Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y
politólogo
Extender en el
tiempo el diálogo político con los
sectores que reclaman la victoria del NO en el plebiscito del 2 de octubre, irá
erosionando, poco a poco, la legitimidad del Acuerdo Final y socavará la
confianza entre los equipos negociadores, la misma que tanto costó construir y
consolidar durante el proceso de negociación adelantado en La Habana.
Al mismo
tiempo, podría fracturar la unidad de mando de las Farc, dadas las expectativas
de desarme y reinserción que se pudieron generar en la guerrillerada. En cuanto a la Fuerza Pública, el nivel de
incertidumbre provocaría la deliberación de oficiales con mando de tropa, lo
que aumentaría el riesgo de que se ordenen operaciones militares que terminen
provocando al ya casi desaparecido enemigo interno.
Así entonces, el
tiempo es, desde el nefasto e inesperado resultado electoral, la variable que
bien puede dar al traste con la compleja negociación que terminó en un Acuerdo
Final, que más de seis millones de colombianos decidieron no refrendar, bien
porque jamás lo leyeron y comprendieron, porque creyeron en las mentiras y
tergiversaciones, ya reconocidas, a las que apeló Álvaro Uribe Vélez y Juan
Carlos Vélez Uribe, cabezas visibles de
la campaña por el NO; o porque simplemente, al dejarse llevar por el odio hacia
las Farc, decidieron negarse a refrendar el señalado documento. Incluso, muchos
bien pudieron haber votado NO ese 2 de octubre, como forma de castigar a la
administración de Santos.
A pesar del
consenso que hay alrededor de los riesgos en los que caería el proceso de paz y
la misma institucionalidad al extender en el tiempo el proceso de ajuste al
Acuerdo Final que echó a andar el triunfo del NO, el Gobierno continúa
escuchando a los sectores de poder y de opinión que hicieron campaña por el NO. Ya el Centro Democrático, en cabeza del
ganadero y senador de la República, Álvaro Uribe, hizo públicas sus propuestas
para “mejorar” el documento acordado entre los negociadores del Gobierno y de
las Farc.
En reuniones
posteriores, llegaron a la Casa de Nariño, la ex ministra de Defensa, Martha
Lucía Ramírez, así como miembros de iglesias cristianas que hicieron campaña
por el NO, apoyados en aquello que se llamó la “ideología de género”.
Igualmente, aparece Ordóñez Maldonado, a quien el triunfo del NO y los medios masivos
de comunicación le mantienen una inexplicable vocería y legitimidad, a pesar de sus actuaciones
inmorales y las maniobras ilegales con las que logró reelegirse como Procurador
General de la Nación.
Así entonces, el
creciente listado de voceros y de
sectores que reclaman ser escuchados por el Gobierno, obliga a los negociadores
del Gobierno y de las Farc a discutir, con celeridad, la viabilidad de esas
propuestas y la posibilidad de integrarlas al Acuerdo Final. Y ello tomará
tiempo.
Ahora bien, el
país debe entender que el ejercicio de escuchar y recoger las propuestas de los
sectores que se negaron a refrendar el Acuerdo Final, no obliga a que todos los
puntos contenidos en esas propuestas terminen convertidos en ajustes al
documento del Acuerdo Final. La estrecha victoria del NO, no convierte a
sus líderes y sectores en nuevos
negociadores y mucho menos hace que lo propuesto adquiera el carácter
obligatorio, que termine en una re-edición de un documento ya acordado y
firmado. Menos mal el Presidente y las Farc ya dejaron claro este asunto en su comunicado conjunto y posteriormente, Juan Manuel Santos llamó la atención a los voceros del NO, para que hagan propuestas viables.
Eso sí, el
proceso de ajuste que echó a andar el triunfo del NO bien puede dejar
insatisfechos al hacendado y ex presidente, Álvaro Uribe Vélez, y a los otros voceros del NO. Dado ese caso, se necesita que el grueso del Establecimiento
apoye a Santos, para salvar el Acuerdo Final.
Qué bueno sería
que los grandes ricos salieran a respaldar el Acuerdo Final con el firme
propósito de debilitar la inmerecida legitimidad que el NO le renovó a Uribe
Vélez. Es hora de adoptar posturas claras en beneficio de la Nación y de los
colombianos.
Si el Gran
Latifundista insiste en torpedear lo acordado, actores claves de la sociedad
civil deben exponer con claridad cuál es el proyecto ético-político que están
dispuestos a defender: si el modelo latifundista que tanta violencia ha
generado en el país, o si por el contrario, buscan que este modelo conviva con el modelo
minifundista con el que nuestros campesinos sobreviven y con el que aportan en
buena medida a mantener la seguridad alimentaria en el país.
Es hora de tomar
decisiones en procura de ampliar la democracia formal y procedimental con la
que hemos dejado por fuera a grupos que tienen ideas distintas alrededor del
ejercicio de la política, el Estado y el funcionamiento de la sociedad, el
Estado y el mercado. Si el Acuerdo Final no pone en riesgo la propiedad
privada, ni toca el modelo político y económico y mucho menos, lo hace con las
Fuerzas Armadas, ¿por qué insistir en oponerse al fin del conflicto armado?
Imagen tomada de semana.com
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