Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Justo
hoy, miércoles 2 de noviembre, se cumple un mes del inesperado y sorpresivo
resultado electoral y político, que dejó la jornada plebiscitaria del 2
de octubre.
El
mazazo político que los simpatizantes y aupadores del NO le dieron al
Presidente, al Gobierno, a la institucionalidad estatal que respalda la
búsqueda del fin del conflicto armado con las Farc, y a los más de seis
millones que votamos SÍ, aún duele en las corvas y en el corazón. No nos
reponemos.
A
pesar de los primeros días de incertidumbre política que generó el apretado
triunfo del NO, el paso de estos primeros treinta días nos permite hoy
reconocer cuatro elementos o factores que resultaron y que resultan aún claves
para minimizar en algo los efectos negativos que el resultado electoral produjo
en la gobernabilidad del Presidente: 1. La apertura a lo que se llamó Diálogo
Nacional por la Paz; 2. La entrega del Premio Nobel de Paz al presidente Juan
Manuel Santos; 3. Las movilizaciones ciudadanas que al unísono pidieron que el
Acuerdo firmado se implementara cuanto antes; y 3. El reconocimiento público
que hizo el entonces gerente de la campaña por el NO, Juan Carlos Vélez Uribe, de
que apelaron a todo tipo de estratagemas, tretas, mentiras y acciones para
engañar e indisponer al electorado que finalmente dijo NO al Acuerdo Final
alcanzado en La Habana.
Del
Diálogo Nacional por la Paz que el Presidente debió abrir, hay que destacar un
absurdo hecho político y ético: la irrupción como uno de los líderes del NO,
del recién destituido Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez
Maldonado, quien violó la Constitución Política y se reeligió en su cargo. Solo
una sociedad en la que se entronizó el ethos
mafioso, puede soportar que un ex funcionario, expulsado de su cargo por
actos de corrupción, exija al Presidente que sus reparos y objeciones morales
de lo acordado en La Habana, sean escuchados y que deban servir para ajustar el
documento que dio vida al Acuerdo Final.
Dentro
de ese mismo Diálogo Nacional por la Paz hay que reconocer la recepción de más
de 400 propuestas de varios sectores de la sociedad civil, que expresaron
sus reparos y miedos frente a temas y asuntos como la propiedad privada, el
futuro de la familia, la elegibilidad política y el modelo de justicia
acordado. Todo lo anterior, arropado por las mentiras y tergiversaciones que
hicieron circular el ganadero, latifundista y propietario del Centro
Democrático, con el respaldo de algunos líderes cristianos. Todo lo
anterior, con el cómplice acompañamiento de unos Medios de comunicación que
jamás confrontaron las mentiras y las equívocas lecturas e interpretaciones de
unos y otros.
Frente
a lo que hace referencia a la entrega del Premio Nobel de la Paz al Presidente
de la República, hay que señalar que dicho reconocimiento expresa y recoge el
apoyo que la llamada Comunidad Internacional le viene dando al Proceso de Paz y
al contenido mismo de lo acordado en territorio cubano.
Las
emotivas, significativas y multitudinarias marchas en las que cientos de miles
de ciudadanos de diversas edades y situación socioeconómica, gritaron ¡Acuerdo
Ya!, jugaron un papel clave para mantener en la agenda pública el tema del
plebiscito y evidenciar, de otro lado, la fuerte polarización política en la
que deviene el país de tiempo atrás y, de manera coyuntural, frente al Acuerdo
Final firmado por el Gobierno y las Farc. Polarización que tiene como
protagonistas al senador y latifundista, Álvaro Uribe, al ex procurador, Ordóñez
Maldonado y a la ex ministra de Defensa, Martha Lucía Ramírez, entre otros
líderes de esa parte del Establecimiento que se opone a la construcción de un
país más justo.
Y
finalmente, y no por ello menos importante, aparece la confesión de Juan Carlos
Vélez, quien explicó al Diario La República en qué consistió la estrategia que
implementaron en la campaña por el NO. La conclusión es clara y contundente:
tergiversaron el sentido del Acuerdo Final, mintieron y manipularon a un
electorado que no solo cayó en la trampa de los simpatizantes del NO, sino que
exhibió una peligrosa, inconveniente y exigua cultura política.
Hoy,
un mes después del resultado electoral del plebiscito del 2 de octubre, el país
se prepara para leer un “nuevo” Acuerdo Final, que deberá ir, antes de que
finalice el 2016, al Congreso de la República para que entre en el bloque de
constitucionalidad y se expidan las normas que blinden la implementación de lo
acordado. Y esto deberá darse, con o sin el respaldo político de quienes
reclamaron el triunfo del NO en las urnas.
Desde
ya, el país está atento al nivel de insatisfacción que expresará el llamado
uribismo, sector de poder que a toda costa buscó dilatar la discusión y la
negociación del “nuevo” Acuerdo, para llevarla al escenario electoral de 2018.
El
camino para la implementación del “nuevo” Acuerdo Final está trazado: el
Congreso de la República. El llamado a una nueva consulta al pueblo colombiano,
vía plebiscito, se torna cada vez más lejano. Con esos niveles de ignorancia e
incapacidad para leer y entender el sentido de lo acordado y el momento
histórico que vive el país, resulta riesgoso someter a votación el
"nuevo" Acuerdo.
De la misma manera, y en el mediano plazo, el país debe prepararse para ver, y quizás sufrir y soportar las acciones que muy seguramente emprenderán los sectores de poder, legal e ilegal, que no respaldaron el proceso de paz de La Habana y mucho menos, validaron el “viejo” Acuerdo, y que mucho menos, validarán el que próximamente aprobará la Mesa de negociación.
De la misma manera, y en el mediano plazo, el país debe prepararse para ver, y quizás sufrir y soportar las acciones que muy seguramente emprenderán los sectores de poder, legal e ilegal, que no respaldaron el proceso de paz de La Habana y mucho menos, validaron el “viejo” Acuerdo, y que mucho menos, validarán el que próximamente aprobará la Mesa de negociación.
Por
cuenta del triunfo del NO, en adelante será más difícil para el país consolidar
esa soñada paz estable y duradera y reconciliar a los colombianos.
Imagen tomada de EL TIEMPO.com
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