YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 4 de marzo de 2016

¿Censura?

Cuando el periodista admira o siente un desmesurado respeto por una fuente, allí muere el reportero y nace un estafeta.


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


En medios como Blu radio y La FM cayó mal la medida adoptada en la Mesa de Negociación, con la que se impide la presencia de los Medios en las actividades pedagógicas que en adelante desarrollarán los dirigentes de las Farc, con sus tropas. La molestia de varios de los periodistas y conductores de dichos espacios informativos les alcanzó para calificar la medida como propia de un acto de Censura[1].

El asunto bien vale abordarlo por cuanto el señalamiento de los periodistas de dichos espacios radiales, hace referencia a un delicado asunto como lo es la Censura[2]. En este caso, atribuida al Gobierno, pero que claramente también compromete a la dirigencia de las Farc que negocia en La Habana.

Hay que señalar, en primera instancia que el ajuste a los protocolos que guiaron los 5 primeros ejercicios pedagógicos de las Farc es fruto, justamente, del mal intencionado tratamiento noticioso de los hechos de proselitismo armado[3] ocurridos en El Conejo, en La Guajira. Y también, por las emotivas y exageradas reacciones de sectores afectos al Centro Democrático y al Procurador Ordóñez Maldonado.

Los tratamientos noticiosos que dieron las cadenas privadas, radiales y televisivas, fueron desafortunados y tendenciosos, con los que claramente se buscó afectar los diálogos de paz de La Habana. Con exiguos ejercicios críticos y analíticos, RCN y Caracol, en radio y televisión, tomaron los hechos de El Conejo como una “afrenta contra la institucionalidad” y como una inaceptable burla al país.

Plegados a las versiones interesadas de fuentes oficiales y de agentes políticos que de tiempo atrás decidieron estar en contra de los acuerdos de La Habana, estas empresas mediáticas fungieron mas como actores políticos[4], que como Medios de información. Sus periodistas traspasaron la delgada línea que separa al ejercicio ideológico y político, del ejercicio genuino de informar, abordando los hechos desde todas las aristas posibles.

Y ahora, cuando los “ajustados” protocolos definen que no habrá presencia de medios en las actividades pedagógicas de los líderes farianos, estos nuevos actores políticos gritan a voz en cuello que los están censurando. Es claro que técnicamente no se puede hablar de un acto de Censura, por cuanto no hay una deliberada acción o decisión de Estado o de un Gobierno en particular, de evitar que una información se publique.

Si podemos hablar de una restricción. Y está sustentada la limitación, sin que así lo hayan dicho en La Habana, porque políticamente el ejercicio periodístico que adelantan varios medios masivos colombianos, entre ellos Blu Radio y La FM, viene comprometido con sectores de poder político que no respaldan el sentido y el contenido de los acuerdos a los que han llegado los negociadores del Gobierno y los de las Farc. Y subsiste un bien superior para el Jefe de Estado, que en este caso supera y se yuxtapone al interés periodístico: la búsqueda de la paz.

Además, el cubrimiento de los ejercicios pedagógicos que las Farc adelanten hay que entenderlos como “actos privados” en los que los líderes farianos se dirigen a las bases guerrilleras con el firme propósito de mantener la unidad de mando, a través de la explicación clara de lo que se negocia en Cuba.

Bien podrían esos “actos privados” de las Farc con la “guerrillerada” calificarse como de interés público, siempre y cuando ese sector del periodismo bogotano que ahora exige cubrir las labores pedagógicas, sea capaz de afrontar ese hecho con la madurez suficiente, que garantice un tratamiento serio y riguroso, ajustado a la lógica periodística, mas no a los siempre moralizantes valores noticia.

Resulta inaceptable y hasta incoherente que esos Medios que aún califican como organizaciones terroristas a un actor armado que negocia el fin del conflicto con el Gobierno, exijan cubrir las actividades pedagógicas de las Farc cuando el cubrimiento de lo sucedido en Fonseca dejó entrever problemas de criterio en el tratamiento de los hechos acaecidos y un fuerte compromiso con sectores políticos que se oponen al Proceso de Paz.

Y no se trata de que los tratamientos periodístico-noticiosos estén previamente condicionados por un esperado apoyo editorial de esos Medios  al Proceso de Paz. Por el contrario, de lo que se trata es de que esos Medios garanticen tratamientos rigurosos y respetuosos del contexto en el que se dan los hechos, independientemente de sus compromisos políticos y económicos.

Debe el periodismo colombiano, en este momento histórico que vive el país, asumir con responsabilidad social y política el cubrimiento periodístico de lo acordado hasta el momento en La Habana y  lo que al final resulte del Acuerdo final.

Así las cosas, exageran los periodistas de estos espacios informativos radiales al calificar como censura la restricción a cubrir lo que siempre debió concebirse y entenderse como “actos privados” de una organización armada que hace tránsito para convertirse en un partido político.

Insisto en esa idea: periodistas sin contexto, sin antecedentes, sin criterio y sujetos al 'síndrome de la chiva', no son aptos para cubrir un proceso de paz. Y para el caso que nos ocupa, hay suficientes ejemplos que sirven para ilustrar y mostrar los riesgos que conlleva dejar en manos de ciertos periodistas, el cubrimiento de un delicado y complejo proceso de negociación política como el que se adelanta en Cuba.








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