YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 28 de mayo de 2007

A propósito de las sociedades de control, por Germán Ayala Osorio

Del ciudadano localizado al ciudadano – cliente Por Germán Ayala Osorio Resumen El autor reflexiona alrededor de la transición de un ciudadano localizado a un ciudadano cliente. Ello supone una crisis profunda del sentir humano en sociedad, a partir del tránsito de la llamada sociedad disciplinaria a la sociedad de control. El llamado es a refundar y exponer las subjetividades del ser humano desprovistas de condicionamientos económicos que les quitan sentido. El Estado-nación moderno sigue siendo, para el autor, el escenario con mayores posibilidades para el desarrollo de lo humano, en tanto dicho orden social se logre con legitimidad. La globalización y el consecuente declive del Estado-nación garantizan la crisis del ciudadano al convertirlo en una pieza más del engranaje económico. Hoy, cuando el ciudadano–cliente (ciudadano-mundo) toma forma y se afianza como una subjetividad rectora y ejemplarizante, el mundo y millones de ciudadanos asisten, sin mayores reparos, a la consolidación de una sociedad de control en la que el goce de la vida se administra como un bien de uso y de consumo. Por lo tanto, vivir y gozar de la vida y alcanzar la felicidad individual y la que señala el colectivo son deseos y metas finitas, pasajeras, consumibles y por lo tanto, desechables. He ahí, entonces, un problema ontológico y deontológico para las actuales sociedades, especialmente cuando es posible indicar que por ese camino, la concepción tradicional de sociedad desaparecerá para darle paso a la diáspora societal, esto es, la dispersión de grupos humanos económicamente señalados e integrados a circuitos de consumo, que definen, por tanto, una relación de exclusión–inclusión. El ciudadano-cliente remplazará al ciudadano socialmente reconocido, capaz de actuar colectivamente y capaz de generar espacios para encontrarse, para reconocerse; y capaz de proponer la discusión pública de asuntos públicos que conciernen a todos o a muchos. Al desaparecer la sociedad imaginada, asistimos a la fundación de un ciudadano – cliente registrado, codificado, con su propia impronta, es decir, con su propio código de barras conectado a las redes informáticas transnacionales que señalan qué nivel de consumo tiene, qué fiabilidad le puede señalar el sistema financiero y por lo tanto, qué nivel y qué posibilidades tiene ese ciudadano- cliente de integrarse ya no socialmente, sino económicamente. En tales circunstancias, el desplazamiento que hoy la economía ha hecho de la política, descentrándola y quitándole todo poder lo hará con lo social, entendido como punto de enlace, de encuentros y de reconocimiento. Y lo social, como espacio en donde lo humano tiene sentido. Lo anterior será posible porque en la sociedad del control no hay tiempo y cabida para los largos procesos, que propios de la sociedad disciplinaria, aseguraban una vida programada sistemáticamente para quienes estaban articulados a las lógicas fordistas. Hoy se impone la rapidez, lo instantáneo y una memoria colectiva e individual pasajera y relativamente sentimental. El ciudadano- cliente o ciudadano- mundo no reconoce fronteras y límites propios de la concepción moderna del Estado-nación . De ahí que su desterritorialización y descentramiento propicien en él un encantamiento mientras logra mantenerse en los circuitos y en las redes de consumo. Dicha circunstancia le genera un miedo constante que le dice que en cualquier momento puede salir o ser expulsado de dichas redes de reconocimiento económico (una especie de dimensión subsocial y subpolítica), dándole un carácter natural de obsolescencia a su existencia. Las centrales de riesgo definen a diario la muerte económica y social de cientos de ciudadanos reportados en sus bases de datos. Toda una central de inteligencia para salvaguardar los intereses de los capitalistas, exonerados de ser vigilados no sólo por sus propias centrales de información, sino por el Estado, los funcionarios públicos, ministros de Hacienda y Planeación. La muerte económica se impondrá, por sus terribles consecuencias, a la tradicional y natural muerte biológica, por cuanto la primera, de alguna manera, hará posible la segunda en tanto logra mantener unos niveles de consumo, de compra de los servicios exequiales que aseguren una muerte ‘digna’ de exhibirse en el mundo social conectado. Es clara la crisis que afrontan la sociedad y el