YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 18 de julio de 2008

El sentido de marchar el 20 de julio

Por
Germán Ayala Osorio, politólogo y docente de la Universidad Autónoma de Occidente


Colombia no es un país de inmigrantes. Lejos de eso, ocupa un lugar muy bajo en la recepción de extranjeros. Importa poco que algunas veces se hagan crónicas en las que, como es usual, lo excepcional se quiera presentar como general y se muestre una visión optimista de los hechos. ‘Colombia para los colombianos’ fue una consigna frecuente en el pasado, que, ahora, se presenta con ropajes distintos, de manera usual. Aquí podría encontrarse una de las bases para explicar el nacionalismo primario del que hacemos gala, compatriota, la sobre valoración de lo nuestro, desde la farándula, pasando por el deporte, hasta llegar a la ciencia y el mesianismo que nos rodea, siempre, en busca de fórmulas salvadoras, siempre a la espera de un redentor. La búsqueda de un Mesías, de un Redentor, es un carácter nacional.”[1]


Sobre los positivos resultados de la ya ‘imperfecta’ Operación Jaque, se convocó a la marcha del 20 de julio de 2008, contra el secuestro, las Farc, el delito y en favor de la libertad.

Este tipo de manifestaciones colectivas permiten medir, de alguna forma, el grado de hastío de diversas agrupaciones de la llamada sociedad civil frente al actuar criminal de grupos al margen de la ley, como las Farc, el Eln y los Paras. Claro que la marcha del 20 tiene un propósito claro: reiterar el no a las Farc y a su abominable práctica de secuestrar.

Nadie duda de lo efectistas que pueden resultar estas manifestaciones colectivas de rechazo. El Gobierno Uribe sabrá capitalizar muy bien la nutrida presencia de colombianos tanto en territorio nacional como en suelos extranjeros. Será una especie de proto plebiscito, que con la ayuda de las empresas mediáticas afectas al régimen uribista, se traducirá en estudios y sondeos de opinión para mirar la intención de voto de los mismos 600 ó 1200 colombianos que entrevistan y encuestan.

Que sectores mayoritarios de la sociedad civil colombiana marchen contra la violencia es un síntoma inocultable de toma de conciencia frente a unos actores armados equivocados en su forma de exigir cambios en las formas como viene funcionando el Estado colombiano. Eso hay que aplaudirlo. Pero marchas como la del 20 de julio, teledirigidas y con un único blanco de rechazo, las Farc, también dejan entrever una mirada ahistórica de los mismos sectores mayoritarios que este domingo dirán no más Farc, no más secuestros.

Tener, poseer y hacer uso de esa mirada ahistórica es responsabilidad, en primera instancia, de quienes al marchar, reconocen en el mega cartel de las Farc el único problema que soporta Colombia. En segunda instancia, es responsabilidad de los medios masivos y de los periodistas, que hincados al poder presidencial, han optado por seguir las pautas informativas de la Casa de Nariño. También hay responsabilidad en la Escuela, en su concepto más amplio, en donde la discusión alrededor de los muchos fenómenos, problemas y hechos que se suceden en este país del Sagrado Corazón, se queda en simples anécdotas o en miradas y posturas simplistas y reductoras, propias de esas marchas teledirigidas.

Marchas como la del 20 de julio pueden tener un problema grave: ocultar hechos graves, de los cuales los medios van guardando en gavetas. Por ejemplo, la filtración del paramilitarismo y la consecuente y evidente cooptación del Estado colombiano por parte de estos otros criminales, que sectores amplios de esa misma sociedad civil que marchará el día patrio, ven con alguna simpatía. Esa discusión quedo sin darse.

Con la manifestación del domingo, la yidispolítica, carimagua, la ilegitimidad del acto legislativo que garantizó la reelección presidencial inmediata de Uribe, el constante acoso del poder Ejecutivo sobre el poder Judicial, expresado en alocuciones presidenciales salidas de tono, que evidencian un peligroso desdén por el Estado de derecho; el uso indebido del emblema del CICR, que también pone de presente el desconocimiento del Derecho Internacional, por parte del Gobierno.

De igual manera, con la marcha del esperado domingo, quedará oculta la estrategia reformadora de la constitución de 1991, puesta en marcha por este Gobierno. Y para qué hablar de los beneficios que viene entregando a sectores industriales y financieros, sin que ello beneficie en un ápice a quienes viven en la extrema pobreza.

Salir a protestar es una opción válida que debe usarse, que debe ponerse en marcha. Siempre será un ejemplo para quienes todavía creen en las armas como solución a los problemas. Pero se invalida esa opción cuando se responde sin mayor análisis, a la invitación teledirigida de unas empresas mediáticas incapaces de mirar con agudeza los problemas descritos líneas arriba, que al lado de la existencia otoñal de las Farc, son asuntos de especial gravedad, a los cuales medios, periodistas y la sociedad civil, deberían exigir respuesta del Gobierno de Uribe y en general, del Estado colombiano.

Desde ya, entonces, programemos marchas diarias contra esos otros problemas que los mensajeros de Palacio quieren que olvidemos; qué bueno sería ver el domingo pancartas alusivas a los más de 10 mil desaparecidos que hay en Colombia; a los crímenes que han cometido servidores del Estado. O una pancarta alusiva a la censura y a la autocensura. Ello ayudaría a echar por el abismo esa mirada ahistórica muy propia de los colombianos que salen a marchar sin tomarse el tiempo suficiente para pensar en los otros graves problemas que soportamos desde hace tiempo.


Adenda: curioso que terminemos la marcha de protesta, bailando y celebrando al ritmo de Juanes, Shakira, Miguel Bosé y Carlos Vives, entre otros. Será por aquello de que la vida es una fiesta, o será porque de esa manera evitamos pensar por qué realmente salimos a marchar.

[1] YUNIS TURBAY, Emilio. ¿Por qué somos así? Qué pasó en Colombia?, análisis del mestizaje. Editorial Bruna, Bogotá, 2006. p. 181.

1 comentario:

David F. Ramírez M. dijo...

La manipulación de la opinión pública se facilita si en el espacio universitario cedemos ante la insensibilidad social y política.
No tenemos como evitar que Caracol y RCN sirvan de eco a la propaganda oficial pero si podemos meterle análisis crítico a las actuaciones de esos medios desde las universidades para abrir ojos y mentes, al menos en nuestros estudiantes y sus familias. Invito a abrir y mantener dichos espacios de opinión libre.