YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 23 de agosto de 2012

DE NUEVO SE HABLA DE PAZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Vuelve por estos días a hablarse de posibles acercamientos entre las Farc y el gobierno de Santos, en aras de establecer, en el mediano plazo, diálogos de paz entre las partes en conflicto. El carácter secreto de dichos acercamientos no debe ser mirado como un asunto negativo. Por el contrario, una eventual negociación definitiva y la firma de la paz no pueden darse de espaldas al país.

Quizás el silencio gubernamental se justifique por los errores que en pasados procesos de paz o de pre negociación, cometieron actores políticos como los medios masivos de comunicación, en especial en el recordado fallido proceso puesto en marcha entre las Farc y el entonces gobierno de Pastrana Arango.

El camino de la paz en Colombia tiene obstáculos, enemigos y a lo largo de una posible negociación, lo más seguro es que aparezcan otros tantos, porque ella misma supone unas transacciones en las que siempre habrá ganadores y vencidos, así como beneficiados y afectados. Qué tanto están dispuestos a perder y a ceder, por ejemplo, los llamados Cacaos y los agentes históricos del Establecimiento es, de tiempo atrás, un fuerte condicionante para la paz.

Hay que preguntar, además, qué tipo de sociedad, de Estado y de nación tienen en mente los guerrilleros y qué tanto han cambiado las ideas consignadas en lo que se llamó la Agenda Común, en la que el gobierno de Pastrana y las Farc se pusieron de acuerdo en 12 puntos vitales para iniciar la negociación. Quiénes se opusieron al abordaje de esos puntos será clave para los encuentros para hablar de paz que el gobierno de Santos y emisarios de las Farc vienen sosteniendo.

En los procesos de negociación se requiere mínimos niveles de confianza entre las partes. Se percibe, a pesar de esperadas  resistencias, que las Farc tienen una mayor confianza en el actual gobierno y pareciera que el actual gobierno confía más en los intereses de las Farc.

El conflicto armado interno: ¿una externalidad?

La intensidad, el carácter y la dimensión de los conflictos, de alguna manera, determinan las formas negociadas que se planteen para superarlos. Habrá, entonces, soluciones y procesos de negociación  fáciles, complejos y delicados, por el evidente choque de intereses que una negociación supone, en especial cuando el actor armado levantado en armas tiene una idea de Estado, de nación, de sociedad y de orden económico y político diferente al que agencia el gobierno con el que desea o pretende negociar. Y la verdad es que sobre anteriores mesas de negociación esas diferencias se han presentado como irreconciliables.

Si esto es así, hay que revisar muy bien el tipo de guerra interna que  soporta Colombia, para así pensar qué tipo de negociación es la que se va a proponer, para avanzar en la posibilidad de alcanzar la paz.

En esa dirección, el conflicto armado interno exhibe de tiempo atrás un carácter periférico y casi se mira como una externalidad tanto para los grupos de poder económico y político que han cooptado el Estado y lo han puesto al servicio de sus intereses, como para un importante número de la población colombiana que vive en centros urbanos, alejados de los efectos directos que dejan los enfrentamientos entre guerrilleros y militares.

Ubicados en ciudades que fungen cada vez más como enclaves económicos, millones de colombianos pueden entender el conflicto como un asunto pre político e incluso, pueden reducirlo a la presencia simple de unos bandidos y de unos terroristas, dejando de lado el necesario estudio y comprensión de las circunstancias objetivas que generaron o que provocaron el levantamiento armado en los años 60.

Circunstancias que hoy se han agravado, lo que no sólo hace urgente llegar a la paz, sino generar mecanismos para susperarlas de manera definitiva.  A pesar de que el país y su economía se mantienen estables y sin mayores complicaciones, lo cierto es que la crisis económica que se inició en 2008, hoy tiene sumida a gran parte de la Unión Europea y a los propios Estados Unidos en graves dificultades financieras, presupuestarias, sociales y políticas.

De esta forma, los agentes que dan vida a la variable económica institucionalizada (privada y estatal), pueden desestimar las conversaciones, los diálogos de paz y hasta la misma negociación final si llegare a darse, por cuanto los enclaves económicos funcionan a pesar de la existencia de la guerra interna.

Es decir, mientras que el Estado y el gobierno de Santos mantengan una política económica redistributiva entre agentes ricos y sectores interesados y poderosos, en contra de incentivar y promover un crecimiento económico de claro beneficio colectivo, el carácter de la negociación no permitirá avanzar en desmontar, por ejemplo, la concentración de la riqueza, factor con el que los guerrilleros justifican su lucha armada.

El sistema financiero nacional e internacional y el sector bancario, por ejemplo, obtienen enormes dividendos económicos y extienden su poder político-electoral, a pesar de la existencia de un conflicto que cuesta a diario millones y millones de pesos al Estado. Consciente de ello, el mayor banquero de Colombia, Luis Carlos Sarmiento Angulo podría considerar que con o sin guerra, su negocio sigue siendo viable, por lo que un proceso de paz y una negociación con las guerrillas no deja de ser un ejercicio democrático bien intencionado, siempre y cuando ello no le implique meterse la mano al bolsillo y tocar así sus intereses corporativos, para sostener la negociación y la paz.

Por lo anterior, hay que preguntarse por el lugar que cada colombiano le da a la guerra interna y el significado que este degradado conflicto armado interno tiene para banqueros, empresarios, élites tradicionales, partidos políticos, militares, ex militares, policías y ex policías, viudas y huérfanos, entre otros.

Bienvenido cualquier esfuerzo por encontrar caminos de reconciliación en Colombia, pero antes de poner en marcha cualquier proceso de pre y de negociación con las guerrillas, el Gobierno de turno debería de saber muy bien qué tipo de representación se hacen del conflicto interno tanto el sector financiero, el capital financiero y los inversionistas extranjeros que sin control operan en Colombia, pues ellos fungen como definitivos actores de poder a la hora de negociar con las guerrillas.

Y de acuerdo con el talante, la tradición, la ética empresarial exhibida por largos años por banqueros, industriales (los llamados Cacaos), clase dirigente y política, es claro que la guerra en sí misma no les preocupa. Más bien les inquieta una paz que económicamente afecte sus privilegios y sus bolsillos.

Nota: publicada en el portal www.nasaacin.org, http://www.nasaacin.org/attachments/article/4600/DE%20NUEVO%20SE%20HABLA%20DE%20PAZ.pdf; http://www.hechoencali.com/de-nuevo-se-habla-de-paz/

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uribito:



Hace rato no te veía tan centrado. ¡Muy bien!



Luis F

Anónimo dijo...

Así es don Gayala...La Paz tiene intereses e interesados.Cuánto le cuesta la guerra al País ? Cuánto dejan de ganar los que inciten el conflicto ? Considero que Santos se la juega duro por la Paz pues que el potencial de Colombia sin guerra, sería enorme.También quiere dejar un legado diferente al del patrón del Ubérrimo.Por qué Uribe destapa los secretos de Santos y tapa los descalabros y bellaquerias propias ????


Rodrigo