individuo. Es evidente que asistimos a un empobrecimiento de la experiencia humana por cuenta de un sistema económico que se entronizó en lo más profundo de los imaginarios sociales, colectivos e individuales. El discurso económico logró invertir valores políticos, sociales y culturales de profunda incidencia identitaria, que asociados a una idea de nación y de país, generaron cohesión en comunidades humanas y en instituciones nucleares como la familia. Hoy el asunto económico, y asociado a este, el consumo como máxima del ciudadano- cliente, le puso valor económico a la vida en tanto bien de uso y de transacción, y por ese camino, el ser humano sobrevive en la lógica de las bolsas de valores, esto es, unos días sube de precio, meses después pierde valor. Cornelius Castoriadis señala que “los individuos de la sociedad contemporánea son presa del imaginario que hace época. Se encuentran <>, <>. <> en busca de más dinero para tener más aparatos eléctricos, más televisores, más máquinas de tontería y banalidad. Todo parece indicar que fuera del consumismo massmediático no se sienten otros objetivos. Los viejos lugares de socialización han desaparecido y se ha caído en el vacío, en la obnubilación de la ofensiva neoliberal que ha llevado a una preocupante <> en la esfera política, y a una descomposición de los mecanismos de dirección de la sociedad, especie de lobby donde todo se compra y se vende, donde los intelectuales han sido relevados por los tecnócratas, los mercadotecnistas, los lectores de encuestas de opinión y los presentadores de televisión.” Acerca de los orígenes de la sociedad de control Si bien la consolidación de la llamada sociedad de control (o sociedades de control) se logra en el siglo XXI, es posible que eventos históricos del siglo XX, remanentes de las llamadas sociedades disciplinarias, hayan aportado a la configuración de esas nuevas sociedades sin límites, sin fronteras, sin instituciones. El año de 1989 fue, política y económicamente, comprometedor para el Estado- nación, para la soberanía estatal y popular en la medida en que el modelo neoliberal se entronizó en las prácticas y discursos políticos. Las ‘recomendaciones’ del Consenso de Washington y los ajustes sociales, económicos y políticos que su aplicación generó en los países latinoamericanos fueron determinantes a la hora de pensar en hacer viables proyectos colectivos de largo plazo. No sólo el Estado de Bienestar se veía amenazado por las circunstancias económicas y políticas que se dieron antes y después de la caída del Muro de Berlín, sino la propia asociación de voluntades, de subjetividades. Es decir, en los imaginarios de los ciudadanos del mundo se fijó lo que sería un nuevo carácter, o un nuevo discurso, para asumir la vida: el Individualismo por encima de los intereses colectivos. Razón tienen quienes señalan que los neoliberales (y el neoliberalismo en su conjunto) le tienen miedo a la asociación, a la reunión para discutir, para reflexionar, para proponer cambios. Al neoliberalismo, en lo económico, en lo social y en lo político le funciona el individualismo, el ‘sálvese quien pueda’. Hasta el desarrollo tecnológico redunda sobre esta idea. Miremos, por ejemplo, los avances en torno a los juegos electrónicos, el computador personal, el walkman y el ‘navegar por Internet, entre otros. Ciudadanos solitarios capaces de ‘conectarse’, de ‘interactuar’, de ‘encontrarse en la Red’, pero incapaces de comunicarse ante la pobreza y la estrechez del ámbito de lo público. En lo económico, se expresa como persecución y desmonte de los sindicatos y de todo tipo de asociación que se enfrente a los intereses de los empresarios, de la empresa; en lo social, se expresa con el hedonismo, la insolidaridad, la competencia exacerbada por el reconocimiento individual; y en lo político, se expresa en la configuración de caudillos y la individualización de la política por encima de su natural carácter colectivo. Así entonces, la sociedad de control viene siendo la respuesta o la expresión máxima de unas condiciones prometidas o de un proyecto de sociedad inconcluso. Un proyecto de sociedad fincado en principios humanos realizables, pero no lo suficientemente blindados para evitar su colapso ante la arremetida del capital como operador de las relaciones sociales. El capital y su transnacionalización (el capital no tiene patria habría sentenciado Marx) desnudaron en el ser humano moderno sus más profundas limitaciones y puso en crisis la sociabilidad humana como