Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Las reacciones de rechazo de cientos de miles de colombianos
por el atroz crimen cometido contra Yuliana Samboní, bien podrían abocar en una fuerte
reflexión colectiva en torno a las circunstancias contextuales que rodean este
caso. Para que ello suceda, habría que contar con el liderazgo del Gobierno nacional o
de una entidad estatal en particular,
que descifre lo que social, política y culturalmente está detrás del execrable
crimen y que se quedará por fuera y oculto, una vez se imponga la pena al confeso asesino, Rafael Uribe
Noguera, con todo y el carácter vindicativo que esta tendrá en este caso y en
otros.
Ya varios columnistas han
señalado puntos y perspectivas de análisis sobre el execrable crimen. Desde una
lectura de clase que “justificaría y explicaría” el crimen cometido por Rafael
Uribe Noguera, un adinerado arquitecto, pasando a otra interpretación en la que
se advierte como factor determinante, su condición de Macho, hombre blanco,
occidental, que asesina a una menor indígena, desplazada y pobre.
El crimen de Yuliana Samboní se
torna sonoro y llamativo a una opinión pública que, cautiva y presa de lo que
dicen, matizan y niegan los Medios masivos (la gran prensa bogotana), parece
ser incapaz de hacer cruces de hechos y circunstancias que permitan modificar
sustancialmente la forma como cotidianamente nos relacionamos. Y es así, porque
insisto en que esa opinión pública se mueve alrededor de una toma de conciencia
que se torna episomediática[1]. En
un tiempo, pocos se acordarán de la muerte de la menor y de Uribe Noguera, su perfumado y educado verdugo.
Quizás, entonces, sea tiempo de
revisar el consumo cultural que del cuerpo de la Mujer y de lo femenino venimos
haciendo en esta sociedad machista. Y el crimen de Yuliana Samboní bien debería
de hacernos reflexionar en torno a la forma como nos representamos a la Mujer.
Su cosificación, por la acción del lenguaje y de otras prácticas o dispositivos
culturales, como la publicidad sexista, es el primer acto de violencia que la
misma sociedad que hoy desea linchar a Rafael Uribe Noguera, o que pide cadena
perpetúa o la castración química, valida y legitima a diario cuando guarda silencio frente a la
publicidad sexista que exhibe a la Mujer como una mercancía o un objeto de
incontrolable deseo.
En esa línea, propongo que
revisemos el lugar que la sociedad colombiana le ha dado y negado a la Mujer.
Muy seguramente al revisar el asunto, encontramos una historia de sometimiento,
anulación y violencia que muchos no se atreven a reconocer en el crimen
cometido contra Yuliana Samboní. No hacerlo constituye un error y un obstáculo
que debe ser superado rápidamente. Por ello es importante una acción estatal y
privada en aras de proponer un proyecto
cultural para el país, ahora que se habla de paz y reconciliación.
Y ese proyecto cultural debe
soportarse en un cambio profundo en las relaciones Estado, Sociedad y Mercado y
en particular, en las formas relacionales que se han construido entre Hombres y
Mujeres, y entre Niños y Niñas. No basta con rechazar los actos de violencia
intrafamiliar en los que las mujeres resultan abusadas y golpeadas. Hay que
avanzar hacia la consolidación de un ethos
distinto, dejando atrás ese ethos mafioso
y criminal que dejó ver Uribe Noguera y sus hermanos. Ethos mafioso y criminal que orienta e ilumina las vidas y las
actuaciones de muchos de los miembros de nuestras élites. No se trata
exclusivamente de la familia Uribe Noguera. Basta, para muchos miembros de las
élites, con hacer una llamada para desaparecer a una persona que les resulta
incómoda, dañar o conseguir un negocio, hacerse a un cargo, desviar un contrato
o simplemente, evitar la acción de una autoridad pública.
Así entonces, es la oportunidad
para que el Ministerio de Educación lidere la discusión, junto a las
universidades y otros sectores societales, para avanzar en la construcción de
ese nuevo proyecto cultural que nos ayude a proscribir ese ethos mafioso y criminal que la sociedad colombiana a diario valida
y justifica, a pesar de las muestras de dolor y rabia por crímenes como el de
Yuliana Samboní.
Imagen tomada de univisión.com
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