Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La ya novelada salida de Mockus de las filas del Partido Verde deja varios asuntos que bien vale la pena recoger.
El primero, que dicha colectividad no era más que la suma de tres personalidades megalómanas, Mockus, Peñalosa y Garzón, incapaces de pensar realmente en la creación de un verdadero partido, que fuese alternativa real frente a los insepultos partidos tradicionales que tanto daño le han hecho a la democracia: el Liberal y el Conservador. El Partido Verde no sólo está verde, sino que es una colectividad que aún no tiene claros los principios sobre los cuales sostener su débil actividad política, prácticamente centrada en la ciudad de Bogotá. La vida es sagrada y otras frases acuñadas, suenan más a un estribillo publicitario, que a un ideario compartido por sus figuras más prominentes y por sus entusiastas seguidores.
El segundo, que el motivo por el cual renunció Mockus muestra una tardía coherencia del político, a quien le molestó la alianza con el Partido de la U y el apoyo que brindó Uribe al candidato Peñalosa. Huelga decir, eso sí, que la decisión hay que aplaudirla porque hoy es evidente que el periodo de Uribe fue, a todas luces, el más oscuro que haya vivido Colombia en los últimos años. Y es así, a juzgar por las ollas podridas destapadas y puestas en evidencia en y por el actual gobierno de Santos, en sectores como el de la salud y el caso particular de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Y lo más grave, el asunto de las chuzadas, los crímenes de Estado (falsos positivos), el trámite de la reelección (tanto de la primera, como de la segunda) y la parapolítica, dan cuenta de un manejo de los asuntos del Estado, desde los intereses particulares no sólo de Uribe, sino de empresarios y políticos.
El tercero, que si bien la molestia de Mockus es legítima, sus razones difícilmente van a convertirse en un principio ético que permita sacudir las prácticas políticas de un país que se acostumbró al todo vale, practicado con eficiencia y efectividad entre el 2002 y el 2010. Dicho principio ético va a ser compartido por algunos de los ciudadanos que simpatizan con el profesor Mockus, pero difícilmente logrará penetrar las conciencias de millones de colombianos que anhelan el regreso del Mesías antioqueño. Y menos aún, va a ser acogido por políticos o candidatos que sienten que la presencia de Uribe y de su colectividad y de quienes lo secundaron en su nefasto período de gobierno, les da la seguridad necesaria para hacerse con poderes locales y regionales en las próximas elecciones de octubre.
El cuarto, que el pragmatismo de Lucho Garzón, de Peñalosa y del propio Fajardo sirvió en el pasado y sirve hoy para que el clientelismo siga siendo una institución fuerte, edificada y sostenida por políticos que al buscar acceder al poder, son capaces de aliarse con criminales y corruptos y entablar todo tipo de alianzas que terminarán con la ya maltrecha legitimidad del Estado colombiano.
Y el quinto, que sin querer, Mockus graduó a Uribe como el gran cacique nacional, que busca poner sus muñecos ventrílocuos en gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, y por esa vía, oponerse a las políticas de Santos y recuperar poder político y económico, con miras a un eventual regreso después de 2014. Y ello por lo menos ya lo está maquinando el alfil del uribismo, el senador Juan Carlos Vélez, quien en reciente entrevista a EL ESPECTADOR, señaló que “está empezando. Algunos han hecho la propuesta (de una constituyente), la estamos escuchando y analizando. No es algo descabellado. Obviamente no sería para las próximas elecciones de 2014. Pero si en el futuro el país reclama al presidente Uribe, porque considera que es necesario que regrese, pues buscaremos esa posibilidad” (¿Constituyente para regreso de Uribe? EN: EL ESPECTADOR.COM, 29 de mayo de 2011).
Sobre el futuro político de Mockus ya se especula. Pero más allá, lo que realmente se espera, con alto grado de ingenuidad, es que el electorado entienda que los candidatos a gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, que hagan alianzas o reciban el respaldo del partido de la U, de Uribe y de aquellas colectividades que defendieron y apoyaron sus administraciones, no serán más que fichas de un proyecto de país que sigue vivo en los imaginarios de millones de colombianos, en especial de quienes quieren ver a Colombia de regreso a la Constitución de 1886. Un proyecto de país conservador, arbitrario, no democrático, con débiles instituciones y presto a acoger a poderes emergentes con claros apoyos de narcotraficantes y paramilitares.
La ya novelada salida de Mockus de las filas del Partido Verde deja varios asuntos que bien vale la pena recoger.
El primero, que dicha colectividad no era más que la suma de tres personalidades megalómanas, Mockus, Peñalosa y Garzón, incapaces de pensar realmente en la creación de un verdadero partido, que fuese alternativa real frente a los insepultos partidos tradicionales que tanto daño le han hecho a la democracia: el Liberal y el Conservador. El Partido Verde no sólo está verde, sino que es una colectividad que aún no tiene claros los principios sobre los cuales sostener su débil actividad política, prácticamente centrada en la ciudad de Bogotá. La vida es sagrada y otras frases acuñadas, suenan más a un estribillo publicitario, que a un ideario compartido por sus figuras más prominentes y por sus entusiastas seguidores.
