YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 29 de noviembre de 2016

LA HORA 20 DE LAS FARC

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


En el programa radial Hora 20, emitido en la noche del 28 de noviembre de 2016, comparecieron varios miembros de la cúpula de las Farc. Después de escuchar lo expresado por los señores de esa guerrilla y lo preguntado por un heterogéneo grupo de periodistas, bien vale la pena discernir y discutir alrededor de varios asuntos.

Lo primero, celebrar la apertura del espacio periodístico para escuchar a quienes dentro de muy poco harán parte de la vida política y legal de este país, siempre y cuando no suceda nada extraordinario en el proceso de refrendación e implementación del Acuerdo Final, o se cumplen las amenazas que hay contra  las vidas de estos guerrilleros, una vez se reintegren a la vida civil. El espacio periodístico y la invitación misma a los líderes farianos, constituyen un gesto democrático de gran significado político, dadas las circunstancias que rodean los procesos de refrendación e implementación del Acuerdo Final (II) o Acuerdo de Colón.

La gran prensa[1] tiene la enorme responsabilidad y oportunidad de abrir espacios de discusión a quienes se levantaron en armas contra un Estado y un régimen de poder que el mismo periodismo se encargó de legitimar a través de las rutinas de producción noticiosa y la consulta permanente a fuentes oficiales.

Quizás en ese punto esté el reto más importante para los periodistas y las empresas mediáticas: reconocer que hemos construido un Estado precario e incapaz de salvaguardar la vida de sus asociados; y que además, históricamente ese Estado le ha servido a unos pocos y que esos pocos, han logrado someterlo a sus caprichos e intereses.

El segundo asunto que expongo después de escuchar la ya referida  emisión de Hora 20[2] tiene que ver con el tono y el sentido de las preguntas que varios periodistas les hicieron a los líderes de las Farc. Interrogantes que dejaron ver la enorme simpatía y aquiescencia de varios de los comunicadores, con la forma como opera el actual régimen de poder[3] en Colombia.

Varios de los colegas periodistas intentaron exculpar los errores de un orden social, económico y político atrapado en las lógicas del libre mercado[4], del consumo frenético, la internacionalización de la economía y las consecuentes limitaciones a las soberanías popular y estatal. Y lo hicieron, tomando el caso cubano como vivo ejemplo de lo que podría suceder en Colombia si los señores de las Farc, el día de mañana, alcancen el poder por la vía democrática.

Por supuesto que el periodista está en todo su derecho de creer en el régimen de poder en el que ha podido ejercer, sin mayores contratiempos, su labor informativa y periodística. Pero ese mismo periodista está en la obligación ética y política de reconocer los problemas que exhibe la operación del Estado colombiano y hasta los crímenes cometidos por reconocidos líderes de lo que se conoce como el Establecimiento. No hacerlo, lo ubica como simple estafeta y amanuense de un régimen de poder que tiene históricos problemas de legitimidad e incluso, de viabilidad institucional.

El tercer asunto tiene que ver con la forma como los líderes de las Farc se defendieron de lo que por momentos parecía ser una “encerrona periodística” para “juzgar” sus acciones bélicas. El país debe prepararse para escuchar a unos guerrilleros preparados para el debate político, de allí que su llegada al Congreso pueda servir para que dicha institución recobre su naturaleza, en la medida en que el control político al Gobierno central, debe hacerse a partir de sólidos debates de ideas, modelos y paradigmas. Allí gana la democracia y se enriquece lo político y la política, en la medida en que el mejor argumento logre, por lo menos, poner en aprietos a los forzosos consensos que suelen construirse e imponerse sobre la base de unas mayorías que suelen concentrarse en lo que se conoce como la Unidad Nacional.

Bien entonces por Hora 20 por la apertura de este espacio. Habría que revisar el formato y la dinámica planteada, en aras de no convertir el ejercicio periodístico en una especie de linchamiento público a quienes lideraron una organización armada ilegal que, al igual que las fuerzas armadas estatales y los paramilitares, cometió errores y crímenes.

Quizás mañana los ex combatientes de uno y otro bando terminen por reconocer que ir a la guerra fue el primer y craso error que cometieron. Mientras ese momento llega, los ejercicios de debate periodístico deben permitir reconocer que en esta guerra fratricida y degradada, todos somos culpables. Por omisión o por acción. Y que el periodismo tiene una enorme responsabilidad en la forma como se cubrieron sus horrores. Ese mea culpa[5] sigue pendiente.   



2 comentarios:

Fernando Dorado dijo...

Querido Germán, desde mi perspectiva - y se que hoy no es "políticamente correcto" decirlo -, el problema no es que "los ex combatientes terminen por reconocer que ir a la guerra fue el primer y craso error que cometieron", sino que se expliquen ellos mismos, porqué motivos en la dinámica de la guerra se dejaron "degradar". Es importante recordar que los fundadores de las FARC fueron obligados por el ejército oficial de la oligarquía y el imperio a "enmontarse", a convertirse en una guerrilla móvil para poder sobrevivir. Si nosotros no tenemos eso claro, estamos renunciando a un principio que incluso está contemplado en la Constitución de los EE.UU. y es un derecho de la humanidad: el derecho a rebelarse - incluso en forma armada - frente al autoritarismo y el atropello del mismo Estado.

El problema es que las FARC no han evaluado su historia, no han identificado sus errores y ello los lleva a no poder enfrentar con capacidad, claridad y naturalidad las "encerronas periodísticas" como las de anoche en ese programa de Caracol. Saludos

Anónimo dijo...

Entiendo y acepto aquello del derecho a rebelarse y lo comparto, pero olvidaron el principio de realidad que sus fracasos militares le estaban mostrando. Deeben evaluar su lucha, que en muchas ocasiones, le hizo el juego al Régimen para que se hiciera más violento y oprobioso. Saludos.

Germán