YO DIGO SÍ A LA PAZ

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domingo, 24 de julio de 2016

Patria y periodismo deportivo

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Los triunfos  y las derrotas en el campo deportivo suelen ser sobredimensionadas por los periodistas deportivos, especialmente cuando éstos cubren eventos masivos como Mundiales de Fútbol (masculino, eso sí), Juegos Olímpicos y exigentes pruebas de atletismo y ciclismo, como la Vuelta a España y el recién terminado Tour de Francia.

Los cubrimientos deportivos y las lecturas sobrevinientes suelen moverse en dos extremos: de un lado, quienes adulan a los deportistas para no afectar la imagen de los deportistas, la de las marcas y la de los patrocinadores que pautan en los noticieros radiales y televisivos y las que respaldan a los competidores; y del otro, aquellos que las audiencias reconocen como críticos acérrimos de los fracasos deportivos. Esos dos extremos comparten un mismo elemento: las actuaciones de los deportistas colombianos serán evaluadas, por exigencia de las audiencias y del periodismo deportivo, desde un inconveniente sentido patriótico.

Así las cosas, los deportistas, en especial los ciclistas, llevan sobre sus hombros la doble obligación de ganar para responder ante sus equipos y patrocinadores y para darle triunfos y alegrías a una Patria ávida de Héroes y gestas deportivas, para minimizar u ocultar las angustias y las incertidumbres sociales que envuelven a las mayorías en Colombia.

Me referiré a la participación de los ciclistas colombianos en el exigente Tour de Francia, en donde con mayor visibilidad se pudo apreciar la presión que ejercieron  periodistas y audiencias sobre Nairo Quintana, corredor dos veces subcampeón de dicha competencia. Para la carrera francesa de 2016, el periodismo colombiano y las anteriores participaciones del ciclista boyacense, lo ponían como un claro candidato al título de la difícil carrera por etapas, la más importante del mundo a decir del propio periodismo.

Mientras que las etapas transcurrían, el “sueño” de tener por primera vez un campeón colombiano de esa dura prueba ciclística se desvanecía con cada demostración del británico que al final se alzó con la victoria. Y allí, sobre las dificultades vividas por el ciclista Nairo Quintana, aparecieron los periodistas. De un lado, los sempiternos aduladores, quienes al ver que el escarabajo no exhibía las fuerzas suficientes para derrotar a Froome, optaron por agradecerle, al final del Tour, la satisfacción de estar, por tercera vez, en el Podio de la exigente prueba gala. Y del otro, los críticos acérrimos, que no dejaron de calificar como un fracaso la participación de Quintana, quien después de dos años siendo subcampeón, al parecer, estaba obligado a ganar el Tour galo, sin considerar la fortaleza de los rivales a vencer, las condiciones climáticas, la calidad y fortaleza de los equipos y la del propio equipo del ciclista  boyacense, así como la aparición de problemas de salud en el menudo deportista colombiano.

Suelen los periodistas deportivos exigir a los deportistas resultados y presionar la consecución de triunfos, como si se tratara de un compromiso patriótico. Sin duda, una exageración y una forma de ocultar la incapacidad de los comunicadores de informar sobre la base de un serio análisis de los elementos técnicos, la aplicación de avances científicos, las circunstancias climáticas y por supuesto, las propias que se vivieron en esta carrera (lluvia, altas temperaturas) y aquellas asociadas al biotipo de los ciclistas nacionales.

La labor del periodismo es evaluar, con criterio y con claros conocimientos de las disciplinas en las que se participa, las actuaciones de los deportistas, dejando de lado esas anacrónicas e inconvenientes obligaciones con un país, que en muchos de los casos, poco o nulo respaldo les brindó a esos deportistas, en particular a los ciclistas, muchos de ellos formados en equipos europeos, justamente por falta de apoyo estatal o privado en Colombia.

Mal hacen los periodistas en imponer y exigir retos  a los deportistas, cuando ellos mismos desconocen las historias de vida, las vicisitudes por las que pasan para poder llegar a una justa deportiva como un Mundial, unos Olímpicos o un Tour de Francia. Y especialmente, cuando las críticas y las adulaciones solo sirven para ocultar el desconocimiento parcial o total de disciplinas como el ciclismo, el atletismo, el fútbol y el levantamiento de pesas, entre otras.

En primer lugar, Quintana, Pantano y Anacona, entre otros ciclistas, tienen obligaciones deportivas con sus equipos y patrocinadores. El ciclismo -como el fútbol y otros deportes- debe ser visto como un trabajo, sujeto a la consecución de triunfos deportivos representados en dinero y en reconocimiento. En segundo lugar, tienen obligaciones familiares, muchos de ellos, pesadas cargas con familias que mantener. Por ello, en tercer o en un último lugar, debe ponerse eso que los periodistas llaman Patria y que no es más que una anacrónica exigencia que solo sirve para minimizar, en la mayoría de los casos de ciclistas y futbolistas, la pobreza de criterio, la falta de apoyo y la inoperancia de la dirigencia deportiva nacional.


Se equivocan los periodistas deportivos al tratar de convertir en Héroes a los deportistas colombianos. Sus triunfos y derrotas hacen parte de las posibilidades y de las condiciones dadas para cada juego. Ni son Héroes por llegar de primeros, ni son los grandes derrotados e incapaces por no obtener trofeos y victorias. Hay que cubrir los eventos deportivos sin ese patrioterismo que tanto daño le hace a la información deportiva, a los deportistas y por supuesto, a los propios periodistas. No se compite por la Patria, porque al final, esta no es más que un espejismo y una abstracción, un símbolo, que deviene engañoso y fútil y del que se han servido políticos y combatientes, legales e ilegales, para esconder sus más mezquinos intereses. 



Imagen tomada de Elpaís.com.co

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