Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En varios espacios académicos, tipos textuales[1] y en mi Blog[2] vengo insistiendo en
la necesidad de mirar y entender el paramilitarismo como un fenómeno sistémico
y complejo, que involucró e involucra aún las variables psico social, cultural,
política y ambiental. Se equivocan quienes insisten en comprender dicho
fenómeno exclusivamente desde la perspectiva del ejercicio de la violencia
política.
Desde la perspectiva psico social y cultural, el paramilitarismo se
afianzó en los marcos mentales de cientos de miles de colombianos que ante la
debilidad de la justicia y del Estado para protegerlos, insisten en pagar
sicarios o tomar justicia por su propia mano. Esos comportamientos claramente
hacen parte de los valores y principios que guiaron no solo las actividades
criminales de las AUC, sino que hacen parte del actuar ético de miembros de la
sociedad y en particular, de específicos actores de la sociedad civil que
apoyaron económica, social y políticamente a esa federación de paramilitares
comandados por Mancuso y Carlos Castaño, entre otros jefes.
Es en ese contexto en el que hay que entender la propuesta de un grupo
de taxistas bogotanos de conformar un “Bloque
de búsqueda[3]”
para “cazar” a los vehículos y pasajeros de Uber. Sin duda, estamos ante una
reacción propia de paramilitares. Llama la atención el silencio y la tímida
reacción de la Policía y de otros sectores del Estado y de la sociedad, ante
semejante propósito de los taxistas amarillos. Clara muestra de que aceptamos
esos valores y que la sociedad colombiana deviene paramilitarizada, a juzgar por la forma como asume y acepta el
papel del Estado, que con todo y su poder de coerción, ha sido incapaz de
regular un servicio público que otros países opera y compite con el servicio
tradicional de taxi.
Como sociedad que empieza a pensar y diseñar escenarios de posconflicto,
este tipo de reacciones resultan inaceptables en especial porque el gremio de
los taxistas viene acostumbrado a actuar
bajo principios vindicativos, asociados a ese ethos mafioso con el que se suele operar en instancias públicas,
estatales y privadas.
Coadyuva a que este tipo de reacciones aparezcan, la incapacidad del
Estado colombiano para reglamentar el servicio público de Uber. Anuncia Vargas
Lleras que pasadas las elecciones se emitirá el decreto con el que se regulará
dicho servicio. Tardía reacción estatal.
Antes del anuncio del “Bloque de Búsqueda” ya varios taxistas amarillos
acorralaron y agredieron a varios
pasajeros y conductores del servicio Uber. Si las autoridades distritales no
toman medidas, hay un riesgo enorme de que suceda algo peor. Si ello sucede, la
responsabilidad recaerá no solo en estos para
taxistas, sino en el Estado por su incapacidad para reglamentar ese
servicio o de declararlo ilegal si es el caso.
Será difícil desmontar el paramilitarismo en Colombia porque de tiempo
atrás es un valor y un principio aceptado por una sociedad que se acostumbró a
las vías de hecho y que promueve la justicia privada. Quizás los sectores
sociales que hoy siguen actuando bajo esa lógica simplemente estén siguiendo el
ejemplo de ese sector de la clase dirigente y de la burguesía que en
contubernio con las AUC, coadyuvó a que el paramilitarismo se consolidara como
un fenómeno psico social, político, económico y cultural.
[1] Véase el libro Paramilitarismo en
Colombia: más allá de un fenómeno de violencia política. Cali: UAO, 2011.
Reimpreso en 2014.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario