APAGUE Y VÁMONOS
Cuando una sociedad cree y espera la llegada de un Mesías es
porque aún no está madura para vivir en democracia.
Siempre
será un error y un riesgo hacer política de la mano de dios.
Quienes
siguen a líderes megalómanos, exhiben altos niveles de obediencia y de pobreza
de criterio. Y por ello, actúan como fieles súbditos.
Evangelizar
siempre será un acto de irrespeto, de sometimiento y de violencia simbólica y
física
La
ignorancia y el miedo a pensar por sí mismos, facilitan la llegada de
evangelizadores y falsos profetas.
El
diezmo es el 'impuesto' o la cuota que deben pagar los creyentes, por su
incapacidad de pensar por sí mismos.
Dios y
Política, como armas de dominación, siempre harán posible que sus líderes se
enriquezcan a costa de las mayorías.
La
fuerza mesiánica de líderes de izquierda o de derecha, termina por confundir
política con religión.
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En el devenir de la Humanidad hay
suficientes y ejemplarizantes ejemplos de lo peligroso e inconveniente que resultó
y resulta aún, asociar la Fe en Dios, con la acción política o el ejercicio del
Poder. Baste con revisar los episodios de la Santa Inquisición y leer La Puta
de Babilonia, de Fernando Vallejo, para entender que cuando poder y religión van de la mano, pastores, sacerdotes y jerarcas se inventan herejes, brujas y
señalan impíos. Todos deberán ser castigados, quemados o expulsados, por
mandato divino.
Poder político y Fe, entonces,
deben actuar y coexistir de manera separada. Su confluencia en temas y asuntos
humanos suele permitir y legitimar, de un lado, desmanes del Poder, validados
por sacerdotes y líderes espirituales; y del otro lado, el fanatismo que suele
acompañar a quienes “decidieron” yuxtaponer a la razón, la Fe en un Dios o en
un Mesías.
Después de la jornada
plebiscitaria que vivió Colombia el 2 de octubre, Fe y poder político, o Dios y
Política[1],
confluyeron nuevamente, con todo y los riesgos que ello supone. Y la
convergencia se dio en torno a un hecho estrictamente político: el Acuerdo
Final al que llegaron dos actores políticos para ponerle fin al conflicto
armado interno: el Gobierno y las Farc.
Resulta de un enorme riesgo e
inconveniencia el juego político que el resultado electoral les dio a iglesias
cristianas y al Regenerador[2]
Ordóñez[3]
Maldonado. El haber manipulado a sus seguidores o feligreses y el haberles
sugerido -obligado- a decir NO al Acuerdo Final, es una clara mezcla o fusión de política y Fe. El rebaño salió a votar ese domingo, indignado porque en el documento acordado en La Habana, se
abolía la Familia y se implantaría una temible “ideología de género[4]”. Entre
tanto, el ex procurador hizo lo propio con su “rebaño”, compuesto por
creyentes, fanáticos religiosos y la agradecida clientela que sigue sus
orientaciones morales, en agradecimiento por los beneficios recibidos durante
los 8 años de espurio mandato, como Jefe del Ministerio Público.
Así entonces, y de cara a las
elecciones de 2018, resulta pertinente advertir del riesgo para el Estado
social de derecho, para las libertades ciudadanas y en general, para el régimen
democrático, que Ordóñez[5]
Maldonado[6] se
convierta en el líder espiritual y político de cristianos y de otras
congregaciones que sueñan con un Estado confesional.
La Fe ciega en Dios, insisto, ha
servido para ocultar crímenes de Estado, la corrupción política, las prácticas
homofóbicas, la pederastia y la pedofilia. Y para el caso de Ordóñez[7], le
ha servido para minimizar un hecho jurídico, ético y político: el entonces
Procurador General de la Nación violó
la Constitución Política para reelegirse. A lo que se suma, la persecución
moral y política que ejerció en contra de miembros de la Comunidad LGTBI, de
las mujeres y de todos aquellos que apoyamos la eutanasia, el matrimonio
igualitario y el aborto, en las circunstancias que aprobó la Corte
Constitucional.
Y peor puede resultar el panorama
para el 2018, si al godo y fanático religioso de Ordóñez Maldonado, se suma
quien aún cree ser el Mesías que intentó “salvar” a Colombia en su aciago
mandato (2002-2010). Si Uribe y Ordóñez deciden juntar “rebaños”, clientelas,
áulicos y fanáticos, habría una extraña y peligrosa fusión entre el Estado de
Opinión del primero y el Estado Confesional con el que sueña el segundo. Apague
y vámonos.
Imagen tomada de Semana.com
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