Por Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Columna publicada en el Semanario Caja de Herramientas número 501. http://viva.org.co/cajavirtual/svc0501/articulo07.html
Columna publicada en el Semanario Caja de Herramientas número 501. http://viva.org.co/cajavirtual/svc0501/articulo07.html
Si los periodistas[1] en
Colombia quisieran hacer un ejercicio de autocrítica frente a los tratamientos periodístico-noticiosos dados a los hechos
relacionados con el devenir del conflicto armado interno, e incluso, de lo acontecido a lo largo del proceso de paz
entre el Gobierno de Santos y las Farc, muy seguramente constatarían que fueron
incapaces, durante 52 años de guerra interna, de explicarle a sus audiencias (televidentes,
lectores y oyentes), las razones y las circunstancias contextuales que
legitimaron el levantamiento armado de las guerrillas en los complejos años 60.
Medios radiales, televisivos y
escritos están en deuda con las audiencias y con la historia, por cuanto al servir
a disímiles intereses y sesgos políticos, olvidaron que su papel era confrontar
a los poderes tradicionales, al Establecimiento y a la mismísima Historia
Oficial, a la que decidieron suscribirse sin el menor asomo de crítica a esa única versión del origen del conflicto armado interno.
Que hoy haya en Colombia millones
de colombianos que aún no comprendan el porqué del conflicto armado interno, se
debe, en gran parte, a esos erróneos tratamientos periodísticos que la prensa
hizo de los hechos de guerra que cubrió durante este medio siglo de
hostilidades. Por supuesto que les cabe responsabilidad a esos ciudadanos por
tener una baja cultura política, pero también al sistema educativo imperante,
pensado más en formar personas obedientes (obreros y trabajadores) y no ciudadanos políticamente
formados para discutir asuntos públicos.
Plegados casi siempre a las
versiones interesadas de la fuente castrense, periodistas y empresas mediáticas
terminaron por reducir un complejo conflicto armado, a las caprichosas
decisiones unilaterales de “unos bandidos” que simplemente no querían que el país "progresara", mientras la clase política y empresarial corrupta, sacaba beneficios de esa "verdad" y de la propia guerra.
El listado de equívocos es largo, al igual que los seguimientos y análisis que académicos hemos realizado a ese moralizante discurso noticioso. Baste con recordar el caso del Collar Bomba[2] (asesinato de Elvia Cortés) para darse cuenta del daño que la prensa colombiana le hizo al Proceso de Paz del Caguán y a cientos de miles colombianos que aún creen a pie juntillas que las Farc fueron las responsables de ese execrable crimen. Muchos de aquellos morirán engañados de que efectivamente así fue.
El listado de equívocos es largo, al igual que los seguimientos y análisis que académicos hemos realizado a ese moralizante discurso noticioso. Baste con recordar el caso del Collar Bomba[2] (asesinato de Elvia Cortés) para darse cuenta del daño que la prensa colombiana le hizo al Proceso de Paz del Caguán y a cientos de miles colombianos que aún creen a pie juntillas que las Farc fueron las responsables de ese execrable crimen. Muchos de aquellos morirán engañados de que efectivamente así fue.
Seguramente no resulte suficiente
con ese hecho. Pues bien, recordemos que durante 8 años la gran prensa[3]
colombiana se hincó ante el poder intimidante de Uribe Vélez y de esa manera,
minimizó los "falsos positivos", la penetración paramilitar en el Estado, las
acciones criminales de las AUC[4] y por
supuesto, la enorme corrupción política que Uribe aupó desde el Ejecutivo, lo
que sin duda consolidó el Todo Vale,
que no es más que la expresión político-mediática del ethos mafioso que la sociedad colombiana acogió para sostener y
llevar a cabo todo tipo de relaciones y transacciones.
De cara a lo que se viene para el
país y para el propio periodismo con el fin del conflicto armado con las Farc,
es urgente diseñar estrategias de comunicación para tratar de “descontaminar” a
esas audiencias que por años estuvieron expuestas a las dañinos tratamientos
periodístico-noticiosos de los noticieros de televisión RCN, Caracol y CM&,
así como a los de los noticieros radiales (verdaderos magacines) como La FM (con Vicky Dávila y ahora con Hassan
Nassar) y la W, con Julio Sánchez Cristo.