El segundo, que el motivo por el cual renunció Mockus muestra una tardía coherencia del político, a quien le molestó la alianza con el Partido de la U y el apoyo que brindó Uribe al candidato Peñalosa. Huelga decir, eso sí, que la decisión hay que aplaudirla porque hoy es evidente que el periodo de Uribe fue, a todas luces, el más oscuro que haya vivido Colombia en los últimos años. Y es así, a juzgar por las ollas podridas destapadas y puestas en evidencia en y por el actual gobierno de Santos, en sectores como el de la salud y el caso particular de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Y lo más grave, el asunto de las chuzadas, los crímenes de Estado (falsos positivos), el trámite de la reelección (tanto de la primera, como de la segunda) y la parapolítica, dan cuenta de un manejo de los asuntos del Estado, desde los intereses particulares no sólo de Uribe, sino de empresarios y políticos.
El tercero, que si bien la molestia de Mockus es legítima, sus razones difícilmente van a convertirse en un principio ético que permita sacudir las prácticas políticas de un país que se acostumbró al todo vale, practicado con eficiencia y efectividad entre el 2002 y el 2010. Dicho principio ético va a ser compartido por algunos de los ciudadanos que simpatizan con el profesor Mockus, pero difícilmente logrará penetrar las conciencias de millones de colombianos que anhelan el regreso del Mesías antioqueño. Y menos aún, va a ser acogido por políticos o candidatos que sienten que la presencia de Uribe y de su colectividad y de quienes lo secundaron en su nefasto período de gobierno, les da la seguridad necesaria para hacerse con poderes locales y regionales en las próximas elecciones de octubre.
El cuarto, que el pragmatismo de Lucho Garzón, de Peñalosa y del propio Fajardo sirvió en el pasado y sirve hoy para que el clientelismo siga siendo una institución fuerte, edificada y sostenida por políticos que al buscar acceder al poder, son capaces de aliarse con criminales y corruptos y entablar todo tipo de alianzas que terminarán con la ya maltrecha legitimidad del Estado colombiano.
Y el quinto, que sin querer, Mockus graduó a Uribe como el gran cacique nacional, que busca poner sus muñecos ventrílocuos en gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, y por esa vía, oponerse a las políticas de Santos y recuperar poder político y económico, con miras a un eventual regreso después de 2014. Y ello por lo menos ya lo está maquinando el alfil del uribismo, el senador Juan Carlos Vélez, quien en reciente entrevista a EL ESPECTADOR, señaló que “está empezando. Algunos han hecho la propuesta (de una constituyente), la estamos escuchando y analizando. No es algo descabellado. Obviamente no sería para las próximas elecciones de 2014. Pero si en el futuro el país reclama al presidente Uribe, porque considera que es necesario que regrese, pues buscaremos esa posibilidad” (¿Constituyente para regreso de Uribe? EN: EL ESPECTADOR.COM, 29 de mayo de 2011).
Sobre el futuro político de Mockus ya se especula. Pero más allá, lo que realmente se espera, con alto grado de ingenuidad, es que el electorado entienda que los candidatos a gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, que hagan alianzas o reciban el respaldo del partido de la U, de Uribe y de aquellas colectividades que defendieron y apoyaron sus administraciones, no serán más que fichas de un proyecto de país que sigue vivo en los imaginarios de millones de colombianos, en especial de quienes quieren ver a Colombia de regreso a la Constitución de 1886. Un proyecto de país conservador, arbitrario, no democrático, con débiles instituciones y presto a acoger a poderes emergentes con claros apoyos de narcotraficantes y paramilitares.
Nota: esta columna fue publicada en el portal Hecho en Cali, www.hechoencali.com,http://www.hechoencali.com/columnas/adios-mockus/
3 comentarios:
German:
Comparto totalmente tus planteamientos.
Es cierto que de rebote Mockus le da vía al uribismo. Pero mejor que se haya desmarcado de tan biche grupo.
Ya conjeturando, si llega a algo con Petro, Peñalosa no la tiene tan fácil. Además éste se convierte en el trompo quiñador.
No creo que los partidarios de Mockus sean tan imbéciles como los dirigentes que quedaron con el girasol en mano.
Bueno… estoy pensando desde el deseo.
Jaime
Que te digo muchacho. Bourdieu hablaba de una revolucion conservadora, para la humanidad eso significa la perdida de las conquistas en derechos ganadas en los 'ultimos 200 anos. En fin, y la nave va. Pero de lo que mas me evoca tu escrito es una pelicula de Akira Kurosawa: "Los canallas duermen en paz"
Mi viejo querido un abrazo grande!
Héctor F.
Hola uribito:
¡Buen día!
Indiscutiblemente cada acción tiene su reacción, nos dice la física pura y, las actividades humanas son sujetas de tal predicción. No obstante, lo rescatable es el hecho moral que permite una reflexión y posición crítica sobre el común de lo cotidiano.
Luis F.
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