Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Por las buenas o por las malas,
de acuerdo con el talante mostrado por el Gobierno de Santos, el Paro Nacional
Agrario deberá llegar a su fin. Es posible que pasen unos días más, antes de
que las partes logren conciliar las soluciones que ofrece el Presidente y las
exigencias de los voceros del Paro.
Más allá de los interesados e
inconvenientes tratamientos noticiosos
que de los hechos del Paro Nacional Agrario ha hecho la gran prensa bogotana y
hasta del inconveniente y peligroso tratamiento político-militar que el Gobierno
le viene dando a las marchas y al Paro mismo, bien vale la pena mirar qué
efectos políticos y electorales dejará esta clara muestra de descontento social
de cientos de miles de colombianos, que sienten que el Estado no los reconoce
como ciudadanos y que por el contrario, busca su desaparición tal y como sucede
con el campesinado, desde una perspectiva identitaria. De esta manera, propongo
la siguiente tesis:
Paso a paso y día a día, el Paro
Nacional Agrario se convierte en la
coyuntura política y electoral capaz de incidir, negativamente, en la
reelección de Juan Manuel Santos. Es más, las dimensiones del Paro y la
excesiva lentitud del gobierno de Santos para responder a las sentidas demandas
de los disímiles sectores sociales que hoy se levantan, podrían desplazar,
golpear o hacer cambiar la relación Proceso de Paz-Reelección, por Paro
Agrario- Reelección. Con un agravante: lo que se discute en La Habana y la
dinámica de las negociaciones entre Farc y voceros del Gobierno, parecen
alejadas de las protestas sociales y de la turbulencia de los últimos días y en particular, de los
legítimos reclamos de campesinos, trabajadores del campo y labriegos.
Así las cosas, la agenda
electoral y política de 2014 estaría atada a la naturaleza del Paro Agrario, a
sus efectos y a los alcances de los acuerdos a los que lleguen los voceros de
campesinos y transportadores, entre otros sectores sociales, y los ministros
que representan al Gobierno.
A lo anterior se sumarán,
necesariamente, otros elementos tales como la criminalización de la protesta
social, el uso desmedido de la fuerza por parte del ESMAD, el anuncio de la
militarización de Bogotá y de otras ciudades, el discurso retador de Juan
Manuel Santos, así como la ineficacia gubernamental para encontrar rápidas
soluciones al Paro y hasta el desinterés
del Presidente de escuchar a los campesinos, dado que su origen de clase le
impide acercarse con respeto a los campesinos. De esta manera, el escenario
electoral de 2014 se tornará difícil de cara a la reelección de un gobierno
neoliberal, que ha buscado insertarse en el mercado internacional, siguiendo
los derroteros del Consenso de Washington y del FMI, y por supuesto,
continuando los caminos que trazó César Gaviria Trujillo con la apertura
económica de 1990.
Las legítimas protestas del paro,
los bloqueos de vías y los enfrentamientos entre policías y manifestaciones,
configuran un escenario de profundo descontento social, que sin duda, desborda
las capacidades del Gobierno de Santos de modificar sustancialmente condiciones
y circunstancias estructurales que están detrás del Paro Agrario, esto es, un
modelo de desarrollo económico profundamente inequitativo, violento y generador
de exclusiones, así como insostenible social y ambientalmente.
Ahora bien, si de cara a las
elecciones de 2014 los colombianos logran mantener vivas en la memoria
colectiva las manifestaciones, así como los hechos generados por el Paro
Agrario, Santos deberá apelar al poder económico y político que le da llegar a
las elecciones en su calidad de Presidente-candidato, para convencer y persuadir a millones de
votantes que hoy tienen claro que él representa de manera exclusiva a sectores
poderosos que históricamente han cooptado al Estado para garantizar grandes
beneficios para unos pocos.
Muy seguramente deberá apelar a
prácticas clientelistas para comprar las conciencias de quienes hoy reconocen
no sólo la inviabilidad socio ambiental del modelo económico que el Presidente
agencia, sino los riesgos que en materia de seguridad alimentaria corre el país
de cara a mantener las condiciones de producción de alimentos pactadas en los
Tratados de Libre Comercio, en especial el firmado con los Estados Unidos.
El régimen de Santos muestra una
excesiva confianza en que logrará la reelección exclusivamente con el poder
clientelista de aquellos caciques y líderes políticos que hacen parte de una
Unidad Nacional que se sostiene en los apetitos burocráticos de aquellos
miembros de los partidos y movimientos que hacen parte de la coalición de
Gobierno.
Es posible que en las elecciones
de 2014 se lleven una desagradable sorpresa. Y si se da ese escenario, en el
que claramente aparecerá el discurso guerrerista aupado desde el Centro
Democrático, entonces los campesinos y demás trabajadores asociados a las
dinámicas rurales, deberán mantenerse en pie de lucha porque el modelo de
desarrollo económico no sólo no se modificará, sino que por el contrario, se
fortalecerá por la vía de las acciones violentas de un Estado privatizado y
dominado por una élite a la que le interesa más insertarse a los procesos
económicos, políticos y culturales que devienen con la globalización, que
atender las legítimas demandas de unos “zarrapastrosos”
que no respetan el “linaje” de
quienes de tiempo atrás pisotean sus derechos y desdicen de sus prácticas
culturales.
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