YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 15 de noviembre de 2016

EFECTOS POLÍTICOS DEL “NUEVO ACUERDO DE PAZ”

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Conocido el contenido del Nuevo Acuerdo de Paz alcanzado en La Habana, y más allá del sentido de los ajustes y las diferencias existentes con el anterior documento que puso fin al conflicto armado entre el Estado y las Farc, deberíamos de concentrarnos en los efectos políticos inmediatos que deja y dejará este Nuevo Acuerdo de Paz.

El primer efecto político del nuevo pacto de paz entre los dos actores armados, es el resquebrajamiento del “Bloque de Oposición” que conformaron sectores de poder que se hicieron al apretado triunfo del NO en el plebiscito del 2 de octubre.  De ese proceso de “separación” quedará, en una sola y única bolsa, lo que en el país se conoce como el “uribismo[1]”, del que hacen parte natural los miembros del Centro Democrático, con el liderazgo de su líder y propietario, Álvaro Uribe Vélez, y el recién llegado a esas toldas, el ex Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado[2].

La atomización resultante de esa división de ese “Bloque del NO”, gracias al beneplácito mostrado por sectores cristianos cercanos a las ideas religiosas de la senadora Vivian Morales y de Jimmy Chamorro, deja un segundo efecto político: el Presidente y el Acuerdo mismo, recuperan la legitimidad necesaria, de cara al mecanismo que acuerden los negociadores del Gobierno y los de las Farc para refrendar el Nuevo Acuerdo de Paz.  

Si se decide convocar a un nuevo plebliscito, es probable que el SI triunfe, siempre y cuando los cristianos que ya manifestaron estar conformes con los cambios introducidos en el nuevo texto, en particular con el tema del enfoque de género y el concepto de familia, inviten a sus feligreses y seguidores a aprobar  el Nuevo Acuerdo. Es claro que en la jornada electoral del 2 de octubre, las iglesias y congregaciones cristianas y pentecostales, entre otras, jugaron como actores políticos que al final hicieron que la balanza se inclinara hacia el NO[3]. Eso sí, sus líderes espirituales-políticos, apelaron a engaños, al miedo  y a las lecturas equívocas del documento inicial pactado entre las Farc y el Gobierno de Santos. Y para ello, contaron con el apoyo de varios Medios de Comunicación, entre estos, con el Noticiero RCN[4], que cada vez más actúan como actores políticos que usan la información para satisfacer intereses políticos.

Eso sí, no deja de resultar riesgoso, electoral y políticamente, convocar a un nuevo escenario de refrendación, en especial por el corto tiempo transcurrido desde el 2 de octubre, los históricos niveles de abstención y la escasa cultura política de los colombianos que a pesar de no haber leído el anterior Acuerdo, millones votaron NO y otros tantos se dejaron engañar por la campaña que lideró el confeso timador[5], Juan Carlos Vélez, quien desde el Centro Democrático manipuló a un electorado mal informado y poco preparado para discutir asuntos públicos de especial trascendencia como conseguir ponerle fin al conflicto armado interno; y otros tantos millones que optaron por el SI, sin haber comprendido lo que estaban refrendando ese 2 de octubre.

Los negociadores del Gobierno y de las Farc deberán sopesar esas circunstancias y decidir cuál es el camino más seguro y expedito para refrendar este Nuevo Acuerdo de Paz. Lo cierto es que el plebiscito como mecanismo refrendatorio, no ofrece garantía de éxito, por las circunstancias ya descritas. Deben pensar, entonces, en otro mecanismo.

Por ahora, el país sigue esperando un mayor y firme liderazgo del actual Presidente del Congreso, porque el mejor escenario para implementar lo acordado en La Habana es el legislativo. Su voz es poco respetada por las fuerzas políticas que solo esperan el escenario electoral de 2018 para “aceitar” sus maquinarias y clientelas. Huelga recordar que para el plebiscito del 2 de octubre, caciques y líderes políticos de la Unidad Nacional poco movilizaron a sus clientelas para que masivamente dijeran SI, al anterior y malogrado Acuerdo.

De cara al escenario electoral de 2018, y como lo señalé líneas arriba, la polarización política quedará reducida y por cuenta de las acciones mediáticas y políticas que emprenda el  Centro Democrático, en especial aquellas con las que claramente el ex presidente Uribe Vélez buscará “recuperar” el poder político, para desconocer el Nuevo Acuerdo y de esta forma obligar a las Farc a levantarse del Proceso de Paz y de esa forma extender en el tiempo la negociación, eso sí, en los términos que más le convienen al senador Uribe y a los sectores agroindustriales, ganadero y empresarial que él representa de tiempo atrás.

El 2018 será el escenario político y electoral en el que una parte del país le apostará a consolidar una paz estable y duradera; mientras que la otra parte, se la jugará por oponerse a la implementación de lo acordado en Cuba, tratando de desconocer el carácter de Acuerdo Especial de Paz con el que el orden internacional recibe y acepta el documento firmado días atrás en la Mesa de La Habana.

Desde ya, el electorado colombiano deberá aprender a reconocer quiénes de los precandidatos presidenciales que ya exponen de manera temprana sus aspiraciones políticas y representan de una mejor manera, a los sectores de poder que se oponen a la consolidación de la paz estable y duradera de la que se habla en el Nuevo Acuerdo Final. He aquí algunos de los precandidatos presidenciales que representan los intereses de quienes insisten en mantener privilegios e insistir en el modelo de producción agraria que le dio el sentido agrario al conflicto armado: el latifundio.

Este modelo es defendido a dentelladas por Alejandro Ordóñez Maldonado[6], Germán Vargas Lleras[7], Óscar Iván Zuluaga e Iván Duque, entre otros, aspirantes a llegar a la Presidencia en 2018[8]. Todos los anteriores, sujetos a las directrices  y órdenes que Uribe señale, por cuanto el hoy senador es quien con mayor ahínco y fiereza defiende dicho modelo de producción agraria, con el denodado apoyo editorial e informativo del Noticiero RCN[9].

Así entonces, mientras los medios masivos y el periodismo en general insistirán en hablarnos de que el país continúa polarizado entre los liderazgos de Uribe y Santos, la verdad es que lo que se avecina para el país es la disputa entre dos modelos de producción que, según el Nuevo Acuerdo Final, deberán convivir. El reto está allí. Superemos entonces la polarización ideológica en las que Uribe metió al país desde el 2002, y adentrémonos en la necesidad de exigir que ambos modelos sobrevivan dentro del territorio. Y lo haremos, cuando comprendamos que mientras el minifundio, en cabeza de campesinos[10], afrocolombianos e indígenas, busca garantizar la seguridad alimentaria de millones de colombianos, el latifundio solo asegura la producción concentrada de la riqueza en unos pocos y la producción de “comida para los carros”.





Imagen tomada de EL ESPECTADOR


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