YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Establecimiento, titiriteros y títeres

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Con el inesperado triunfo del NO el domingo 02 de octubre no solo se aplazó -y no sabemos hasta cuándo y mucho menos sus efectos- la implementación del Acuerdo Final firmado entre el Gobierno de Santos y las Farc,  sino que el Establecimiento se dividió en torno a una necesidad económica, mas no política, de ponerle fin al largo y degradado conflicto armado.

Santos, obligado por el resultado de la jornada plebiscitaria, abrió las puertas a un Diálogo Nacional por la Paz para escuchar las objeciones, dudas y reparos al Acuerdo Final de aquellos sectores que reclamaron con alborozo el triunfo del NO. Al tiempo que se abría esa puerta,  varias ventanas también se abrieron. Y por estas vimos la enorme división que subsiste al interior del Establecimiento alrededor de un objetivo estratégico para las élites de poder: ponerle fin al conflicto armado interno, sin que ello implique ajustes institucionales, apertura democrática y mucho menos, abrir la posibilidad para que las Farc desarrollen su proyecto socialista a través de la institucionalidad que deberá- ¿debería?- según lo acordado en el documento con el que finalizó la negociación política entre Gobierno y Farc en La Habana.

Así entonces, el triunfo del NO disparó y potenció la división que al interior del Establecimiento ya generaba el proceso de negociación adelantado en La Habana. Digamos que una parte del Establecimiento que no acompañó el Proceso de Paz y esperaba con resignación el triunfo del SÍ, tomó el resultado del 2 de octubre como la oportunidad para meterle la mano al Acuerdo Final y por esa vía, extender en el tiempo las disímiles incertidumbres generadas por el triunfo del NO, con la clara pretensión de definir en el escenario político- electoral de 2018 la continuidad o no del Proceso de Paz con las Farc.

No creo que la presión de la comunidad internacional sea suficiente y alcance para que los actores de poder que dijeron NO al Acuerdo Final, cedan en sus pretensiones de renegociar y de modificar sustancialmente el documento con el que se buscaba poner fin al conflicto armado y se daban pasos para la construcción de una paz estable y duradera.

Como suele pasar en el teatro, la invisibilidad de los titiriteros debe mantenerse en procura de que no se descubra quién o cómo se le da movimiento y vida a los personajes (títeres). Lo mismo ocurre dentro de las lógicas de esa parte importante del  Establecimiento a la que no le importa mucho continuar la guerra: debe resguardarse la imagen de los titiriteros (grandes ricos) y visibilizar a las marionetas a las  que apelan para dar la sensación de que el proyecto político pro guerra, lo defienden Otros. Esos Otros son: Uribe, Ordóñez Maldonado y Martha Lucía Ramírez, entre otros, que vienen siendo las marionetas que los titiriteros del Establecimiento manipulan con los hilos de ese poder que, anclado en un ethos mafioso, se torna invisible, imperceptible.

De esta manera, el registro noticioso nos muestra las caras más ilegítimas e inmorales de esa parte del electorado que dijo NO al plebiscito: las de los ya señalados muñecos que no solo actúan motivados por sus propios intereses, sino por la afinidad ideológica y política con quienes realmente tienen el poder económico para desestabilizar un Gobierno. Esos rostros ilegítimos e inmorales son el parapeto que ciertas élites de poder en Colombia históricamente usan para ocultar sus pérfidos y mezquinos rostros.

Así entonces, el triunfo del NO en sí mismo sirvió para visibilizar y potenciar la división entre sectores de poder del Establecimiento; de igual manera, sirvió para menguar el ímpetu con el que venía hablando el Presidente del final del conflicto armado interno, mostrándose un tanto despreocupado por las implicaciones políticas y económicas que a futuro generaría la implementación de lo pactado en un Acuerdo Final; el contenido de dicho documento genera miedos y resistencias en las viejas estructuras mentales de quienes tienen el poder económico y político para oponerse a la construcción de una paz estable y duradera. Le tienen un enorme pavor a la democracia. Se sienten cómodos en este remedo de democracia, la más antigua de América. 

La inacción político-electoral de viejos y nuevos líderes políticos de la Unidad Nacional confirman que la Paz de La Habana, al no movilizar los sempiternos deseos burocráticos de los Congresistas, hizo que sus maquinarias electorales en sus regiones se mantuvieran apagadas. Posterior al resultado del 2 de octubre, el silencio generalizado del Congreso, en especial el de su débil y novel Presidente, bien podría explicar que el poder de esa parte del Establecimiento que no quiere ponerle fin al conflicto armado, intimida a los Congresistas en la medida en que sus campañas, de cara a las elecciones de 2018, son financiadas por los grandes ricos o empresarios que apoyaron la campaña por el NO. Al final, a unos y a otros, solo les interesa el poder económico. La política les ha servido para enriquecerse. No necesitan más. Así estemos en guerra. 

Para salir del limbo jurídico y político en el que nos metió el apretado triunfo del NO, habrá que esperar las decisiones que en esta materia adopte el Corte Constitucional. El problema radica en el tiempo que se tomen los magistrados para dar trámite a las demandas entabladas por el llamado uribismo y por el propio ex fiscal, Eduardo Montealegre. Todo juega en contra de las Farc, de su unidad como organización y de los costos que debe asumir para mantener a sus hombres por fuera de las actividades ilícitas para financiar su lucha armada. Todo juega en contra del anhelo de paz de millones de colombianos que dijimos  SÍ, ese domingo 2 de octubre. 

Cualquiera sea el camino que se trace, jurídica o políticamente, esa parte del Establecimiento continuará moviendo sus invisibles hilos del poder para evitar que el campo se transforme, tal y como se aspira en el Acuerdo Final. Es claro que hay élites de poder a las que les sirve y conviene mantener la pobreza, la inequidad y la violencia en zonas rurales. Finalmente, sus proyectos extractivos y agroindustriales siempre los han desarrollado en medio de la violencia.

Queda claro que hay sectores sociales, económicos y políticos a los que les asusta la Paz, porque alcanzarla implica ceder poder y sobre todo, develarse ante una sociedad que aún reduce los problemas del país a la otoñal presencia de las guerrillas. O como diría el latifundista y marioneta de esa parte del Establecimiento que se beneficia de un campo empobrecido: el problema de Colombia es lafar.


Tomado de las 2orillas.com.co

3 comentarios:

natural mente dijo...

Las Fuerzas Retrogradas y revanchistas del poder estan haciendo esfuerzos para que le Verdad no aparezca y se perpetué en Colombia, lucha frontal con los pocos despiertos que Hay en Colombia, la Mayoría dopados por sistema !!

Unknown dijo...

Muy buena publicación,pero considero a Uribe el estratega y titiritero principal.

Anónimo dijo...

Es posible que funja como estratega y titiritero, pero también fue y es títere de titiriteros más poderosos. Saludos y gracias por leer y comentar.