Propongo, entonces, que desde el
Legislativo y desde el propio Gobierno se empiecen a diseñar esas estrategias para
contrarrestar el daño que aún hace a sus cautivas audiencias Noticias RCN,
convertido en el medio televisivo enemigo del proceso de paz entre el Gobierno
y las Farc y en caja de resonancia y rueda
de transmisión de las opiniones del desesperado expresidente Uribe.
Sugiero que así como el Congreso
dio vida a la Cátedra de Paz, se proponga al país una Cátedra de Análisis de
Medios, que obligue a colegios y universidades a seguir y analizar de manera
crítica los tratamientos periodístico-noticiosos que los medios masivos
hicieron de los hechos acaecidos en razón del conflicto armado y por supuesto,
de lo que se viene para Colombia en materia de cumplimiento de lo que finalmente se acuerde
en La Habana. De igual manera, sugiero que el Presidente Santos, en uso de sus
facultades especiales otorgadas por el Congreso para sacar adelante la firma de
la paz con las Farc, emita decretos-ley que obliguen a los canales privados a
emitir programas (documentales) que desde una perspectiva crítica, expliquen a
las audiencias qué fue lo que pasó durante estos 52 años de guerra. Eso sí, en horarios prime time.
De igual manera, es urgente poner
en marcha lo acordado en La Habana en materia de medios alternativos, que hace
parte del pre acuerdo número 2, llamado Participación Política. Para afianzar
una idea de paz ampliada, es urgente educar a las audiencias y un periodismo
alternativo no sujeto al poder económico y a los caprichos de ricos
empresarios, puede resultar definitivo para dignificar el oficio y para lograr
audiencias capaces de discutir asuntos públicos.
Hay que empezar por desmitificar
a los hombres en armas y el periodismo puede ayudar en esa urgente tarea. Como
sociedad, tenemos graves problemas con
los procesos civilizatorios, de allí que necesitemos más ciudadanos y menos
Héroes[5].
Una sociedad mediatizada como la
nuestra, que quiera consolidar y construir escenarios de paz, necesita de un
nuevo periodismo. El viejo periodismo que le sirvió a la guerra y a los
guerreristas de la extrema derecha y la extrema izquierda, debe quedar
proscrito. Debemos pensar desde ya en un Nuevo Periodismo. Un periodismo que
ayude a construir ciudadanía y que de verdad sea capaz de pulsar al Poder. Ese
Nuevo Periodismo está por nacer.
Adenda: la reacción de Claudia López ante el sesgo ideológico mostrado
por el Noticiero Noticias RCN ante la firma del acuerdo del cese al fuego
definitivo y las zonas de concentración, debería de motivar a la congresista a
proponer iniciativas comunicativas que coadyuven a restarle poder, sin que haya
censura, a los perversos y dañinos tratamientos noticiosos que de tiempo atrás
viene haciendo Noticias RCN. Aunque cada día pierde más audiencia, aún quedan
cientos de miles de colombianos que siguen creyendo en esas verdades a medias
que construye a diario ese noticiero de televisión.
Imagen tomada de mirandoelcampo.com
[1]
Muy pocos periodistas hicieron la tarea que el contexto y el oficio les exigía.
Nombro algunos, a sabiendas de que puedo incurrir en un olvido: Javier Darío
Restrepo, Ramón Jimeno y Holmann Morris.
[2]
Recomiendo a lo interesado un trabajo de seguimiento que hice a ese hecho y que
está publicado bajo el título Hechos Noticiosos, tratamientos explosivos.
[3]
Recomiendo el texto De la democracia radical al unanimismo ideológico. De igual
manera, véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2008/06/rcn-el-courrier-de-palacio.html
[4]
Léase Autodefensas Unidas de Colombia y no Álvaro Uribe Candidato.
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