YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 26 de abril de 2011

SOBRE EL ESTADO COLOMBIANO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Como país de regiones, el Estado colombiano enfrenta de tiempo atrás un reto mayúsculo: consolidarse a través de una idea de Nación que convoque a todos los sectores societales y de una acción estatal que si bien respete y reconozca las diferencias regionales, coadyuve a consolidar que sólo puede haber un orden social y que éste debe estar al servicio de todos los ciudadanos sin distingo de raza, condición social, religión o idea política.


Son variados los hechos que demuestran la incapacidad del Estado colombiano, como idea vinculante y como referente de orden para cada una de las regiones existentes. La ola invernal, por ejemplo, es una clara muestra de cómo no existe unidad ideológica y política y menos aún cultural, alrededor de lo que debe ser el Estado para un extenso territorio y para unas culturas tan disímiles como las que conviven en Colombia. Cada mandatario regional y local y funcionarios públicos (gobernadores y alcaldes y las propias CAR) actúan desde concepciones disímiles de Estado, lo que acrecienta la desarticulación que existe entre lo que el Gobierno nacional considera deseable para superar la crisis generada por el invierno y lo que realmente están dispuestos a hacer o pueden hacer desde cada una de las regiones afectadas.


Los desarrollos regionales son desiguales porque justamente no ha existido una noción compartida de lo que debe ser el Estado. Hay ideas remotas de lo que debe ser, por ejemplo, en los antiguos territoriales nacionales, pues allá la imagen estatal se ha refundido en maniguas y ecosistemas hídricos por la acción violenta tanto del propio Estado, como de actores armados ilegales.


El centralismo bogotano compite con fuerzas electorales, con caciques y gamonales, y con élites regionales que tienen una particular concepción de lo que debe ser el Estado. Idea que se expresa en la frase Estado para unos pocos. Huelga decir que el mismo centralismo bogotano es la expresión de una élite que históricamente ha vivido de la función pública y ha dado ejemplo de cómo se puede someter los recursos públicos y el interés colectivo, connatural al ejercicio estatal, a sus conveniencias e intereses.


Así entonces, no hay una doctrina de Estado sobre la cual la sociedad colombiana pueda pensar su devenir y proyectar su futuro. Hay una variedad de juicios alrededor de lo que debe ser el Estado, sujetos claro está, a las acciones privadas de élites y de grupos que emergen asociados a actividades lícitas e ilícitas, que tienen como principio orientador someter al Estado, crear uno que se ponga a su servicio, así el costo sea la disgregación del Estado como único orden social, político y económico. Por ello, actividades como el narcotráfico, proyectos agroindustriales, el desarrollo empresarial y fenómenos como el paramilitarismo, comparten la idea de que entre más precario sea el Estado, mejor para los intereses de quienes han creado, desde la legalidad o la ilegalidad, verdaderos paraestados que se oponen a la consolidación de un único referente de orden.


Como referente de unidad social y cultural, el Estado colombiano está colapsado. Como referente político, ese mismo Estado sobrevive porque hay una acción política vigorosa, desde lo electoral (clientelismo) y desde la construcción de forzosos consensos, que claramente benefician a quienes desde la tradición y desde la violencia física y simbólica se erigen como sectores poderosos sobre los cuales se sostiene el aparataje estatal, a pesar de su notable y evidente ilegitimidad.


Los colombianos tenemos un imaginario negativo de lo que es el Estado colombiano. Y nos hemos acostumbrado a su inacción, a su no presencia o a la presencia a través de las instituciones de control fiscal y aquellas pensadas y diseñadas para violentarnos física y simbólicamente, olvidando que existente otras que podrían ayudar a consolidar un imaginario positivo, que motive la acción colectiva, el respeto a las normas y la aceptación del poder estatal, siempre y cuando ello sirva a los intereses de todos y cada uno de los colombianos.


A las marcadas diferencias regionales, exacerbadas por los grupos de interés, las prácticas mafiosas y clientelares, se suma la incomprensión de lo que debe ser el Estado-nación.

¿Ante semejante panorama, qué han hecho anteriores presidentes y qué puede hacer un Presidente como Santos, representante de una élite bogotana que mira con desprecio los desarrollos y las condiciones de las regiones? Realmente muy poco. Y es así, porque los presidentes en Colombia tradicionalmente han estado sujetos a los poderes y a las dinámicas regionales en tanto éstas están prestas a sostener sus proyectos de gobierno, sin que les haya importado a los gobernantes nacionales sobre la legalidad o la legitimidad de esos poderes regionales.


