

viernes, 27 de mayo de 2016

LA ‘SUCURSAL’ DEL DESORDEN URBANÍSTICO

Por Germán Ayala Osorio, columna para EL PUEBLO

El desordenado crecimiento de la ciudad de Cali y de otras urbes en Colombia, pone de presente la incapacidad del Estado, en sus ámbitos local, regional y nacional, para planear y pensar las ciudades bajo criterios de calidad  de vida y sustentabilidad. Como orden político y social, el Estado colombiano deviene débil, precario y sometido a un “ethos mafioso”, fruto de una clase empresarial y dirigente mezquina, miope y desligada de las circunstancias y realidades socioculturales de comunidades mal educadas, sin oportunidades, en el contexto de una sociedad atomizada.

Nos hemos acostumbrado a ver las laderas y los ecosistemas de montaña urbanizados bajo condiciones de riesgo para los seres humanos y de un efectivo deterioro ambiental y paisajístico de dichos ecosistemas, lo que parece importarle a muy pocos ciudadanos e instituciones. De igual manera, se volvió paisaje ver gente asentándose en jarillones en condiciones indignas.

Cali es un ejemplo de ciudad desordenada y ambientalmente insostenible. Los cerros y el valioso ecosistema de los Farallones de Cali dan muestra de una ciudad que legitimó los asentamientos informales y formales, de allí que haya sido la desidia estatal la circunstancia que de tiempo atrás facilita que agentes privados, legales e ilegales, ejerzan una fuerte presión sobre ese valioso ecosistema montañoso y productor de agua, hoy afectado por la minería y la llegada incontrolada de más y más pobladores.

Cali sigue creciendo de manera desordenada, mientras que la clase empresarial y dirigente poca atención le otorga a los fenómenos de poblamiento que se dan al interior de la capital del Valle del Cauca. El Concejo y la Asamblea departamental legislan a espaldas de una realidad socio ambiental que dentro de poco se hará insostenible.

Como receptora de población en condición de desplazamiento forzado y de cientos de connacionales que buscan en ella un mejor futuro, la ciudad de Cali enfrenta desde ya problemas de abastecimiento de agua, asunto que parece importar poco a diversas autoridades, preocupadas más en posicionar a la capital del Valle del Cauca, apelando a nomenclaturas como “La Sucursal del Cielo”,  y la “Capital de la Salsa y Deportiva de América”. Nomenclaturas estas que sirven como simples etiquetas y dispositivos culturales con los que se pretende ocultar la grave situación de abastecimiento de agua que ya vive la ciudad, por la enorme presión que sobre sus siete ríos viene ejerciendo el crecimiento urbanístico desordenado.

Imagino que la solución ante una eventual e irreversible escasez de agua será tirar una red de tuberías para traer el agua, captándola de uno de los caudalosos ríos del Pacífico. Esa solución no solo generaría enormes efectos socio ambientales, sino elevados costos por el tratamiento y distribución del valioso líquido, que pagarían los habitantes de la capital del departamento del Valle del Cauca. Llegado ese momento, las inercias de poblamiento y  de crecimiento desordenado de esta urbe servirán para corroborar la torpeza de su clase dirigente y empresarial, y por supuesto, la del resto de la sociedad que parece incapaz de evaluar el daño que como seres humanos producimos.

Es tiempo de que vayamos pensando políticas públicas de control a la expansión desordenada y ambientalmente riesgosa de la ciudad, al tiempo que abrimos la discusión sobre acciones políticas que hagan pensar en el auto control de la natalidad. Y quizás, si llegase el caso, de medidas de control ejercidas por el Estado para disminuir la presión que como humanos ejercemos sobre valiosos ecosistemas naturales. Es hora de evaluar este  “proyecto humano” que en particular se posó sobre la ciudad de Cali y que pone en riesgo la vida de otras especies y degrada ecosistemas, al tiempo que consolida guetos en donde la condición humana se hace miserable, como los que se levantan en el Oriente de Cali y en las zonas de ladera.

Los procesos de poblamiento de las laderas de Cali y del Oriente, sector de Aguablanca, son muestras claras de la incapacidad de su dirigencia para construir una urbe decente, no segregadora y amigable con el medio ambiente, pero por sobre todo, digna para quienes decidieron quedarse y tratar de edificar un proyecto de vida en este territorio.


Imagen del diario EL PAÍS, tomada de internet.

No hay comentarios.: