Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Nuevamente el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, pone en la agenda mediática el tema de la despenalización de la droga. Detrás del tema, controversial per se, hay consideraciones políticas y económicas, convertidas en los mayores obstáculos para aceptar y hacer viable la propuesta. De otro lado, no existen consideraciones morales y éticas porque en asuntos de reproducción del capital, estos elementos, realmente, son nimiedades. De igual manera, en el asunto aparecen actores globales y gobiernos que en privado se oponen a la idea de Santos.
El primero en hacerlo sería el gobierno de los Estados Unidos. El tráfico de drogas y la consecuente persecución militar, policial, económica y política ha servido a esta potencia, para someter a sucesivos gobiernos colombianos a la doctrina y a los intereses de agencias como la DEA, órgano burocrático y corrupto, con gran poder en la política interna norteamericana y estructura desde la cual los Estados Unidos someten a Estados como Colombia, a una política antidrogas con la que lo único que se logra es sostener la ilegítima política unilateral de certificar a aquellos países que aceptan las imposiciones de la agencia norteamericana y por supuesto, elevar los costos de producción y comercialización de las drogas calificadas como ilícitas.
El sistema financiero nacional e internacional se opone en silencio a la propuesta de Santos, porque a los banqueros poco les importa los orígenes del capital, tan sólo les interesa su reproducción, captación y circulación. Los grandes capitales que mueve el narcotráfico alimentan los paraísos fiscales de países como Suiza y Panamá, entre otros, que aprovechan muy bien las ganancias que deja movilizar, en completo contubernio con gobiernos corruptos del mundo, las cuantiosas sumas de dinero que depositan y mueven narcotraficantes disfrazados de empresarios, dictadores y cuanta empresa de fachada se constituye para el lavado de activos.
En la misma dimensión internacional pueden aparecer actores como la FIFA y clubes deportivos de ligas del mundo, que se benefician, directa o indirectamente, de negocios como las apuestas y las propias transacciones de jugadores, utilizados por narcotraficantes para lavar dinero. En general, los deportes espectáculo suelen servir a los propósitos de quienes se benefician de la ilegalidad de la producción de drogas.
Otros actores que se oponen, en silencio o en público, a la despenalización de la droga, son, en el plano nacional, las Farc, los banqueros y las finas redes de lavado de dinero, en las que sobresalen todo tipo de empresas de fachada.
Las mismas fuerzas armadas y de Policía que combaten a los carteles y a los micro carteles, se opondrían a la propuesta de Santos por cuanto dejarían de recibir las astronómicas sumas de dinero y de recursos que demanda mantener la guerra contra las drogas, lo que sin duda facilita la corrupción de sectores burocratizados de dichas fuerzas.
Varias economías del mundo, por no decir que toda la economía mundial, ve y vería con malos ojos la propuesta de Santos Calderón. Hoy día, ante la contracción de economías hasta ayer fuertes, la propuesta del Presidente de Colombia, resulta inviable e improcedente, pues es evidente que las millonarias sumas que produce el negocio de las drogas, en un alto porcentaje, logran penetrar los canales legales de circulación del capital.
Por tanto, la propuesta de Santos de que despenalizaría la droga en Colombia, si el “mundo lo acepta”, no es más que una salida facilista para manipular a la opinión pública, eludiendo su responsabilidad en el tema y ocultando la relación indigna que sostiene con los Estados Unidos y con la DEA, frente a un asunto que es multilateral.
Nuevamente el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, pone en la agenda mediática el tema de la despenalización de la droga. Detrás del tema, controversial per se, hay consideraciones políticas y económicas, convertidas en los mayores obstáculos para aceptar y hacer viable la propuesta. De otro lado, no existen consideraciones morales y éticas porque en asuntos de reproducción del capital, estos elementos, realmente, son nimiedades. De igual manera, en el asunto aparecen actores globales y gobiernos que en privado se oponen a la idea de Santos.
El primero en hacerlo sería el gobierno de los Estados Unidos. El tráfico de drogas y la consecuente persecución militar, policial, económica y política ha servido a esta potencia, para someter a sucesivos gobiernos colombianos a la doctrina y a los intereses de agencias como la DEA, órgano burocrático y corrupto, con gran poder en la política interna norteamericana y estructura desde la cual los Estados Unidos someten a Estados como Colombia, a una política antidrogas con la que lo único que se logra es sostener la ilegítima política unilateral de certificar a aquellos países que aceptan las imposiciones de la agencia norteamericana y por supuesto, elevar los costos de producción y comercialización de las drogas calificadas como ilícitas.
El sistema financiero nacional e internacional se opone en silencio a la propuesta de Santos, porque a los banqueros poco les importa los orígenes del capital, tan sólo les interesa su reproducción, captación y circulación. Los grandes capitales que mueve el narcotráfico alimentan los paraísos fiscales de países como Suiza y Panamá, entre otros, que aprovechan muy bien las ganancias que deja movilizar, en completo contubernio con gobiernos corruptos del mundo, las cuantiosas sumas de dinero que depositan y mueven narcotraficantes disfrazados de empresarios, dictadores y cuanta empresa de fachada se constituye para el lavado de activos.
En la misma dimensión internacional pueden aparecer actores como la FIFA y clubes deportivos de ligas del mundo, que se benefician, directa o indirectamente, de negocios como las apuestas y las propias transacciones de jugadores, utilizados por narcotraficantes para lavar dinero. En general, los deportes espectáculo suelen servir a los propósitos de quienes se benefician de la ilegalidad de la producción de drogas.
Otros actores que se oponen, en silencio o en público, a la despenalización de la droga, son, en el plano nacional, las Farc, los banqueros y las finas redes de lavado de dinero, en las que sobresalen todo tipo de empresas de fachada.
Las mismas fuerzas armadas y de Policía que combaten a los carteles y a los micro carteles, se opondrían a la propuesta de Santos por cuanto dejarían de recibir las astronómicas sumas de dinero y de recursos que demanda mantener la guerra contra las drogas, lo que sin duda facilita la corrupción de sectores burocratizados de dichas fuerzas.
Varias economías del mundo, por no decir que toda la economía mundial, ve y vería con malos ojos la propuesta de Santos Calderón. Hoy día, ante la contracción de economías hasta ayer fuertes, la propuesta del Presidente de Colombia, resulta inviable e improcedente, pues es evidente que las millonarias sumas que produce el negocio de las drogas, en un alto porcentaje, logran penetrar los canales legales de circulación del capital.
Por tanto, la propuesta de Santos de que despenalizaría la droga en Colombia, si el “mundo lo acepta”, no es más que una salida facilista para manipular a la opinión pública, eludiendo su responsabilidad en el tema y ocultando la relación indigna que sostiene con los Estados Unidos y con la DEA, frente a un asunto que es multilateral.
<strong>Nota: publicada en el portal www.nasaacin.org,http://www.nasaacin.org/attachments/article/3374/Despenalizar%20la%20droga.pdf ; también, publicada en el portal www.hechoencali.com, http://www.hechoencali.com/%C2%BFdespenalizar-la-droga/
2 comentarios:
German esta bueno el apunte, pero para nadie es un secreto que en Colombia existe doble economía y esa otra economía es la que permite que el país no se reviente,
Atte.
Diego
Santos es un populista.
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