Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Los triunfos y las derrotas en el campo deportivo suelen
ser sobredimensionadas por los periodistas deportivos, especialmente cuando
éstos cubren eventos masivos como Mundiales de Fútbol (masculino, eso sí),
Juegos Olímpicos y exigentes pruebas de atletismo y ciclismo, como la Vuelta a
España y el recién terminado Tour de Francia.
Los cubrimientos deportivos y las
lecturas sobrevinientes suelen moverse en dos extremos: de un lado, quienes
adulan a los deportistas para no afectar la imagen de los deportistas, la de
las marcas y la de los patrocinadores que pautan en los noticieros radiales y
televisivos y las que respaldan a los competidores; y del otro, aquellos que
las audiencias reconocen como críticos acérrimos de los fracasos deportivos.
Esos dos extremos comparten un mismo elemento: las actuaciones de los
deportistas colombianos serán evaluadas, por exigencia de las audiencias y del
periodismo deportivo, desde un inconveniente sentido patriótico.
Así las cosas, los deportistas,
en especial los ciclistas, llevan sobre sus hombros la doble obligación de
ganar para responder ante sus equipos y patrocinadores y para darle triunfos y
alegrías a una Patria ávida de Héroes y gestas deportivas, para minimizar u
ocultar las angustias y las incertidumbres sociales que envuelven a las
mayorías en Colombia.
Me referiré a la participación de
los ciclistas colombianos en el exigente Tour de Francia, en donde con mayor
visibilidad se pudo apreciar la presión que ejercieron periodistas y audiencias sobre Nairo
Quintana, corredor dos veces subcampeón de dicha competencia. Para la carrera
francesa de 2016, el periodismo colombiano y las anteriores participaciones del
ciclista boyacense, lo ponían como un claro candidato al título de la difícil
carrera por etapas, la más importante del mundo a decir del propio periodismo.
Mientras que las etapas
transcurrían, el “sueño” de tener por primera vez un campeón colombiano de esa
dura prueba ciclística se desvanecía con cada demostración del británico que al
final se alzó con la victoria. Y allí, sobre las dificultades vividas por el
ciclista Nairo Quintana, aparecieron los periodistas. De un lado, los
sempiternos aduladores, quienes al ver que el escarabajo no exhibía las fuerzas
suficientes para derrotar a Froome, optaron por agradecerle, al final del Tour,
la satisfacción de estar, por tercera vez, en el Podio de la exigente prueba
gala. Y del otro, los críticos acérrimos, que no dejaron de calificar como un
fracaso la participación de Quintana, quien después de dos años siendo
subcampeón, al parecer, estaba obligado a ganar el Tour galo, sin considerar la
fortaleza de los rivales a vencer, las condiciones climáticas, la calidad y fortaleza
de los equipos y la del propio equipo del ciclista boyacense, así como la aparición de problemas
de salud en el menudo deportista colombiano.
Suelen los periodistas deportivos exigir a los deportistas resultados y presionar la consecución
de triunfos, como si se tratara de un compromiso
patriótico. Sin duda, una exageración y una forma de ocultar la incapacidad
de los comunicadores de informar sobre la base de un serio análisis de los
elementos técnicos, la aplicación de avances científicos, las circunstancias
climáticas y por supuesto, las propias que se vivieron en esta carrera (lluvia,
altas temperaturas) y aquellas asociadas al biotipo de los ciclistas
nacionales.
La labor del periodismo es
evaluar, con criterio y con claros conocimientos de las disciplinas en las que
se participa, las actuaciones de los deportistas, dejando de lado esas
anacrónicas e inconvenientes obligaciones con un país, que en muchos de los
casos, poco o nulo respaldo les brindó a esos deportistas, en particular a los
ciclistas, muchos de ellos formados en equipos europeos, justamente por falta
de apoyo estatal o privado en Colombia.
Mal hacen los periodistas en
imponer y exigir retos a los
deportistas, cuando ellos mismos desconocen las historias de vida, las vicisitudes
por las que pasan para poder llegar a una justa deportiva como un Mundial, unos
Olímpicos o un Tour de Francia. Y especialmente, cuando las críticas y las
adulaciones solo sirven para ocultar el desconocimiento parcial o total de
disciplinas como el ciclismo, el atletismo, el fútbol y el levantamiento de
pesas, entre otras.
En primer lugar, Quintana,
Pantano y Anacona, entre otros ciclistas, tienen obligaciones deportivas con
sus equipos y patrocinadores. El ciclismo -como el fútbol y otros deportes-
debe ser visto como un trabajo, sujeto a la consecución de triunfos deportivos
representados en dinero y en reconocimiento. En segundo lugar, tienen
obligaciones familiares, muchos de ellos, pesadas cargas con familias que
mantener. Por ello, en tercer o en un último lugar, debe ponerse eso que los
periodistas llaman Patria y que no es más que una anacrónica exigencia que solo
sirve para minimizar, en la mayoría de los casos de ciclistas y futbolistas, la
pobreza de criterio, la falta de apoyo y la inoperancia de la dirigencia
deportiva nacional.
Se equivocan los periodistas
deportivos al tratar de convertir en Héroes a los deportistas colombianos. Sus
triunfos y derrotas hacen parte de las posibilidades y de las condiciones dadas
para cada juego. Ni son Héroes por llegar de primeros, ni son los grandes
derrotados e incapaces por no obtener trofeos y victorias. Hay que cubrir los
eventos deportivos sin ese patrioterismo que tanto daño le hace a la
información deportiva, a los deportistas y por supuesto, a los propios periodistas.
No se compite por la Patria, porque al final, esta no es más que un espejismo y
una abstracción, un símbolo, que deviene engañoso y fútil y del que se han servido políticos y combatientes, legales e ilegales, para esconder sus más mezquinos intereses.
Imagen tomada de Elpaís.com.co
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