YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 4 de noviembre de 2016

APAGUE Y VÁMONOS

APAGUE Y VÁMONOS


Cuando una sociedad cree y espera la llegada de un Mesías es porque aún no está madura para vivir en democracia.

Siempre será un error y un riesgo hacer política de la mano de dios.

Quienes siguen a líderes megalómanos, exhiben altos niveles de obediencia y de pobreza de criterio. Y por ello, actúan como fieles súbditos.


Evangelizar siempre será un acto de irrespeto, de sometimiento y de violencia simbólica y física

La ignorancia y el miedo a pensar por sí mismos, facilitan la llegada de evangelizadores y falsos profetas.


El diezmo es el 'impuesto' o la cuota que deben pagar los creyentes, por su incapacidad de pensar por sí mismos.


Dios y Política, como armas de dominación, siempre harán posible que sus líderes se enriquezcan a costa de las mayorías.


La fuerza mesiánica de líderes de izquierda o de derecha, termina por confundir política con religión.



Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


En el devenir de la Humanidad hay suficientes y ejemplarizantes ejemplos de lo peligroso e inconveniente que resultó y resulta aún, asociar la Fe en Dios, con la acción política o el ejercicio del Poder. Baste con revisar los episodios de la Santa Inquisición y leer La Puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, para entender que cuando poder y religión van de la mano, pastores, sacerdotes y jerarcas se inventan herejes, brujas y señalan impíos. Todos deberán ser castigados, quemados o expulsados, por mandato divino.

Poder político y Fe, entonces, deben actuar y coexistir de manera separada. Su confluencia en temas y asuntos humanos suele permitir y legitimar, de un lado, desmanes del Poder, validados por sacerdotes y líderes espirituales; y del otro lado, el fanatismo que suele acompañar a quienes “decidieron” yuxtaponer a la razón, la Fe en un Dios o en un Mesías.

Después de la jornada plebiscitaria que vivió Colombia el 2 de octubre, Fe y poder político, o Dios y Política[1], confluyeron nuevamente, con todo y los riesgos que ello supone. Y la convergencia se dio en torno a un hecho estrictamente político: el Acuerdo Final al que llegaron dos actores políticos para ponerle fin al conflicto armado interno: el Gobierno y las Farc.

Resulta de un enorme riesgo e inconveniencia el juego político que el resultado electoral les dio a iglesias cristianas y al Regenerador[2] Ordóñez[3] Maldonado. El haber manipulado a sus seguidores o feligreses y el haberles sugerido -obligado- a decir NO al Acuerdo Final, es una clara mezcla o fusión de política y Fe. El rebaño salió a votar ese domingo, indignado porque en el  documento acordado en La Habana, se abolía la Familia y se implantaría una temible “ideología de género[4]”. Entre tanto, el ex procurador hizo lo propio con su “rebaño”, compuesto por creyentes, fanáticos religiosos y la agradecida clientela que sigue sus orientaciones morales, en agradecimiento por los beneficios recibidos durante los 8 años de espurio mandato, como Jefe del Ministerio Público.

Así entonces, y de cara a las elecciones de 2018, resulta pertinente advertir del riesgo para el Estado social de derecho, para las libertades ciudadanas y en general, para el régimen democrático, que Ordóñez[5] Maldonado[6] se convierta en el líder espiritual y político de cristianos y de otras congregaciones que sueñan con un Estado confesional.

La Fe ciega en Dios, insisto, ha servido para ocultar crímenes de Estado, la corrupción política, las prácticas homofóbicas, la pederastia y la pedofilia. Y para el caso de Ordóñez[7], le ha servido para minimizar un hecho jurídico, ético y político: el entonces Procurador General de la Nación violó la Constitución Política para reelegirse. A lo que se suma, la persecución moral y política que ejerció en contra de miembros de la Comunidad LGTBI, de las mujeres y de todos aquellos que apoyamos la eutanasia, el matrimonio igualitario y el aborto, en las circunstancias que aprobó la Corte Constitucional.

Y peor puede resultar el panorama para el 2018, si al godo y fanático religioso de Ordóñez Maldonado, se suma quien aún cree ser el Mesías que intentó “salvar” a Colombia en su aciago mandato (2002-2010). Si Uribe y Ordóñez deciden juntar “rebaños”, clientelas, áulicos y fanáticos, habría una extraña y peligrosa fusión entre el Estado de Opinión del primero y el Estado Confesional con el que sueña el segundo. Apague y vámonos.  




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