Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
El malestar, la sorpresa y las reacciones violentas que
generó la pregunta que le hizo la periodista de RCN, Karla Arcila, al
presidente Santos durante la ceremonia de entrega del premio Nobel de Paz, ameritan una reflexión sobre el oficio del
periodismo, el Premio mismo y los intereses que existen en la pacificación del país.
Recordemos el interrogante: “Señor Presidente, ¿qué les dice Usted a sus
oponentes, especialmente al expresidentes Uribe, que han dicho que el premio
Nobel de Paz se compró por intereses petroleros de Noruega?”.
Lo primero que hay que indicar es
que la periodista lanza la pregunta sobre la base de un comentario o
señalamiento hecho, al parecer, por el senador Uribe Vélez. Eso sí, la
periodista no dio detalles de cuándo y en qué contexto el ex mandatario hizo
semejante señalamiento. El problema quizás esté en la insinuación que la
periodista hace en el sentido de que un premio de esa categoría, pueda
“comprarse”. A lo mejor el premio en sí mismo no pueda ser comprado en el contexto de una transacción, pero si se
pueden advertir intereses de Noruega o de otros países europeos, en
invertir en el país, especialmente en actividades extractivas, ahora que Colombia se apresta a ponerle fin al conflicto armado, por lo menos con las Farc.
Es propio de los periodistas
recoger opiniones de terceros “calificados”, para soportar en estas, las
preguntas que a bien tengan hacerle al Presidente o a cualquier persona (fuente) que estimen conveniente, en el contexto de su ejercicio reporteril. Que los interrogantes
incomoden o no, es parte de las tareas de los reporteros. Baste con recordar
los casos en los que el propio presidente Uribe Vélez se molestó por preguntas que periodistas le hicieron sobre temas como la compra de su reelección presidencial inmediata, a través de la
entrega de Notarías a la congresista Yidis Medina y de un dinero que recibió su colega, Teodolindo Avendaño.
En esta oportunidad, Juan Manuel
Santos no pudo ocultar su incomodidad por el sentido de la pregunta, pero atinó
a responder.
Lo que resulta inaceptable es
señalar como imprudente la pregunta que Arcila lanzó al Presidente, porque en
la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Paz no se pueden o se podrían hacer
este tipo de cuestionamientos. Es un acto público y político que está expuesto
a que se den este tipo de situaciones. Insisto en que la labor del periodista
es incomodar al poder. Y en este caso, Arcila lo logró.
Habría que mirar si la intención
de la periodista solo era incomodar al Presidente y “afectar” el magno e
inmaculado evento de entrega del Premio Nobel, o si por el contrario, buscaba
advertir un hecho que no se puede ocultar detrás de la pulcritud de la
ceremonia: dicho galardón viene
investido de un carácter político. Y si aceptamos que dicha distinción
tiene ese perfil, de manera natural caben toda suerte de preguntas y
cuestionamiento porque cuando está de por medio el ejercicio del Poder, los
intereses económicos afloran. Y más cuando detrás del apoyo de la “comunidad
internacional”- incluyendo a Noruega- al proceso de paz con las Farc y a la
firma del Acuerdo Final (II) está la enorme posibilidad de que lleguen al país
más multinacionales mineras, o las que ya están en el país, expandan sus
tentáculos a los territorios biodiversos que dentro de poco dejarán las Farc,
una vez se desmovilicen.
No podemos caer en el error de
ocultar los intereses económicos que se ciernen sobre un país como Colombia que
está ad portas de desmovilizar a por
lo menos seis mil guerrilleros, que abandonarán territorios en cuyo subsuelo se esconde oro, carbón y coltán, entre otras materias primas. Y más
aún, cuando las propias multinacionales mineras saben de los problemas que
Colombia afronta para controlar las actividades extractivas, dada su débil
institucionalidad ambiental.
Imagen tomada de publimetro.co
1 comentario:
Muy de acuerdo con todo el contenido del artículo Profesor German. Coincido 100%
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