YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 23 de agosto de 2016

ASCO



Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Las “dificultades” para investigar, procesar y condenar a Jorge Pretel[1] Chaljub y lograr, por esa vía, sacarlo de la Corte Constitucional, así como las que impiden que magistrados del Consejo de Estado[2] declaren espuria la amañada reelección[3] de Ordóñez Maldonado,  indican, con enorme claridad, que subsiste en dichas corporaciones una empobrecida institucionalidad, reproducida por cada uno de sus integrantes, sobre la base de un oprobioso, pero aceptado, validado y legitimado ethos mafioso.

Más allá de los evidentes conflictos de intereses que circundan a las instancias naturales en las que deben juzgarse las actuaciones de Pretel y Ordóñez, llama la atención el silencio cómplice de los gremios económicos, de los Militares que deliberan sobre otros temas; o la afonía de la Iglesia Católica, la de los estudiantes; o el mutismo de las Universidades, de los sindicatos, de los Congresistas, de los Partidos Políticos y por supuesto, de los Medios masivos de comunicación, en relación con la ilegal reelección del Procurador General de la Nación y de las relaciones de Pretel Chaljub con Fidupetrol, que mínimamente pueden calificarse como maliciosas.

La presencia de estos dos ladinos personajes no solo ensucia la imagen de las dos señaladas instituciones, sino que termina consolidando el ethos mafioso que de tiempo atrás guía la función pública en Colombia.

Resulta vergonzoso que actores significativos de la sociedad civil no hayan convocado marchas para exigir a los jueces naturales de Pretel y Ordóñez, prontas respuestas y soluciones a las indelicadas e ilegales acciones adoptadas por estos dos personajes públicos.  Tardíamente el Presidente Santos conmina a las instituciones comprometidas para que decidan de una vez por todas, los casos jurídicos y éticos que comprometen a los dos señalados funcionarios.

Al respecto, la revista Semana señala lo siguiente:

Según Santos, lo único que ha pedido es que la justicia cumpla su deber, y por eso le exigió al Senado, que por primera vez se convierte en juez, pronunciarse sin dilaciones. <<Mí llamado a los senadores es que asistan y voten, a que no eludan su responsabilidad, y demuestren al país que las instituciones funcionan. Eso es bueno para la democracia, para la justicia, para el mismo doctor Pretelt y bueno para el país>>. Pero más fuerte, si se quiere, fue el ‘jalón de orejas’ al Consejo de Estado. Recordó que desde hace tres años está en ese tribunal una demanda sobre la reelección del procurador y calificó de <>>”[4].

No hemos dimensionado el enorme daño que Ordóñez y Pretel le vienen haciendo al país, a la institucionalidad y a todo lo que de ella se deriva. Pero quizás haya que advertir que más daño hacen al país y al Estado, el silencio cómplice de una sociedad civil que parece acostumbrada a este tipo de prácticas corruptas e ilegales, por cuanto estas hacen parte sustantiva de las relaciones de corrupción establecidas entre el sector privado con el sector estatal (público).

Claramente, no tiene el Estado, ni los miembros de la sociedad civil, ni líderes políticos como Uribe Vélez, amigo y defensor de Pretel y Ordóñez[5], la suficiente moral  para exigir que consagrados delincuentes, políticos y comunes, acepten las condiciones de una institucionalidad cada vez más amarrada a los mezquinos intereses de funcionarios inescrupulosos.

Por largo tiempo los medios de comunicación y ciertos caudillos se encargaron de vender la idea de que el único y principal problema del país era la existencia de las guerrillas. Ahora, ad portas de que terminen con éxito las negociaciones de La Habana para desmovilizar a las Farc, personajes como Pretel y Ordóñez se encargan de develar la histórica falacia, para confirmarnos que el real problema de Colombia es la rampante corrupción, aupada y protegida por la propia clase política, empresarial y por la burguesía. Dan asco.




Imagen tomada de Semana.com


[5] Estos ladinos personajes hacen parte de la cofradía que Uribe logró consolidar en sus 8 años de mandato. Y hacen parte, en especial Ordóñez, del proyecto neoconservador que el político y latifundista antioqueño puso en marcha entre el 2002 y 2010. Ordóñez quiere llegar a la Presidencia en 2018, para regresarnos a la Colombia de la Constitución de 1886 y para torpedear el Acuerdo Final al que lleguen las Farc y el Gobierno de Santos. 

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