Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y
politólogo
Son tantas las
preguntas, dudas y las infaltables especulaciones que giraron y que aún giran
en torno al desplazamiento del General
Alzate a una zona roja, vestido de civil,
desarmado, sin escoltas y la posterior retención por parte de miembros del
Frente 34 de las Farc, que la declaración leída anoche 01 de diciembre, dejó
más interrogantes.
Forzado por el
Presidente y muy seguramente por la propia cúpula militar, Alzate Mora entregó una
versión de los hechos que en lugar de despejar y responder interrogantes, dejó
más dudas frente a lo que realmente pasó ese día en el caserío Las
Mercedes. Hasta el Procurador Ordóñez
dijo que en este caso hay extrañas
circunstancias.
El país mediático
estaba reclamando respuestas. Se esperaba, eso sí, una rueda de prensa y unos
periodistas acuciosos por saber qué fue lo que realmente pasó. De la lectura
del comunicado quedan claros varios asuntos: el primero, falló la inteligencia
militar. Se cometieron errores protuberantes en la interpretación de los hechos
y de la información de orden público y de los movimientos del enemigo en la
zona; el segundo, el General se equivocó al no seguir los protocolos de
seguridad, y por eso pidió la baja, con voz entrecortada. El tercero, la renuncia del
alto oficial debilitará aún más las relaciones entre la cúpula militar y el
Gobierno de Santos, en particular con el Presidente y su ministro de la
Defensa. El cuarto asunto tiene que ver con la rapidez con la que la baja o solicitud de retiro de la fuerza
fue aceptada por el Presidente. Sin duda, estaba ‘pactada’ la salida del alto
oficial. No se trató de una decisión autónoma y repentina del oficial. Intentaron,
eso sí, darle una salida digna, permitiéndole dar unas explicaciones que a
nadie convencieron.
El proceso de La Habana
Los primeros
efectos de la retención o secuestro de Alzate ya el país los conoce: Santos,
presionado por la cúpula militar, dejó de lado sus dudas y su molestia frente a
la desaparición del General y suspendió
las conversaciones con las Farc[1].
Violó las reglas con las que se pactó negociar en La Habana.
En estos momentos,
la confianza entre los equipos
negociadores está debilitada. Y será difícil recuperarla ahora que se sabe
que el General cometió errores que por su rango y experiencia, no podía
cometer. Es decir, por la incompetencia de un alto oficial el proceso de paz se
puso en riesgo. Menos mal no se trató de una ruptura definitiva.
Muy seguramente los
máximos voceros de las Farc exigirán al Gobierno continuar con los diálogos,
sobre la base de respetar lo acordado. Es decir, que lo que pase en Colombia no
afecte la mesa de conversaciones. O por el contrario, insistirán en la
declaración de un cese bilateral del fuego o por lo menos, la discusión del
desescalamiento de los actos y hechos de guerra. Y ello incluye, que las Farc
no ataquen infraestructura económica y abandonen otras prácticas de guerra y
por el lado de la fuerza pública, un cese bombardeos hasta que se firme el fin
del conflicto.
Santos deberá dar
claras muestras de que la unidad de mando de las tropas estatales está en sus
manos y que él, como comandante y jefe supremo de las fuerzas armadas, tiene
total control de las decisiones operacionales de las distintas fuerzas. No es
bueno y mucho menos resulta presentable que la cúpula fariana termine dando
mejores muestras de unidad de mando que el propio jefe del Estado. El operativo
dispuesto para devolver al General Alzate da muestras de unidad de mando al interior
de las Farc. Por lo delicada de la situación, el máximo jefe de las Farc envió
al comandante Pastor Álape para que asumiera la entrega del militar.
Por ello, y de cara
a la continuidad del proceso de paz, Santos deberá mandar mensajes claros a la Mesa
instalada en Cuba, en el sentido en que sobre él descansa la unidad del mando
de la tropa y el sometimiento de la misma al poder civil. Y la mejor forma de
hacerlo es sacudir la cúpula militar y llamar a calificar servicios a todos
aquellos oficiales que no lo acompañen en su idea de firmar el fin del
conflicto con las Farc. En especial, aquellos que aún mantienen contacto y
guardan afecto por aquel que por ocho años debilitó la institución castrense,
creando mecanismos paralelos o formas de operar por fuera de la ortodoxia
militar. Es más, la figura del ministro de la Defensa, Juan Carlos Pinzón,
deviene desgastada tanto para el país político, como hacia el interior de las
fuerzas armadas.