posibilidad de generar bienestar de manera colectiva. El capital expuso no sólo las diferencias físicas y cognitivas de vastas poblaciones y sociedades, sino la incapacidad de sistemas y regímenes económicos, sociales y políticos de garantizar la felicidad como bien último del ser humano en sociedad. La sociedad del control expone lo que George Orwell señaló en su novela 1984: la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza. O cuando advirtió que el Gran Hermano te vigila. Hoy, quizás el Gran Hermano sea el sistema financiero transnacional que no sólo delimita y limita las vidas de centenares de millones de habitantes en el mundo, sino que impone un carácter económico a todas las relaciones humanas. Para continuar con Orwell, quizás hoy los medios de comunicación, especialmente los medios electrónicos constituyan lo que éste llamó el Ministerio de la Verdad. Claro, con el concurso de la Publicidad. Qué decir, entonces, de la Policía del Pensamiento, articuladas muy seguramente a los centros de pensamiento (universidades, centros de investigación) y a los regímenes políticos neoconservadores que resuelven impedir los contra discursos y las opiniones de ‘expertos’ no articulados a las redes de consumo, a las lógicas neoliberales o al unanimismo o al pensamiento único del que habla Ramonet en el libro Cómo nos venden la moto. BIBLIOGRAFÍA BAUMAN, Zygmunt. En busca de la política. México: Fondo de Cultura Económica, 2002. CASTORIADIS, Cornelius. Ontología de la creación. Bogotá: Colección Pensamiento crítico contemporáneo. Ensayo y error, 1997. RAMONET, Ignacio. Cómo nos venden la moto. Bogotá: FICA, 2002. ------------------------------------------------ CITAS La idea del ciudadano localizado se relaciona con la existencia del Estado- nación. Por lo tanto, responde a la noción moderna de este tipo de orden social establecido. No es gratuito que la mal llamada ‘trata de blancas’ se haya convertido en un lucrativo negocio no sólo para los proxenetas y agentes que facilitan los traslados. En una reciente columna de opinión en el diario EL TIEMPO, el embajador de Estados Unidos en Colombia informaba que “El Sexto Informe Anual del Departamento de Estado sobre Trata de Personas (TIP) es contundente: la trata de personas es la esclavitud de nuestro tiempo y es un delito que afecta a casi todos los países, incluyendo al mío. Estados Unidos calcula que entre 600.000 y 800.000 personas, entre ellas menores y mujeres, han sido forzadas a la servidumbre sexual, a ser niños soldados, al trabajo forzoso y a la servidumbre por deuda. En este hemisferio, solo Colombia y Canadá reúnen las normas mínimas para la disminución de las formas severas de la trata y están clasificados como países ‘Fila 1’.Algunas víctimas, como Nayla, prostituida a los 13 años, son vendidas a la esclavitud por sus conocidos o familiares. Michael, de 15 años, en Uganda, fue secuestrado para servir como combatiente en un ejército rebelde. Raman, en la India, fue obligado a trabajar bajo tremendas condiciones de abuso físico para pagar una deuda familiar.” (WOOD, William. Esclavitud moderna: Colombia está en la ‘Fila 1’. EN: EL TIEMPO, junio 06 de 2006). La reflexión debe apuntar a descubrir que existe en muchos de los involucrados una necesidad de trabajo, de dinero, de búsqueda para subsistir y garantizar una vida digna. Conseguir dinero para sobrevivir, bien en la prostitución o en la guerra, es un asunto clave que explica los niveles alcanzados por esta práctica. Claro, por un lado va el engaño, pero en el fondo hay profundas expectativas no resueltas en quienes deciden buscar a quienes les pueden garantizar una mejor vida en el exterior. Para el caso colombiano, y a propósito del poder de penetración de la televisión, resulta importante seguir al reality El factor XS, formato que se ubica dentro de las estrategias de transnacionalización del entretenimiento. Allí es evidente cómo grupos mayúsculos de la niñez colombiana son expuestos o convertidos en espectáculo, a partir de una promesa: ser famoso, y por ese camino, resolver afugias económicas de los progenitores, en un contexto de violencia intrafamiliar, altos índices de desempleo, violencia política y sueños truncados o difíciles de lograr. Niñas y niños exponen públicamente sus deseos y sueños asociados al éxito, a la fama, a la mediatización de su vida. Es decir, el éxito para centenares de niños colombianos (los que asisten al programa son potenciales orientadores de los niños televidentes) está en la televisión (actores, cantantes, actrices) y no en otros ámbitos. Cada vez más la televisión busca volver famosos a los personajes anónimos. Es una suerte de proletarización de la televisión, ajustada, claro está, a los márgenes de utilidad económica, por la vía del rating. Queda en los imaginarios colectivos y los individuales la idea que es un canal, que es un programa, o que es la televisión el agente que brinda una oportunidad de progresar, de salir adelante, de alcanzar los sueños. Es posible que así sea, pero por esa vía, lo que se logra es incluir a grupos de niños y niñas en lógicas de consumo, de individualización y de la entronización del factor económico como eje fundamental para la vida humana. Esa misma necesidad de alcanzar el éxito, lleva a cientos de miles de profesionales colombianos a buscar una mejor vida en el exterior, situación que afecta el ‘desarrollo del país’ por cuenta de la ‘fuga de cerebros’ hacia países desarrollados que ofrecen mejores salarios. El columnista Oscar Collazos, en una columna del 22 de junio de 2006 en EL TIEMPO, señaló: “No creo que el sentido "patriótico" de los jóvenes profesionales salidos de nuestras universidades considere la posibilidad de preferir el mercado laboral nacional al extranjero, menos aún si desde algunos países se estimulan las emigraciones selectivas. Y no lo creo porque los valores que rigen la ideología del éxito se han vuelto sencillamente apátridas.” (COLLAZOS, Oscar. Los que se van. EN: El Tiempo, junio 22 de 2006. Tomado de ELTIEMPO.COM). “Manuel Castells sugiere que, mientras el capital fluye libremente, la política sigue siendo irremediablemente local. La velocidad del movimiento hace del poder real algo extraterritorial. Se podría decir que, al ser las instituciones políticas existentes cada vez más incapaces de regular la velocidad del movimiento de capitales, el poder está cada vez más alejado de la política.” (BAUMAN, Zygmunt. En busca de la política. México: Fondo de Cultura Económica, 2002. p. 27- 28). Lo humano como posibilidad de encuentro y respeto de las diferencias que existen entre los seres llamados humanos. Lo humano como carácter del animal humano en tanto responsabilidad frente a la universalidad de derechos, el respeto a la vida. Lo humano como posibilidad de comprender la lógica de la Naturaleza. Lo humano como lo razonable que construye mundos en donde la vida es posible. Aunque las controles migratorios se hacen más fuertes entre los países, especialmente los que imponen las naciones del Centro frente a los ciudadanos de los países de la Periferia, el ciudadano- cliente – mundo se podrá insertar en los circuitos virtuales de consumo transnacionales y obtener, por ese camino, un reconocimiento por la vía del consumo de servicios y bienes señalados como indispensables para vivir. En lo ambiental, recursos como ríos, parques y zonas biodiversas pueden valorarse económicamente. Dicha tarea la realiza el Comité Interinstitucional de Cuentas Ambientales (CICA). CASTORIADIS, Cornelius. Ontología de la creación. Bogotá: Colección Pensamiento crítico contemporáneo. Ensayo y error, 1997. p. 53- 54. Jesús Martín- Barbero señala que lo público expulsa: el parque, la ciudad, el centro…; el ciudadano, entonces, se refugia en su propio espacio privado, más reducido que antes: cada uno puede tener un televisor, un computador y comparte, con otros, un espacio que se llama casa. Entendida, filosóficamente, desde la perspectiva de Sócrates, que señala que la felicidad es el fin supremo de toda alma humana. Distinto del placer, es decir, son dos cuestiones diametralmente opuestas (Véase CASSIRER, Ernest. El mito del Estado. Colombia: Fondo de cultura económica, 1996. p. 90). Ramonet sostiene que el mundo de las finanzas reúne cuatro cualidades que hacen de él un modelo perfectamente adaptado al nuevo orden tecnológico: es inmaterial, inmediato, permanente y planetario. Atributos, por así decirlo, divinos y que, lógicamente, dan lugar a un nuevo culto, una nueva religión: la del mercado. Acerca del pensamiento único, y de su primer principio, este se reconoce en que lo económico prima sobre lo político. Los otros conceptos, clave del pensamiento único, son conocidos: el mercado y su mano invisible que todo corrige; la competencia y la competitividad; el libre intercambio, la moneda fuerte, factor de estabilización…” (Ramonet, Ignacio. Pensamiento único. EN: Cómo nos venden la moto. Bogotá: Fica, 2002. p. 11- 14).

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