Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En el programa radial Hora 20,
emitido en la noche del 28 de noviembre de 2016, comparecieron varios miembros
de la cúpula de las Farc. Después de escuchar lo expresado por los señores de
esa guerrilla y lo preguntado por un heterogéneo grupo de periodistas, bien
vale la pena discernir y discutir alrededor de varios asuntos.
Lo primero, celebrar la apertura
del espacio periodístico para escuchar a quienes dentro de muy poco harán parte
de la vida política y legal de este país, siempre y cuando no suceda nada
extraordinario en el proceso de refrendación e implementación del Acuerdo
Final, o se cumplen las amenazas que hay contra
las vidas de estos guerrilleros, una vez se reintegren a la vida civil.
El espacio periodístico y la invitación misma a los líderes farianos,
constituyen un gesto democrático de gran significado político, dadas las
circunstancias que rodean los procesos de refrendación e implementación del
Acuerdo Final (II) o Acuerdo de Colón.
La gran prensa[1] tiene
la enorme responsabilidad y oportunidad de abrir espacios de discusión a quienes
se levantaron en armas contra un Estado y un régimen de poder que el mismo
periodismo se encargó de legitimar a través de las rutinas de producción
noticiosa y la consulta permanente a fuentes oficiales.
Quizás en ese punto esté el reto
más importante para los periodistas y las empresas mediáticas: reconocer que
hemos construido un Estado precario e incapaz de salvaguardar la vida de sus
asociados; y que además, históricamente ese Estado le ha servido a unos pocos y
que esos pocos, han logrado someterlo a sus caprichos e intereses.
El segundo asunto que expongo
después de escuchar la ya referida
emisión de Hora 20[2] tiene
que ver con el tono y el sentido de las preguntas que varios periodistas les
hicieron a los líderes de las Farc. Interrogantes que dejaron ver la enorme
simpatía y aquiescencia de varios de los comunicadores, con la forma como opera
el actual régimen de poder[3] en
Colombia.
Varios de los colegas periodistas
intentaron exculpar los errores de un orden social, económico y político
atrapado en las lógicas del libre mercado[4], del
consumo frenético, la internacionalización de la economía y las consecuentes
limitaciones a las soberanías popular y estatal. Y lo hicieron, tomando el caso
cubano como vivo ejemplo de lo que podría suceder en Colombia si los señores de
las Farc, el día de mañana, alcancen el poder por la vía democrática.
Por supuesto que el periodista
está en todo su derecho de creer en el régimen de poder en el que ha podido
ejercer, sin mayores contratiempos, su labor informativa y periodística. Pero
ese mismo periodista está en la obligación ética y política de reconocer los
problemas que exhibe la operación del Estado colombiano y hasta los crímenes
cometidos por reconocidos líderes de lo que se conoce como el Establecimiento.
No hacerlo, lo ubica como simple estafeta y amanuense de un régimen de poder
que tiene históricos problemas de legitimidad e incluso, de viabilidad
institucional.
El tercer asunto tiene que ver
con la forma como los líderes de las Farc se defendieron de lo que por momentos
parecía ser una “encerrona periodística” para “juzgar” sus acciones bélicas. El
país debe prepararse para escuchar a unos guerrilleros preparados para el
debate político, de allí que su llegada al Congreso pueda servir para que dicha
institución recobre su naturaleza, en la medida en que el control político al
Gobierno central, debe hacerse a partir de sólidos debates de ideas, modelos y
paradigmas. Allí gana la democracia y se enriquece lo político y la política,
en la medida en que el mejor argumento logre, por lo menos, poner en aprietos a
los forzosos consensos que suelen construirse e imponerse sobre la base de unas
mayorías que suelen concentrarse en lo que se conoce como la Unidad Nacional.
Bien entonces por Hora 20 por la
apertura de este espacio. Habría que revisar el formato y la dinámica
planteada, en aras de no convertir el ejercicio periodístico en una especie de
linchamiento público a quienes lideraron una organización armada ilegal que, al
igual que las fuerzas armadas estatales y los paramilitares, cometió errores y
crímenes.
Quizás mañana los ex combatientes
de uno y otro bando terminen por reconocer que ir a la guerra fue el primer y
craso error que cometieron. Mientras ese momento llega, los ejercicios de
debate periodístico deben permitir reconocer que en esta guerra fratricida y
degradada, todos somos culpables. Por omisión o por acción. Y que el periodismo
tiene una enorme responsabilidad en la forma como se cubrieron sus horrores.
Ese mea culpa[5] sigue pendiente.
Imagen tomada de caracol.com.co
[2] Véase y escúchese: http://caracol.com.co/programa/2016/11/29/hora_20/1480375631_896795.html
2 comentarios:
Querido Germán, desde mi perspectiva - y se que hoy no es "políticamente correcto" decirlo -, el problema no es que "los ex combatientes terminen por reconocer que ir a la guerra fue el primer y craso error que cometieron", sino que se expliquen ellos mismos, porqué motivos en la dinámica de la guerra se dejaron "degradar". Es importante recordar que los fundadores de las FARC fueron obligados por el ejército oficial de la oligarquía y el imperio a "enmontarse", a convertirse en una guerrilla móvil para poder sobrevivir. Si nosotros no tenemos eso claro, estamos renunciando a un principio que incluso está contemplado en la Constitución de los EE.UU. y es un derecho de la humanidad: el derecho a rebelarse - incluso en forma armada - frente al autoritarismo y el atropello del mismo Estado.
El problema es que las FARC no han evaluado su historia, no han identificado sus errores y ello los lleva a no poder enfrentar con capacidad, claridad y naturalidad las "encerronas periodísticas" como las de anoche en ese programa de Caracol. Saludos
Entiendo y acepto aquello del derecho a rebelarse y lo comparto, pero olvidaron el principio de realidad que sus fracasos militares le estaban mostrando. Deeben evaluar su lucha, que en muchas ocasiones, le hizo el juego al Régimen para que se hiciera más violento y oprobioso. Saludos.
Germán
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