El proceso de paz
necesita con urgencia que la cúpula militar se apersone de los temas militares
que los une con las Farc. Temas como el desescalamiento del conflicto, la
entrega de armas, la concentración de las Farc ante un eventual cese
bilateral y el desminado, entre otros
asuntos, necesitan ser discutidos por militares y policías activos. Es
conveniente que los combatientes discutan esos y otros asuntos, cara a cara.
Finalmente, son ellos los que aún están en pie de guerra.
Nuevamente saldrán
a señalar los enemigos del proceso de La Habana que la moral se verá afectada
por la presencia de militares activos en la Mesa de Diálogo. No se trata de que
el fin del conflicto lo pacten los combatientes. De lo que se trata es de
aceptar que hay asuntos de la guerra que solo pueden ser discutidos por quienes
participan de las hostilidades en su calidad de “guerreros”.
Horas después de la liberación
Una vez entregado
el General Alzate Mora, el suboficial Contreras y la abogada Gloria Urrego a
funcionarios del Comité Internacional de la
Cruz Roja, el Ejército corrió con total diligencia y hermetismo a hacer
dos tareas: una, vestir al “desnudo” General y la segunda, a pedirle
explicaciones al militar y presionar que diera una declaración que confirmara
que se trató de un secuestro.
El Ejército quiso
convertir la liberación del General Alzate Mora en una suerte de operativo de
reivindicación del nombre del alto oficial, así como de la fuerza a la que
pertenece, mancillados por la retención y/o secuestro, perpetrada por miembros
del Frente 34 de las Farc y además, por las versiones ultrajantes que
circularon en los medios masivos y redes sociales, con las que se indicaba que
se trataría de un error imperdonable de un oficial de tan alta graduación. Pero
los hechos narrados por Alzate en la reunión privada con el Ministro de la Defensa
y la cúpula militar y la presión de Santos, no pudieron evitar el desenlace que
hoy el país conoce, así persistan muchas
dudas sobre lo que realmente hacía el General en la zona en donde fue
retenido o secuestrado.
Y es que se trató
del secuestro de un General. Y eso siempre lo tuvieron claro la prensa, el
Gobierno y la cúpula militar; mientras que los voceros de las Farc hablaban de
un prisionero de guerra y de lujo. Por 14 días, las Farc tuvieron prisionero, retenido o secuestrado a un alto oficial. Sin
duda, un hecho político y militar con el que las Farc mandaron un claro
mensaje: a pesar de ocho años de seguridad democrática, parte del Chocó sigue
sin consolidarse por parte del Estado, de allí que aún mantengan la capacidad de hacer daño. Pero ese mismo hecho político y
militar para las Fuerzas Militares,
significó un golpe a la moral, a
la dignidad y al honor militar de sus hombres y una inesperada afrenta de la
que tardarán en reponerse. La única forma de resarcir ese golpe será asesinando
o capturando a un miembro de la cúpula fariana.
Por ello y ante las
reacciones negativas de sectores de la opinión pública por las confusas
circunstancias en las que el General, la abogada Gloria Urrego y el Cabo
Contreras fueron privados de la libertad, el comando del Ejército decidió
evitar que Alzate Mora se enfrentara a
un interrogatorio periodístico en donde esas dudas y las versiones que
intentaban explicar su presencia de civil y sin escoltas, en Las Mercedes,
territorio fariano, salieran a flote y sirvieran para develar lo que el 01 de
diciembre el General aceptó: que se
trató de un error (¡todo un papayazo!) que los guerrilleros del Frente 34 no
esperaban y que aprovecharon para exhibir al General Alzate como un trofeo de
guerra.
Lo cierto es que el
hermetismo con el que el Ejército manejó el regreso del General y el de sus acompañantes, es una clara
muestra de desconfianza frente a una prensa bogotana que, a pesar de ser afecta
al régimen, no goza de la plena confianza de la cúpula militar.
Escolio. El General Alzate habló en su declaración
que fue obligado a posar y a hacer parte de un show mediático, en referencia a
las fotografías tomadas y divulgadas por las Farc antes de ser liberado. Baste
con recordar la digna actitud de Ingrid Betancur que no quiso hablar ante la
grabación de una prueba de supervivencia. Guardó silencio. El General bien pudo
negarse a hacer parte de las imágenes, en especial aquella en la que aparece
con el guerrillero Pastor Álape.
Foto tomada de www.semana.com
Foto tomada de www.semana.com
[1] Véanse
las siguientes columnas: http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2014/11/sobre-el-caso-del-general-alzate-i.html;
http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2014/11/sobre-el-caso-del-general-alzate-ii.html;
http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2014/11/la-prensa-y-el-general-alzate.html;
http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2014/11/lo-que-se-viene-despues-de-la-crisis-en.html
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