YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 24 de julio de 2013

LOS QUE MUEREN EN LA GUERRA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

La guerra interna colombiana se caracteriza porque los actores armados suelen no respetar las normas del derecho internacional humanitario. Es decir, que ni la Fuerza Pública, ni las guerrillas y mucho menos los paramilitares guardan respeto o siguen, por ejemplo, lo consignado en el Protocolo II.

Por estos días, el ministro de la Defensa nuevamente apela a la sensiblería patriótica al denunciar que 15 de sus muchachos fueron cruelmente asesinados, masacrados y ultimados por guerrilleros de las Farc. Su discurso patriotero es recogido y ampliado por los medios masivos con el claro propósito de generar una opinión pública negativa en torno al proceso de paz[1] que se adelanta en La Habana y por supuesto, aumentar la animadversión hacia las Farc, en especial en centros urbanos que suelen ver y sentir de la guerra de manera distinta y distante, a como realmente sucede en campos y selvas. 

Ahora, con la muerte de 15 soldados en Arauca, el Gobierno de Santos, con la ayuda denodada de la gran prensa bogotana, quiere ocultar los errores tácticos  y las fallas en la inteligencia que sin duda se cometieron y que permitieron a las Farc dar semejante golpe de mano, con la sevicia con la que muy seguramente actuaron varios guerrilleros que ‘remataron’ con tiros de gracia a tres de los soldados, según lo consigna Medicina Legal en el informe forense. Y por ese camino, los combatientes del Estado aparecen como simples víctimas[2], cuando se supone que son soldados equipados y preparados para matar guerrilleros y para responder a un ataque de la subversión, por más feroz que sea. Es decir, están allí bien para morir o para matar. Así de sencillo. La superación en número, la toma por sorpresa, el uso de armas convencionales y no convencionales, y el uso de disímiles formas y medios para golpear, son elementos y circunstancias que todos los actores armados usan y tienen cuenta a la hora de buscar al enemigo para matarlo o capturarlo.

El lenguaje periodístico-noticioso[3] permite que la opinión pública repudie al unísono la muerte de los 15 militares. No sucede lo mismo, claro está, cuando la fuerza pública asesina a guerrilleros, usando bombas[4] arrojadas desde aviones de la Fuerza Aérea. A nadie parece doler la muerte de jóvenes colombianos que creen defender una causa justa o que están allí porque no hay, no hubo más opciones de vida. Muchas veces los militares han dado fuertes golpes de mano a las guerrillas y nadie suele preocuparse por la suerte de los cuerpos de los caídos, se haya producido su muerte en combates o en tomas por sorpresa en donde el enemigo no tiene tiempo de defenderse.

Me pregunto: ¿cómo quedan los cuerpos de los guerrilleros ‘dados de baja’ que mueren por la explosión de las bombas arrojadas desde aviones militares? ¿Será que el hecho de que los pongan en bolsas negras sirve para ocultar el estado en que quedan los cuerpos después de feroces ataques aéreos? ¿Son reconocibles? ¿Podemos tener la certeza de que los soldados de la patria no han ‘rematado’ guerrilleros con tiros de gracia? Creo que no[5]. En esta guerra sucia y degradada, las consideraciones humanas sobran porque en el entrenamiento que reciben unos y otros sobresalen la sed de venganza, que los pone al límite de la barbarie.

Si bien ha sido difícil ‘humanizar’ el conflicto exigiendo a los actores armados el respeto a las normas del derecho internacional humanitario, especialmente en lo que concierne al tratamiento de los combatientes, lo que sí pueden hacer los medios masivos de comunicación, de cara a las conversaciones en La Habana, es evitar que el lenguaje periodístico-noticioso se convierta en herramienta ideológica para ocultar errores tácticos y descuidos militares, pero sobre todo, para poner como víctimas a unos soldados que deben estar preparados para matar o morir en cualquier momento.

Los soldados y guerrilleros que hoy mueren en las selvas, convertidas en teatro de operaciones, son víctimas de la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades. Unos y otros son jóvenes pobres, metidos en una guerra de la que suelen beneficiarse no sólo los señores de la guerra, y las empresas que fabrican  y venden armas y pertrechos, sino la clase dirigente que insiste en prolongar la guerra para ocultar las debilidades y los problemas de un orden social, político, económico y cultural ilegítimo



[1] Se aceptó dialogar en medio de la guerra, hecho que la prensa minimiza, para amplificar la voz del ministro de la Defensa, que claramente está allí para defender a los hombres bajo su mando, así sea ocultando errores militares y no para defender la finalización de la guerra en la que mueren jóvenes pobres. Es más, las mismas Farc propusieron varias veces una tregua bilateral del fuego, pero la propuesta fue rechazada por el Gobierno de Santos. Incluso, hay que recordar que el grupo guerrillero llevó a cabo una tregua unilateral, que al parecer cumplieron.

[2] Se propone una lectura lastimera. Con un ‘pobrecitos los soldados’, la opinión pública cree entender qué es lo que pasa con la guerra interna colombiana.

[3] El titular de la revista Semana, Sabíamos que eran tiros de gracia” (sic), coadyuva a la construcción de pesar y de animadversión hacia el proceso de paz y hacia un actor armado, que junto a los otros actores del conflicto, es responsable de la violación de los derechos humanos. http://www.semana.com/nacion/articulo/sabiamos-eran-tiros-gracia/351833-3


[4] Poco se informa sobre el miedo y el terror que producen dichas explosiones en animales y en la población civil que habitan cerca de los campamentos guerrilleros atacados por la fuerza pública. Y menos se informa sobre los impactos ambientales que dejan las explosiones de estas bombas en bosques, ríos y cultivos.

[5] El hecho de que el ministro de la Defensa diga que se respetó la vida de guerrilleros heridos en combate, no quiere decir que en el fragor de los enfrentamientos, uno o varios soldados hayan violado los protocolos humanitarios de la guerra. 

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