Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La guerra en Colombia coadyuvó en
gran medida al debilitamiento de los procesos de construcción de civilidad.
Procesos estos que ya soportaban una enorme dificultad contextual que no solo
es histórica, sino que se mantiene aún a pesar de los avances logrados, por
ejemplo, a partir de la promulgación de la Constitución de 1991. Esa enorme
dificultad se expresa a través de esta sentencia: tenemos un Estado débil y precario y una sociedad atomizada,
fuertemente estratificada y empobrecida culturalmente en todos los estratos.
Ahora que el país respira vientos
de paz con la declaratoria de un definitivo cese bilateral del fuego, el camino
que debemos trasegar para consolidar una paz
estable y duradera está lleno de retos. El primero de ellos, que lo
acordado entre las Farc y el Gobierno se cumpla a cabalidad. Aunque ya el
Centro Democrático amenazó[1] con
desmontar lo acordado una vez recupere el poder político, como ciudadanos debemos
estar atentos y vigilantes al cumplimiento de la palabra empeñada en el proceso
de La Habana. El segundo, que inicie cuanto
antes la fase pública de la negociación con el ELN y que ojalá termine con un
Acuerdo Final como el que se logró en las últimas horas en Cuba. Resulta
inconveniente mantener una paz parcial. Y el tercer reto adquiere especial
importancia: construir civilidad. La
misma que los combatientes, legales e ilegales, debilitaron no solo con sus
acciones armadas, sino porque de disímiles maneras sometieron la voluntad de
los civiles, desecharon oportunidades para dialogar y porque a la vida de los
civiles le dieron un lugar secundario.
En adelante, como Estado y
sociedad debemos trabajar para desmontar los imaginarios y transformar las
representaciones sociales sobre las que creamos Héroes[2] que
terminaron no solo invalidando y desestimando la condición civil, sino que
fueron artífices de la degradación de un largo conflicto armado interno. Por
ello, los civiles debemos alzar la voz y gritar, a voz en cuello, ¡no más Héroes[3] uniformados, ni a la
derecha, ni a la izquierda!
52 años de guerra degradada y
sucia debería de ser suficiente para proscribir la violencia armada. Ahora que
se firmó el fin del conflicto con las Farc, estamos obligados como sociedad a
darle una oportunidad a la vida civil, a la discusión civilizada de las ideas,
al ejercicio de una ciudadanía capaz de discutir asuntos públicos sin
agresiones que nos lleven a calificar al otro como un enemigo y por ese camino,
a pensar en su eliminación física.
Y para darle un nuevo lugar a la
condición civil, debemos insistir en la necesidad de educar niños para que se
comporten como Hombres[4], y no
como Machos[5] como tradicionalmente esta
sociedad conservadora, pacata y violenta lo propuso y lo impuso. Para lograrlo,
será clave reeducarnos. Las mujeres jugarán aquí un papel definitivo para
coadyuvar a la reconstrucción de esos imaginarios alrededor de lo que ha
significado ser Hombre en un país como Colombia.
Así entonces, el gran reto del posconflicto
será construir civilidad y ello implica educarnos para aceptar la opinión
contraria, a los Otros con todo y su capital social. Pronto, parte de los
combatientes harán dejación definitiva de las armas; y los otros, los que están dentro de la institucionalidad,
están llamados a no usarlas para el ejercicio de la política. Ahora nos toca a los civiles desarmar nuestros
espíritus y darnos la oportunidad de resolver los conflictos de manera
civilizada. Sin matarnos.
Imagen tomada de infoblancosobrenegro.com
[4] Cuando hablo de Hombres lo hago desde
una perspectiva antropológica, alejada de cualquier discusión que tenga que ver
con identidades sexuales.
[5] Alude a comportamientos violentos
sobre los que sectores conservadores impusieron una idea Hombre Heterosexual
(berraco, Macho, fuerte, varonil; un hombre sin emociones, que no puede llorar
y que puede en cualquier momento usar la violencia) que sirvió para violentar y
someter a las Mujeres, sino a quienes expresaran identidades sexuales
distintas.
1 comentario:
Mientras no miremos Adentro de nuestro Corazón y no nos recontremos y no perdonemos, las cosas seguirán igual.
Leer y comprender nuestro corazón y los Acuerdos es Pensable e indispensable.
El sistema se ha encargado de Dividirnos, siendo que somos UNO:
tenemos un Estado débil y precario y una sociedad atomizada, fuertemente estratificada y empobrecida culturalmente en todos los estratos.
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