Recomponer o cambiar estas circunstancias es y será difícil, casi imposible. Habría que pensar en refundar el Estado y la nación. Hacer un alto y discutir si realmente vale la pena insistir en sostenerlos como hasta ahora o si posible aceptar que como Estado hemos colapsado.


Nota: esta columna fue publicada en Aula & Asfalto, espacio informativo del programa de periodismo de la Universidad Central de Bogota. http://www.aulayasfalto.e-pol.com.ar/, boletín 226, del 29/04 de 2011.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Germán,



Interesante tu reflexión. Yo estoy también en una desilusión de lo que es el orden legal y el Estado de Derecho, como lo comenté en la última reunión.



Ahora lo estoy confirmando porque estoy en conversaciones con los municipios del Valle del Cauca, por el tema del ordenamiento territorial y por la gestión ambiental. Cada cual por su lado. El Estado como botín a conquistar.



Sería interesante mirar qué se puede hacer para recomponer el Estado, pero esto también tiene que ver con la cultura del facilismo, del fraude, del engaño, que está permeando en todos los niveles de la sociedad.



Todo esto dentro de un marco de capitalismo desbordante, de consumismo exagerado, de tecnología que no cesa de irrumpir en todos nuestras actividades laborales y no laborales.



No hay espacio para la reflexión y para parar esta carrera frenética hacia lograr lo que se quiere, a los costos que sea y rápido.



¿Cuál es la alternativa desde la academia?



Ese es el gran reto.

Anónimo dijo...

Yo no creo en la refundación mira lo que sucede en la USC, es una rotación de poder
Con estructuras tan fuertes (violencia y economía) es dificil el cambio, o por lo menos hoy estoy muy pesimista considerando que cada vez las cifras de violación de DH aumenta, la corrupción es evidente, las locomotoras(retroescavadoras) de desarrollo, y muchos de los datos que comentas en tus artìculos y en los datos que a diario se rotan en la web.
Mira ni siquiera la nación yanakuna(tenemos problemas muy serios y es ejercicio de poder)


saludo con aprecio

A.

Anónimo dijo...

Germán, sin man . Tema interesante con ideas sugestivas, pero todo ello exige un debate. La construcción de Estado no responde a actos voluntaristas. Desde la independencia, los esfuerzos por construir un Estado Nación al estilo de los construido por la burguesía en Europa, han sido precarios.Con la Regeneración tuvimos un remedo de Estado Nación, que aún en sus imperfewciones rompió con el poder de los caudillos regionales, lo cual explica en parte la decadencia del Cauca. Debemos reconocer que no se ha profundizado en el análisis de este proceso. Aún, dentro de sus debilidades, el Estado Colombiano presenta coherencias. Su cooptación por la ilegalidad hace parte de sus rasgos particulares. Uribe, y esa es una hipotesis, estaba creando un nuevo Estado apoyado en grupos emergentes ilegales: mafiosos, paras, contratistas del Estado, contrabandistas, asociados con clases empresariales tradicionales. Parece ser, que poderes institucionales reaccionan al proceso Uribe, y ello explica el fenómeno Santos. Las diferencias entre intereses regionales y el centralismo aparecen como parte del mismo desarrollo de la sociedad moderna dentro de nuestras condiciones. No veo con claridad ese rompimiento, a pesar de algunas contradiciones. Yo he venido insinuando la aparición de nuevas relaciones entre sociedad, economía y estado, y esa reflexión pued develar las aparentes contradicciones.Es importante distinguir entre lo casual con lo fundamental. De todas maneras tu reflexión induce al debate y debe continuarse.

Saludos,
Gilberto

Anónimo dijo...

Hola Uribito:



El gran problema, que no ha sido estudiado por lo quel genera grandes inconsistencias y dificultades para entender la situación nacional, es que desde los albores de la independencia y la consolidación del república, pretendieron nuestros padres construir una sociedad como "nación" es decir, bajo el mito de la unidad monolítica, yendo en contravía, tozudamente, de la realidad social: la pluridiversidad.



Pretender, entonces, construir nación sobre la diversidad, además de ser casi un imposible, generó que se "unificara" toda la vida social y política, desconociendo la diferencia y, sobre todo, desconociendo al otro, porque se pretendión homegenizar la realidad.



Comprender y fortalecer la diferencia, hoy más visible que antes, es reconocer lo que somos y lo podemos llegar a ser, lo cual se configura como el gran reto éitco de los colombianos.



Luis F.