Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Los colombianos votaremos el
plebiscito en medio de una fuerte y peligrosa polarización política e
ideológica. La misma que ha venido alimentando la Gran Prensa bogotana, en
particular aquellos Medios, periodistas y columnistas afectos a lo que se
conoce como el “uribismo[1]”.
Tan fuerte, riesgoso y
determinante es el radicalizado enfrentamiento entre el SÍ y el NO para
refrendar el Acuerdo Final de La Habana, que cientos de miles de ciudadanos están
pasando, por esa óptica, varios temas y hechos públicos de especial
complejidad.
Y en esa lógica, proponer que se
respeten las diversas identidades sexuales de inmediato se asocia, de manera
perversa, con el plebiscito, la refrendación de lo que se acuerde finalmente en
La Habana, así como con la defensa del socialismo; todo lo anterior,
consecuencia de los miedos que genera el posible apoyo político-electoral que
las Farc como partido político podrían recibir en un inmediato futuro cuando
dejen de hacer política con armas.
Es decir, toda una mezcla
inconveniente de ideas, nociones, preconceptos y conceptos que bien puede
terminar en la creación de un nuevo
enemigo interno, a juzgar por las violentas marchas que se sucedieron en
días pasados para “defender la familia tradicional y proteger a los menores”.
Claramente ese nuevo enemigo interno
es la homosexualidad, y por supuesto, los homosexuales (mujeres y hombres) y
todos aquellos que apoyen y validen lo que los sectores conservadores del país,
incluyendo a la homofóbica Iglesia Católica, califican como acciones,
decisiones y expresiones disonantes porque justamente van en contra de la idea
hegemónica de Familia: Papá, Mamá e Hijos.
Al sentir que la doctrina de
Seguridad Nacional se debilitará con la desmovilización de las Farc- y ojalá
muy pronto la del ELN-, los sectores retardatarios y godos de Colombia ven la
posibilidad y quizás la necesidad de crear un nuevo enemigo al cual perseguir o
sobre el cual llamar la atención mediática, mientras que esos sectores de poder
tradicional prepraran, pulen y ejecutan los mecanismos para torpedear la
implementación del Acuerdo Final al que llegarán, si o si, las delegaciones de
paz del Gobierno y de las Farc.
Tan peligroso podría resultar
este nuevo tipo de enemigo interno, que estaríamos ante la germinación de
conflictos entre identidades sexuales: de un lado, la tradicional, conservadora
y hegemónica y del otro, una identidad sexual liberal, de nuevo cuño y
fuertemente anclada al propósito de buscar la felicidad, así ello implique
pasar por encima de los “valores tradicionales”.
En una anterior oportunidad
afirmé que Colombia tiene miedo[2]. Sí,
un profundo miedo a que el fin del conflicto armado interno y la apropiación
social y cultural de esa idea de paz y convivencia que inexorablemente se
desprenderá de ese nuevo escenario político, permitan la apertura de caminos de
respeto, reconciliación y la expresión, sin tapujos, de la idea que cada
ciudadano y ciudadana tiene en torno a ser feliz.
Las expresiones homofóbicas de
quienes marcharon contra la igualdad y el respeto a la diferencia, son muestras
fehacientes de ese país retardatario y violento que muy seguramente odia a
quienes hoy están ad portas de firmar
el fin del conflicto armado, desmovilizarse y someterse a la institucionalidad,
mientras mantiene su admiración y respeto por aquellas élites responsables por
haber generado y mantenido las circunstancias que legitimaron el levantamiento
armado en los años 60.
La conexión que deberían hacer
los ciudadanos y ciudadanas no es entre homosexualidad, familia tradicional,
libertad, identidades sexuales,
socialismo y Farc como movimiento político, sino entre Estado débil,
cooptado por mafias, élites incapaces de liderar un proyecto de Nación
incluyente, el cumplimiento de los mandatos constitucionales y el derecho a la
paz.
Ojalá lo planteado aquí en torno
a ese nuevo enemigo interno que
podrían estar concibiendo la Iglesia Católica, los sectores de poder
tradicional, el Centro Democrático y sectores sociales retardatarios, no tenga
asidero. De lo contrario, el país de los Machos que dan en la cara marica, que recomiendan aguantarse el gustico, que persiguen a políticos y funcionarios impíos, terminará generando nuevas formas de violencia, física y simbólica. Y
ese país de Machos cabríos, usará el poder represivo del Estado para alcanzar
sus oscurantistas objetivos.
En el 2018, Alejandro Ordóñez
Maldonado y Uribe Vélez liderarán ese proyecto Regenerador y neoconservador que
defienden sectores tradicionales que prefieren vivir enclosetados, al tiempo que validan y tratan de ocultar, sin
lograrlo, las dobles vidas que llevan
curas, políticos y miembros de prestigiosas familias.
En el escenario electoral que se
avecina, la Doble Moral será, para
muchos, determinante, pero lo será más aún la perversa mezcla que vienen
haciendo de esos temas, asuntos y hechos que confluyen en la búsqueda de la
paz, la reconciliación y la felicidad.
Adenda: la cartilla más peligrosa es la de la Seguridad Democrática, porque no solo desconoció la existencia del conflicto armado interno y las víctimas, sino porque sirvió para perseguir a libre pensadores, a la izquierda democrática; además, esta cartilla validó aquello de dar en la cara marica y de aguantarse el gustico. Más premoderna, no se puede.
Imagen tomada de kienke.com
1 comentario:
Siempre he dicho que aquí Hay MUCHO miedo a Todo, se creen todos los cuentos en cambio de mirar y ver que pasa, justifican todas las Actividades diarias con miedo al CAMBIO.
El Gobierno da papaya como si fuera orquestada la confusión !
En una anterior oportunidad afirmé que Colombia tiene miedo[2]. Sí, un profundo miedo a que el fin del conflicto armado interno y la apropiación social y cultural de esa idea de paz y convivencia que inexorablemente se desprenderá de ese nuevo escenario político, permitan la apertura de caminos de respeto, reconciliación y la expresión, sin tapujos, de la idea que cada ciudadano y ciudadana tiene en torno a ser feliz.
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