Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Con el inesperado triunfo del NO
el domingo 02 de octubre no solo se aplazó -y no sabemos hasta cuándo y mucho
menos sus efectos- la implementación del Acuerdo Final firmado entre el
Gobierno de Santos y las Farc, sino que
el Establecimiento se dividió en torno a una necesidad económica, mas no
política, de ponerle fin al largo y degradado conflicto armado.
Santos, obligado por el resultado
de la jornada plebiscitaria, abrió las puertas a un Diálogo Nacional por la Paz
para escuchar las objeciones, dudas y reparos al Acuerdo Final de aquellos
sectores que reclamaron con alborozo el triunfo del NO. Al tiempo que se abría
esa puerta, varias ventanas también se
abrieron. Y por estas vimos la enorme división que subsiste al interior del
Establecimiento alrededor de un objetivo estratégico para las élites de poder:
ponerle fin al conflicto armado interno, sin que ello implique ajustes
institucionales, apertura democrática y mucho menos, abrir la posibilidad para
que las Farc desarrollen su proyecto socialista a través de la
institucionalidad que deberá- ¿debería?- según lo acordado en el documento con
el que finalizó la negociación política entre Gobierno y Farc en La Habana.
Así entonces, el triunfo del NO
disparó y potenció la división que al interior del Establecimiento ya generaba
el proceso de negociación adelantado en La Habana. Digamos que una parte del
Establecimiento que no acompañó el Proceso de Paz y esperaba con resignación el
triunfo del SÍ, tomó el resultado del 2 de octubre como la oportunidad para
meterle la mano al Acuerdo Final y por esa vía, extender en el tiempo las
disímiles incertidumbres generadas por el triunfo del NO, con la clara
pretensión de definir en el escenario político- electoral de 2018 la continuidad
o no del Proceso de Paz con las Farc.
No creo que la presión de la
comunidad internacional sea suficiente y alcance para que los actores de poder
que dijeron NO al Acuerdo Final, cedan en sus pretensiones de renegociar y de
modificar sustancialmente el documento con el que se buscaba poner fin al
conflicto armado y se daban pasos para la construcción de una paz estable y
duradera.
Como suele pasar en el teatro, la
invisibilidad de los titiriteros debe mantenerse en procura de que no se descubra
quién o cómo se le da movimiento y vida a los personajes (títeres). Lo mismo
ocurre dentro de las lógicas de esa parte importante del Establecimiento a la que no le importa mucho
continuar la guerra: debe resguardarse la imagen de los titiriteros (grandes
ricos) y visibilizar a las marionetas a las
que apelan para dar la sensación de que el proyecto político pro guerra,
lo defienden Otros. Esos Otros son: Uribe, Ordóñez Maldonado y Martha Lucía
Ramírez, entre otros, que vienen siendo las marionetas que los titiriteros del
Establecimiento manipulan con los hilos de ese poder que, anclado en un ethos mafioso, se torna invisible,
imperceptible.
De esta manera, el registro
noticioso nos muestra las caras más ilegítimas e inmorales de esa parte del
electorado que dijo NO al plebiscito: las de los ya señalados muñecos que no
solo actúan motivados por sus propios intereses, sino por la afinidad
ideológica y política con quienes realmente tienen el poder económico para
desestabilizar un Gobierno. Esos rostros ilegítimos e inmorales son el parapeto
que ciertas élites de poder en Colombia históricamente usan para ocultar sus
pérfidos y mezquinos rostros.
Así entonces, el triunfo del NO
en sí mismo sirvió para visibilizar y potenciar la división entre sectores de
poder del Establecimiento; de igual manera, sirvió para menguar el ímpetu con
el que venía hablando el Presidente del final del conflicto armado interno,
mostrándose un tanto despreocupado por las implicaciones políticas y económicas
que a futuro generaría la implementación de lo pactado en un Acuerdo Final; el contenido de dicho documento genera miedos y resistencias en las viejas estructuras mentales de quienes
tienen el poder económico y político para oponerse a la construcción de una paz
estable y duradera. Le tienen un enorme pavor a la democracia. Se sienten cómodos en este remedo de democracia, la más antigua de América.
La inacción político-electoral de
viejos y nuevos líderes políticos de la Unidad Nacional confirman que la Paz de
La Habana, al no movilizar los sempiternos deseos burocráticos de los
Congresistas, hizo que sus maquinarias electorales en sus regiones se
mantuvieran apagadas. Posterior al resultado del 2 de octubre, el silencio
generalizado del Congreso, en especial el de su débil y novel Presidente, bien
podría explicar que el poder de esa parte del Establecimiento que no quiere
ponerle fin al conflicto armado, intimida a los Congresistas en la medida en
que sus campañas, de cara a las elecciones de 2018, son financiadas por los
grandes ricos o empresarios que apoyaron la campaña por el NO. Al final, a unos y a otros, solo les interesa el poder económico. La política les ha servido para enriquecerse. No necesitan más. Así estemos en guerra.
Para salir del limbo jurídico y
político en el que nos metió el apretado triunfo del NO, habrá que esperar las
decisiones que en esta materia adopte el Corte Constitucional. El problema
radica en el tiempo que se tomen los magistrados para dar trámite a las
demandas entabladas por el llamado uribismo y por el propio ex fiscal, Eduardo
Montealegre. Todo juega en contra de las Farc, de su unidad como organización y
de los costos que debe asumir para mantener a sus hombres por fuera de las
actividades ilícitas para financiar su lucha armada. Todo juega en contra del anhelo de paz de millones de colombianos que dijimos SÍ, ese domingo 2 de octubre.
Cualquiera sea el camino que se
trace, jurídica o políticamente, esa parte del Establecimiento continuará
moviendo sus invisibles hilos del poder para evitar que el campo se transforme,
tal y como se aspira en el Acuerdo Final. Es claro que hay élites de poder a las que
les sirve y conviene mantener la pobreza, la inequidad y la violencia en zonas
rurales. Finalmente, sus proyectos extractivos y agroindustriales siempre los
han desarrollado en medio de la violencia.
Queda claro que hay sectores sociales, económicos y políticos a los que les asusta la Paz, porque alcanzarla implica ceder poder y sobre todo, develarse ante una sociedad que aún reduce los problemas del país a la otoñal presencia de las guerrillas. O como diría el latifundista y marioneta de esa parte del Establecimiento que se beneficia de un campo empobrecido: el problema de Colombia es lafar.
3 comentarios:
Las Fuerzas Retrogradas y revanchistas del poder estan haciendo esfuerzos para que le Verdad no aparezca y se perpetué en Colombia, lucha frontal con los pocos despiertos que Hay en Colombia, la Mayoría dopados por sistema !!
Muy buena publicación,pero considero a Uribe el estratega y titiritero principal.
Es posible que funja como estratega y titiritero, pero también fue y es títere de titiriteros más poderosos. Saludos y gracias por leer y comentar.
Publicar un comentario