Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Resulta vergonzoso, infantil y
hasta ridículo llevar y ventilar las “diferencias[1]” y la
“enemistad” entre Uribe y Santos al Vaticano. Por supuesto que la “mediación”
de 50 minutos del Papa Francisco resultará infructuosa porque la mediatización
de la “pelea” entre el Presidente y el hoy senador Uribe Vélez, oculta el
trasfondo real de las “rencillas” protagonizadas por estos dos políticos.
El gran error es haber llevado al
Vaticano un asunto político que si bien no constituye un asunto de Estado que
ameritara la mediación del sumo Pontífice, si expone con claridad las difíciles
condiciones en las que se dará la implementación del Acuerdo Final (II),
firmado entre las Farc y el Gobierno de Santos. Y está claro que la figura del
Papa de poco o nada servirá para detener a quienes desde ya harán todo para
oponerse a la implementación de lo acordado y firmado en el teatro Colón.
El asunto nuclear que no exponen
los Medios se puede expresar así: Santos, hijo de la rancia burguesía bogotana,
optó por negociar el fin del conflicto con las Farc, con el interesado respaldo
de la “comunidad internacional”, que sabe que es más seguro invertir en un país
en paz. Por ello el interés de las Multinacionales en venir a Colombia, bien a
extender sus proyectos extractivos, o para operar unos nuevos, justamente en
los territorios que las Farc abandonarán una vez se desmovilicen.
Por supuesto que la negociación
política con las Farc implicó ceder en algunos asuntos no estructurales en la
operación del Estado y el Mercado, que obviamente alimentan las “diferencias”
entre el Presidente y el ex mandatario antioqueño. Hablo en particular de lo
que tiene que ver con la Reforma Agraria Integral, el modelo de justicia
transicional y la participación política de los miembros de las Farc.
La tozuda postura de Uribe se
explica por los miedos[2] que
le producen la entrada en vigencia de la Jurisdicción Especial de Paz y el
informe que pueda entregar en unos años la Comisión de la Verdad; y también se
opone a la revisión del modelo de producción agrario, dado que en su condición
de ganadero y latifundista, a toda costa defiende el gran latifundio y la
agroindustria. Finalmente, Uribe[3]
defiende los intereses de unos sectores de poder que dentro del Establecimiento
se oponen a la ampliación de la democracia y a la posibilidad de darles un
respiro a las comunidades indígenas, afro y campesinas, sempiternas víctimas de
los actores del conflicto y por supuesto, del modelo latifundista,
agroindustrial y ganadero que auspicia el senador Uribe.
Lo que parece que no tiene claro
el Papa Francisco es que Uribe[4] y
Santos son dos neoliberales. Uno, educado y diplomático; y el otro, montaraz y
rústico. Lo único que los podría
diferenciar es que el primero, durante ocho años, buscó acabar militarmente con
las Farc, al tiempo que consolidaba el modelo económico extractivo, afectando
en materia grave el medio ambiente y valiosos y estratégicos ecosistemas
naturales. Y el segundo, se hizo elegir Presidente, amparado en la popularidad
de Uribe y tomó la decisión de parar la guerra interna, el desplazamiento
forzado y la generación de víctimas, sin desatender la receta neoliberal y
mucho menos abandonar la reprimarización de la economía.
Insisto en que es un error hablar
de las “rencillas” entre Uribe y Santos, sin explicar el trasfondo que bien
podría explicarlas y matizarlas, si la Gran Prensa no hubiese convertido estos
asuntos en una pelea para el disfrute de
la galería. Y resulta bochornoso “internacionalizarlas” con la tierna
mediación del Papa Francisco, negando el ya señalado trasfondo y minimizándolo
hasta el punto de hacer creíble y posible que en 50 minutos se pueda zanjar lo
que está profundamente anclado a la historia de un país desigual, manejado por
una élite mezquina y corrupta, que mira con desdén los proyectos de vida de
campesinos, afrocolombianos e indígenas y su permanencia en territorios y zonas
“aprovechables” económicamente.
Algunos piensan que no habrá paz
en el país sin el concurso de Uribe, por ello la insistencia en “acercarlo”
nuevamente al Presidente Santos. Con o sin Uribe, una parte del Establecimiento
estará presta a oponerse a la construcción de una paz estable y duradera. El
problema no es Uribe, sino los que hay detrás de él y lo que este defiende[5]. Lo
demás, es comidilla para un periodismo de parroquia que pone sus focos en
peleas y discursos altisonantes para ocultar lo que realmente constituye un
asunto público: las relaciones entre el Estado, la Sociedad y el Mercado.
Adenda: la cita pactada con el Papa, solo sirvió para que
aparecieran risibles “memes” de esa mediática y novelada “relación” entre
Santos y Uribe, así como ácidos comentarios en torno al publicitado encuentro.
Imagen tomada de ELTIEMPO.COM
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