YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 14 de marzo de 2016

LA DIGNIDAD VESTIDA DE MUJER

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Cuando Francia Elena Márquez Mina habla, pareciera que en su discurso y en su voz se entrelazaran las voces de indígenas, campesinos y, por supuesto, las propias voces de las comunidades negras. Entonces, quienes la escuchamos esta mañana en Cali, oímos el grito de una historia de abandono, persecución y estigmatización de estas tres comunidades. Historia que la Academia se ha encargado de matizar y en ocasiones de esconder, disimular y encubrir, fruto de una no declarada animosidad étnica[1].

Y es así porque en su discurso, inclusivo e incluyente, habla de Territorios, esa categoría que, anclada en lo más profundo del espíritu de afros, campesinos e indígenas, sirve de muro y pararrayos para “enfrentar” a la minería, legal e ilegal, que se asentó en Suárez y Buenos Aires, en el norte del Cauca y a lo largo y ancho del país, en especial en el amplio territorio llamado Chocó Biogeográfico

El vocablo Territorios es una categoría que la Academia lleva años tratando de asir, mientras que ella, Francia Márquez y su gente, la llevan plisada a sus cuerpos como su traje natural. Prenda esta que solo el desplazamiento forzado y el aniquilamiento físico y cultural se las han podido rasgar y hasta quitar.

Quizás lo más difícil para esa Colombia citadina que no ha vivido de cerca los horrores de la guerra, sea comprender qué es eso del Territorio, y el porqué la reivindicación étnica sigue siendo un asunto pendiente para el Estado colombiano y para esa sociedad urbana que mira con desdén la suerte de estos pueblos que resisten a un modelo de desarrollo extractivo que solo trae muerte, desarraigo, dependencia económica y tristeza para aquellos que han establecido con sus territorios unas relaciones consustanciales.

Francia Márquez bajó de las montañas de Suárez (Cauca), en representación de esa Colombia rural profunda, recóndita, insondable y apartada, que sobrevivió a los combates entre guerrillas y Estado y a las masacres de paramilitares, y que resiste de tiempo atrás, a la minería, legal e ilegal, que contamina sus territorios y entristece sus planes de vida.

Francia Elena es una menuda mujer afro que habla del presidente Santos sin reverencia alguna. Será porque sabe que todos los políticos mienten. Y claro, Santos no es la excepción. Recordó hoy, en el contexto de la Cátedra de la Paz de la Universidad Autónoma de Occidente, que varios de los ministros de Santos se comprometieron con ella y con las comunidades afros y campesinas del Cauca, en 2014, a retirar 2.000 retroexcavadoras que vienen acabando con los territorios en donde la vida resiste ante el incontrastable poder de agentes y actores ilegales que posaron sus poderosas maquinarias en donde antes solo había lugar para cultivos de pan coger y para los procesos de consolidación comunitaria.

Esta lideresa caucana se erige como ejemplo de lucha por los derechos de esos cientos de miles de colombianos que sobreviven en Territorios rurales en donde el conflicto armado interno se ensañó con especial crueldad.

Hoy, 14 de marzo de 2016, a eso de las 10 de la mañana, terminó de hablar Francia Elena a por los menos 250 estudiantes universitarios. Varios agradecieron su lucha y el hecho de venir  a contar lo que la gran prensa no registra.

Sus dudas frente al tipo de paz que puede resultar del sentido de los acuerdos de La Habana están fundadas en años de abandono y de promesas incumplidas. Todos le han mentido a los pueblos indígenas, afrocolombianos y campesinos. Unos y otros, políticos, Estado, Gobiernos, militares, paramilitares y guerrilleros, son responsables de que en sus Territorios la muerte ronde y en muchos casos, haya decidido quedarse para siempre.

Francia Elena Márquez habló con la dignidad de esa Colombia rural de la que esa otra Colombia urbana, tiene mucho que aprender. En especial, porque a los citadinos nos ha faltado vergüenza, decoro, combatividad y modestia, por lo menos para entender, qué es eso de los Territorios en donde la vida -y vivir- aún es posible.



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