YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 31 de julio de 2015

LA CÁRCEL Y SU CARÁCTER VINDICATIVO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Revuelo en los medios y redes sociales causó que el paramilitar, Fredy Rendón, alias El Alemán, desde hace varias horas esté gozando de su libertad por pena cumplida, de acuerdo con las condiciones definidas en la ley de Justicia y Paz, que juzgó sus crímenes como integrante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Eso fue lo pactado y se debe respetar.

Para el caso de los integrantes de la cúpula de las Farc que negocian con el Gobierno el fin del conflicto armado en La Habana, desde ya se escuchan voces de rechazo ante la posibilidad de que la dirigencia de dicha guerrilla, pague penas alternativas por los delitos cometidos, en el contexto de la lucha armada que libraron y libran aún contra el Estado. Es decir, que por cuenta de una justicia transicional (política), los altos mandos de las Farc no irían a la cárcel y no pagarían penas efectivas en penitenciarías oficiales.

Para los dos casos, los críticos y opositores coinciden, sin saberlo, en ese carácter vindicativo que exhibe la cárcel, que como institución moderna, cumpliría con el propósito de disciplinar a los infractores y criminales y de esta forma, resarcir en algo el daño que estos infringieron a la sociedad, y en particular a las víctimas y los familiares de estas últimas.

Parece ser que para un sector de la sociedad colombiana, pagar con cárcel por los delitos cometidos, es el único camino aceptable para quienes empuñaron las armas, defendiendo unas ideas y un proyecto político, tal y como lo hicieran alias ‘El Alemán’ y los integrantes de la dirigencia de las Farc. 

Justamente, la excesiva confianza depositada en ese carácter vindicativo con el que deviene la institución cárcel, es lo que no nos dejará avanzar hacia entornos y estadios de reconciliación entre los colombianos. Debería de ser suficiente para las víctimas de los grupos armados ilegales y para aquellos que desde la distancia exigen largas penas privativas de la libertad para guerrilleros y paramilitares, con saber la verdad de lo  ocurrido, aceptar las peticiones de perdón de los victimarios, así como con la reparación económica y las garantías de no repetición por parte del Estado y de los victimarios.

Como institución disciplinante, la cárcel deviene cuestionada porque ella misma no ha cumplido con ese objetivo. Por el contrario, y de acuerdo con las condiciones en las que operan las prisiones en Colombia, dicha institución está en una profunda crisis de credibilidad social y de viabilidad, a juzgar por las condiciones de hacinamiento en las operan las cárceles en el país. Y peor es el asunto, cuando las políticas de reinserción y reintegración social se tornan poco viables, justamente, porque sectores sociales no aceptan la posibilidad de que ex convictos, por disímiles delitos, incluyendo el de rebelión, cumplan funciones públicas o desarrollen actividades particulares.

Creo que ese carácter vengativo con el que exigimos penas privativas de la libertad, para disímiles delitos, está profundamente arraigado en las maneras como los miembros de la sociedad colombiana suelen resolver sus diferencias y conflictos. Sobre ese espíritu de venganza, recordemos, se fundaron los grupos paramilitares. Y mucho antes, el propio Manuel Marulanda Vélez, se levantó en armas, para defender su propiedad y el derecho que le asistía a vivir en condiciones de tranquilidad. Y bajo esa misma orientación, Álvaro Uribe Vélez hizo todo lo posible para hacerse con el máximo poder político y poner al servicio de su afán de vengar el asesinato de su padre, al parecer a manos de las Farc, toda la fuerza coercitiva y represiva del Estado. Al final, qué quedó de estos casos de venganza? Solo más dolor, muertes, así como infinitos sentimientos de venganza por quienes sufrieron el desquite de aquellos.

Qué bueno sería que todas aquellas víctimas de los actores armados, pensaran  en actuar con el talante ético con el que lo hizo Héctor Abad Facciolince, quien al escribir el libro El olvido que seremos, logró “vengar” el crimen de su progenitor, a manos de los paramilitares.

Y si la cárcel, como institución disciplinante está en una profunda crisis, hay que decir que las Representaciones Sociales (RS) que la sociedad colombiana viene construyendo y consolidando alrededor de lo que debe ser la justicia, de igual manera devienen cuestionables, en especial, cuando lo que debe primar para un contexto violento como el nuestro, es la capacidad para perdonar, sin que ello signifique olvidar el dolor y los hechos acaecidos. Hacia allá hay que avanzar. Falta pedagogía y sobre todo, la comprensión de que la justicia, con todo y su legalidad y legitimad, sigue siendo profundamente vindicativa.






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