YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 20 de diciembre de 2010

PERFECTAS DICTADURAS E IMPERFECTAS DEMOCRACIAS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Ya no hay duda, Venezuela transita hacia la dictadura. Con los máximos poderes entregados por la Asamblea Nacional, Hugo Rafael Chávez Frías se erige como el nuevo dictador. Podrá entronizar ese nefasto populismo con el cual ha gobernado por más de una década y sacar provecho de él, para someter las conciencias de los ciudadanos venezolanos.

En un régimen político que Chávez llama socialismo del siglo XXI, la prensa, la conciencia ciudadana y la oposición política, en su orden, son sometidas a control e intimidación, a cooptación por procesos populistas y a la anulación, física y simbólica, por la acción policiva del Estado.

Ese estatismo que promueve Chávez lo intenta disfrazar de democracia al decir que tiene el respaldo del pueblo venezolano. Quizás la mayor limitante de la democracia es la preparación política de los ciudadanos. Por ello, en la misma categoría Pueblo exista una trampa insalvable, que empieza en sus alcances (quiénes hacen parte de él) y termina en su real capacidad para pensarse como tal. Mientras haya ignorancia, falta de criterio y en algunos casos, incapacidad mental para comprender, con perspectiva crítica e histórica, lo que significa el poder del Estado y los excesos que en su nombre se cometen, casi siempre a cargo de particulares e interesadas élites, la democracia siempre será una quimera y una idea manejable, maleable y ajustable a la discreción del mandatario de turno.

Dictadores como Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz justifican sus dictaduras en la necesidad de construir una conciencia estatal y popular que se opongan a las consecuencias culturales que generan el Mercado y la acción incontrolable del capital, armas poderosas de un capitalismo salvaje, capaz de ponerle precio hasta la vida. Sin duda les cabe algo de razón. Pero ello no legitima la reducción de libertades y derechos y la aniquilación de la iniciativa privada, hasta lograr que el Estado lo controle todo.

Regímenes políticos como el que se consolida en Venezuela y el que de tiempo atrás funciona en Colombia, tienen graves problemas en materia de derechos y libertades ciudadanas. Son falsas democracias, diferenciadas eso sí, porque en el país bolivariano el poder cada vez más se concentra en una especie de reyezuelo, mientras que en el país del café, las decisiones se toman con base en el poder intimidatorio del Mercado, en el que su mano invisible está muy bien articulada a los intereses de una reducida élite que se beneficia de él, y que ha construido un Estado incapaz, sobre el cual la iniciativa privada se impone fácilmente.

Tanto en Venezuela como en Colombia existe una ciudadanía con baja conciencia política, producto no sólo de la desinformación mediática, la incapacidad del Estado para educar en libertad, dejando a la iniciativa privada formar a ciudadanos para que sobrevivan sometidos a las reglas del Mercado, o por el contrario, una educación basada en los controles ideológicos y políticos de un Estado ejercidos a través de los contenidos educativos, tal y como está sucediendo en el vecino bolivariano. También, la baja conciencia política es producto, en el caso colombiano, del oportunismo de politiqueros que se aprovechan de las necesidades y las carencias de millones de habitantes, para corromper sus conciencias y su capacidad de decisión. El caso del programa Familias en Acción, es un ejemplo claro, pues los recursos le sirvieron a Uribe y al actual mandatario para legitimar una política de seguridad y democracia que dista mucho de ser real. En Venezuela podría equipararse a las ayudas que el Estado brinda a ciertos sectores favorecidos para mantenerlos callados y a su favor.

En cualquier sentido, lo que hay que observar y revisar muy bien son las características de una contradictoria condición humana de la que podemos esperar los más nobles propósitos, pero también las decisiones más dañinas y profundamente antidemocráticas.

Como construcción humana, la democracia se acomoda, conceptual y discursivamente, a las necesidades de las élites de turno y a los actores que mueven a su antojo los hilos de las variables macroeconómicas. Con cada acción ciudadana e incluso, con la misma omisión y la inacción de millones de personas, el poder, en todas sus manifestaciones, siempre buscará someter las voluntades de quienes en algún momento, al intentar vivir en libertad, afecten los intereses de un grupo de poder, de una familia, de una institución bancaria, de una multinacional e incluso, de quienes estén al frente de los máximos intereses del Estado.

En el editorial de EL ESPECTADOR.COM se lee lo siguiente: “A la falta de garantías que representa una separación formal, pero no real de los poderes, y de la coerción política que significa la Ley de Partidos, se suman dos proyectos también complejos, por decir lo menos: el de las leyes de Responsabilidad Social en Radio y Televisión y el de Telecomunicaciones. El primero pretende extender aún más el control gubernamental sobre los contenidos transmitidos y el segundo sobre los medios de transmisión. Así, por ejemplo, el gobierno controlará ahora la llave de internet que permite bloquear, como sucede en China, las páginas de la web que considere inapropiadas y podrá sancionar, según lo juzgue conveniente, a las empresas celulares por los mensajes de texto inadecuados”.

Le cabe razón al editorialista, pero convendría revisar muy bien el caso de Colombia, en donde si bien no hay censura oficial declarada, sí ha existido y existe aún, autocensura, fruto de la presión del Ejecutivo, de militares, de la cooptación de los medios, brazos ideológicos de grandes corporaciones, y lo más preocupante, de la actitud silente y sometida de los periodistas y de su incapacidad para leer adecuadamente nuestro contexto.

Quizás haya que aceptar -y gritar con fuerza- que toda invención, construcción, idea o decisiones humanas siempre serán imperfectas, impredecibles o inconvenientes para alguien. No es un asunto de presidentes y regímenes políticos, son las relaciones de poder que condenan al ser humano a someter a otros, o a ser sometido. Pero son relaciones de poder materializadas y encarnadas por personajes como Chávez, Uribe y Santos, entre otros, cada vez que toman decisiones pensando en sus propias necesidades y deseos, más que en el de un colectivo que en precisos momentos depositó sus esperanzas en ellos.

No olvidemos que a través de la historia se han concebido perfectas dictaduras (entre ellas la del Mercado) e imperfectas democracias, cuyas enseñanzas poco han servido para avanzar en la construcción de una idea distinta de convivir. De seguro, hay algo por revisar en el ser humano.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias a ti, Ayala, por ayudar a construir opinión publica.



Saludos,



GUIDO GERMÁN

Anónimo dijo...

Comparto la reflexión, aunque yo no pondría en el “mercado” el ejercicio del poder político y económico en Colombia, sino que lo particularizaría aún más, en oligopolios del sector financiero nacional en captación con grupos globales de inversionistas.

Juan D.

Anónimo dijo...

Yo entiendo que el ejercicio del poder político y económico en los regímenes democráticos , está determinado por la correlación de fuerzas existente en cada momento y quisiera entender éste ejercicio siempre cruzado transversalmente por la ética, pero este sería el estado ideal, como el concepto del equilibrio perfecto en la física. Pero la realidad histórica ha mostrado que el hombre en el ejercicio del poder se inclina o parcializa en función y beneficio de las fuerzas e individuos que garantizan el poder mismo y para lograr ello, la ética y la lealtad son los primeros valores sacrificados y creo que solo la vigilancia democrática de los ciudadanos, como hecho de cultura política, puede realmente poner límites al ejercicio del poder en la democracia.