YO DIGO SÍ A LA PAZ

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domingo, 12 de junio de 2016

TRES RETOS HACIA ADELANTE

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Mientras el fin del conflicto  armado entre el Estado colombiano y las Farc se termina de negociar en La Habana, van apareciendo retos políticos y sociales de enorme interés y complejidad, que no comprometen exclusivamente las acciones institucionales de un orden establecido que debe transformarse sustancialmente, si de verdad se quiere avanzar hacia deseados estadios de posconflicto.

Vislumbro varios retos: el primero, derrotar a Uribe y sus áulicos en la jornada política- electoral que viviremos cuando nos corresponda votar la refrendación del Acuerdo Final de La Habana. Ese primer desafío bien se puede inscribir en la resbalosa e inquietante categoría de Cultura Ciudadana. Esa misma, que en varias ciudades deviene baja o empobrecida por la acción político-mediática de los noticieros de televisión RCN, CM& y Caracol y de programas radiales como la FM y la W, entre otros espacios, convertidos de tiempo atrás en plataformas ideológicas e informativas de los  “Señores de la Guerra” que sobreviven dentro del Establecimiento. Sin duda, Uribe es un Señor de la Guerra que sigue empecinado en que nos sigamos matando entre colombianos.

Para superar esa baja cultura política, el Gobierno de Santos debería de descentralizar el esfuerzo pedagógico que viene adelantando en los canales de televisión y radio, para apoyarse en líderes de opinión regionales y actores de la sociedad civil como las universidades que abiertamente apoyen el Proceso de Paz con las Farc, para contrarrestar la campaña de desinformación que el llamado “uribismo”, con la ayuda de periodistas y columnistas de dichos medios, adelanta de tiempo atrás contra lo que sucede en la Mesa de Negociación instalada en Cuba.

Cada colombiano que acompaña y apoya el fin del conflicto armado con las Farc debe convertirse en un multiplicador de las ventajas y beneficios que traerá para el país y para la sociedad colombiana la finalización de un largo, fratricida y degradado conflicto armado interno. Confrontación armada que solo ha dejado beneficios económicos a políticos, así como a militares y policías de alto rango, que  han sacado enormes “tajadas” de un presupuesto militar sobre el cual poco control ejercen los órganos encargados de vigilar las inversiones  y el manejo de ese enorme gasto en defensa. El solo hecho de que Generales y demás oficiales se retiren enriquecidos económicamente, debería de ser suficiente para sospechar y concluir que la guerra es un negocio que le conviene a unos pocos.

El segundo reto ciudadano es comprender muy bien lo acordado en La Habana y vigilar, en adelante, que gobernadores, alcaldes, concejales y diputados y los próximos cinco presidentes, hagan todo para honrar la palabra empeñada por  el Estado y por las propias Farc, con el objetivo estratégico de cumplir  con lo que señala el Acuerdo Final de Paz.

Todos los que apoyamos los esfuerzos de paz del Gobierno y de las Farc, junto con las universidades y otros actores de la sociedad civil, debemos estar atentos para que las instituciones comprometidas, den cuenta  de las transformaciones que deberán sufrir el Estado, el mercado y la sociedad, para honrar lo acordado en territorio cubano.

Y el tercer reto, en perspectiva de esa nueva cultura política que está por gestarse, está en elegir bien a los próximos mandatarios locales, regionales y en particular, a los Presidentes del posacuerdo. En particular, los ciudadanos debemos reconocer que el Presidente  y los mandatarios locales y regionales que elijamos en 2018, llevarán sobre sus hombros la transición de la guerra a la paz. Y ello tiene enormes desafíos. Por lo anterior, y en conexión con los dos retos anteriores, debemos salir a las urnas para votar por todos aquellos candidatos que de forma pública se comprometan con respetar lo firmado en  La Habana. Aquellos que de forma sistemática han atacado el Proceso de Paz, como Uribe, Ordóñez y el Presidente de Fedegan, entre otros, o han guardado sospechoso y sistemático silencio, como es el caso de Germán Vargas Lleras, resultan inconvenientes para el nuevo país que empezaremos a construir una vez Farc, Estado y sectores del Establecimiento, acepten “sacar y proscribir las armas de la política”.

Para resumir, quienes no queremos ver y contar más civiles desplazados y asesinados, así como ver combatientes, legales e ilegales, morir en los campos de batalla, debemos optar por consolidar una cultura política democrática que promueva el respeto por la vida y por todos aquellos que piensan diferente. A pesar de lo incomprensible que nos parezca, en el juego democrático es posible y quizás legítimo que existan sectores interesados en que continúe la guerra. Finalmente, sus ideologías e intereses, por más de 50 años, han estado anclados a las dinámicas de la confrontación armada.

Igualmente, en ese mismo escenario democrático resulta aún más legítimo buscar  la derrota en las urnas de quienes tozudamente insisten en prolongar el conflicto armado interno y de esa forma saciar sus mezquinos intereses económicos y políticos. Intereses estos que se soportan en buena medida en una negada, pero evidente animadversión hacia quienes han sufrido los efectos de la guerra: campesinos, afros e indígenas. Sin duda, para los Señores de la Guerra estas comunidades y pueblos resultan incómodas. Ven a sus miembros como ciudadanos disonantes que “deberían ser eliminados cultural y físicamente”, de allí que la mejor forma para hacerlo sea prolongar la guerra, al tiempo que  mantienen en pie el proyecto paramilitar con el que se buscó aniquilar a comunidades afros, indígenas y campesinos.  
      


Imagen tomada de EL ESPECTADOR.COM

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