Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Cuando Francia Elena Márquez Mina
habla, pareciera que en su discurso y en su voz se entrelazaran las voces de
indígenas, campesinos y, por supuesto, las propias voces de las comunidades
negras. Entonces, quienes la escuchamos esta mañana en Cali, oímos el grito de
una historia de abandono, persecución y estigmatización de estas tres
comunidades. Historia que la Academia se ha encargado de matizar y en ocasiones
de esconder, disimular y encubrir, fruto de una no declarada animosidad étnica[1].
Y es así porque en su discurso,
inclusivo e incluyente, habla de Territorios, esa categoría que, anclada en lo
más profundo del espíritu de afros, campesinos e indígenas, sirve de muro y
pararrayos para “enfrentar” a la minería, legal e ilegal, que se asentó en
Suárez y Buenos Aires, en el norte del Cauca y a lo largo y ancho del país, en
especial en el amplio territorio llamado Chocó Biogeográfico
El vocablo Territorios es una categoría
que la Academia lleva años tratando de asir, mientras que ella, Francia Márquez
y su gente, la llevan plisada a sus cuerpos como su traje natural. Prenda esta
que solo el desplazamiento forzado y el aniquilamiento físico y cultural se las
han podido rasgar y hasta quitar.
Quizás lo más difícil para esa
Colombia citadina que no ha vivido de cerca los horrores de la guerra, sea
comprender qué es eso del Territorio, y el porqué la reivindicación étnica
sigue siendo un asunto pendiente para el Estado colombiano y para esa sociedad
urbana que mira con desdén la suerte de estos pueblos que resisten a un modelo
de desarrollo extractivo que solo trae muerte, desarraigo, dependencia
económica y tristeza para aquellos que han establecido con sus territorios unas
relaciones consustanciales.
Francia Márquez bajó de las
montañas de Suárez (Cauca), en representación de esa Colombia rural profunda,
recóndita, insondable y apartada, que sobrevivió a los combates entre
guerrillas y Estado y a las masacres de paramilitares, y que resiste de tiempo
atrás, a la minería, legal e ilegal, que contamina sus territorios y entristece
sus planes de vida.
Francia Elena es una menuda mujer
afro que habla del presidente Santos sin reverencia alguna. Será porque sabe
que todos los políticos mienten. Y claro, Santos no es la excepción. Recordó
hoy, en el contexto de la Cátedra de la Paz de la Universidad Autónoma de
Occidente, que varios de los ministros de Santos se comprometieron con ella y
con las comunidades afros y campesinas del Cauca, en 2014, a retirar 2.000
retroexcavadoras que vienen acabando con los territorios en donde la vida
resiste ante el incontrastable poder de agentes y actores ilegales que posaron
sus poderosas maquinarias en donde antes solo había lugar para cultivos de pan
coger y para los procesos de consolidación comunitaria.
Esta lideresa caucana se erige
como ejemplo de lucha por los derechos de esos cientos de miles de colombianos
que sobreviven en Territorios rurales en donde el conflicto armado interno se
ensañó con especial crueldad.
Hoy, 14 de marzo de 2016, a eso de las 10 de la
mañana, terminó de hablar Francia Elena a por los menos 250 estudiantes
universitarios. Varios agradecieron su lucha y el hecho de venir a contar lo que la gran prensa no registra.
Sus dudas frente al tipo de paz
que puede resultar del sentido de los acuerdos de La Habana están fundadas en
años de abandono y de promesas incumplidas. Todos le han mentido a los pueblos
indígenas, afrocolombianos y campesinos. Unos y otros, políticos, Estado,
Gobiernos, militares, paramilitares y guerrilleros, son responsables de que en
sus Territorios la muerte ronde y en muchos casos, haya decidido quedarse para
siempre.
Francia Elena Márquez habló con
la dignidad de esa Colombia rural de la que esa otra Colombia urbana, tiene
mucho que aprender. En especial, porque a los citadinos nos ha faltado
vergüenza, decoro, combatividad y modestia, por lo menos para entender, qué es eso de los Territorios en donde la vida -y vivir- aún es posible.
Imagen tomada de www.afroféminas.com
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