Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
A pesar del nuevo aire que ha
tomado el Proceso de Paz de La Habana, hay dos asuntos que mantienen aún
empantanada la negociación: el primero, los términos y alcances de la justicia
transicional; y el segundo, las condiciones de seguridad que el Estado deberá
brindar a la cúpula de las Farc y a los desmovilizados de las bases farianas,
para que no se repita la historia de la Unión Patriótica, exterminada por la
acción criminal de agentes del Estado que operaron en contubernio con estructuras
paramilitares.
En lo que respecta al primero,
las Farc han insistido en que el proceso de La Habana, se sostiene en y tiene el
carácter de una negociación y en la decisión de someterse a la
justicia y al Estado colombiano. De allí, entonces, que la justicia
transicional que resulte de ese proceso de negociación, deberá reconocer las
aspiraciones de la cúpula de las Farc, que insiste en no aceptar el pago de
penas en cárceles estatales. Si bien hoy existe un escenario jurídico
internacional que exige al Estado colombiano niveles estandarizados de
justicia, en especial para el juzgamiento de delitos de lesa humanidad y
crímenes de guerra, éste no puede ser óbice para que el país, en perspectiva
soberana, asegure el fin del conflicto y niveles mínimos y aceptables de
verdad, justicia y reparación, que cobije a todos los actores armados.
Y en este punto, se ancla de
manera natural la Comisión de la Verdad acordada entre los negociadores del
Gobierno y de las Farc. Es urgente que esta Comisión se conforme cuanto antes,
para asegurar que la verdad que vaya emergiendo de los procesos de pesquisa y
confrontación de versiones que logren hacer los comisionados, sirva como base
política, para legitimar la aspiración de la cúpula fariana de no pagar un día
de cárcel y la exigencia de que, en un eventual caso de darse y aceptarse penas
privativas de la libertad, estas se extiendan a políticos, militares,
empresarios, banqueros, industriales y ganaderos, entre otros, que auparon y
apoyaron la conformación y la operación de las estructuras paramilitares y por
supuesto, el apoyo brindado a las fuerzas estatales. De igual manera, que se
procesen a militares y policías, en tanto éstos hacen parte de los actores
armados que participaron y participan aún del conflicto armado interno.
Mientras la Comisión de la Verdad
opera, la justicia colombiana debe avanzar con celeridad para recopilar
información y los hechos, y así procesar a los máximos responsables de las
Farc, por los delitos cometidos por razones del conflicto.
Se trata, entonces, de reconocer
que en el conflicto interno colombiano han participado tres actores armados:
Fuerza Pública, en representación y defensa del Estado, los Paramilitares,
cuyas estructuras se diseñaron y operaron en contubernio con las fuerzas
legales, y por supuesto, las organizaciones guerrilleras que se levantaron contra el
Estado. Y se deberá reconocer, también, que unos y otros, recibieron apoyo
económico, social y político de ciudadanos, asociaciones, empresas y disímiles
grupos de poder, lo que los convierte en responsables indirectos de los crímenes,
de los desastres socio ambientales y de la crisis humanitaria expresada en los millones de desplazados que deambulan por ciudades y pueblos.
En lo que respecta al segundo asunto, el Gobierno de
Santos está comprometido con las Farc en el diseño de condiciones de
seguridad, que brinden garantías a los líderes farianos de que no serán
asesinados, una vez hagan dejación de armas y se reintegren a la sociedad, para
participar de la vida política, social y económica. El genocidio político de la
Unión Patriótica no puede repetirse. De allí que la cúpula de las Farc exija al
Gobierno las garantías suficientes de que esa historia de persecución y muerte
que sufrieron por lo menos cuatro mil miembros de la UP, no se repetirá con los
cuadros de las Farc.
En lo que tiene que ver con la verdad sobre el paramilitarismo, huelga señalar que las circunstancias que rodean la gran fosa común de la
Escombrera, en Medellín, son el claro ejemplo de la lentitud con la que avanzan
las investigaciones alrededor de la operación conjunta entre militares y
paramilitares en la llamada Operación Orión, y por supuesto, alrededor del esclarecimiento de las identidades
de quienes fueron asesinados por estas fuerzas. Sin duda, allí, en esa enorme
escombrera, no solo están enterrados los cuerpos de las víctimas de las
acciones de militares y paramilitares, sino la débil institucionalidad del
Estado local, regional y nacional y la indolencia de una sociedad que se
acostumbró a la barbarie y que naturalizó y validó los crímenes
cometidos por las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Mientras no se avance en los asuntos señalados en esta columna, las
negociaciones de los puntos restantes de la Agenda, seguirán estancadas y
posiblemente, la continuidad del Proceso y la firma misma del fin del conflicto
armado se pongan en riesgo. Reconocer que existe un nudo gordiano en la negociación, es
parte de la solución.
Baste con mirar apartes del documento Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, para entender
que el estancamiento de las negociaciones en La Habana, está dado por la poca
celeridad que exhibe el Gobierno, en el cumplimiento de lo acordado.
Veamos apartes del señalado documento, para que entendamos y dimensionemos los retos que tiene el Gobierno de Santos y el Estado en su conjunto, para cumplir con lo acordado.
“3. Fin del conflicto
Proceso integral y simultáneo que implica:
1. Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo.
2. Dejación de las armas.
Reincorporación de las FARC-EP a la vida civil -
en lo económico, lo
social y lo político -, de acuerdo con sus intereses.
3. El Gobierno Nacional coordinará la revisión de la situación de las
personas privadas de la libertad, procesadas o condenadas, por
pertenecer o colaborar con las FARC-EP.
4. En forma paralela el
Gobierno Nacional intensificará el combate para
acabar con las
organizaciones criminales y sus redes de apoyo,
incluyendo la lucha
contra la corrupción y la impunidad, en particular
contra cualquier
organización responsable de homicidios y masacre:.=;o
que atente contra
defensores de derechos humanos, movimientos
sociales o movimientos
políticos.
5. El Gobierno Nacional revisará y hará las reformas y los ajustes
institucionales necesarios para hacer frente a los retos de la
construcción de la paz.
6. Garantías de seguridad.
7. En el marco de lo
establecido en el Punto 5 (Víctimas) de este acuerdo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario