Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo.
Los medios de comunicación y en general la industria cultural juegan hoy un papel clave no sólo en la generación de opinión pública, sino en la construcción de imaginarios de éxito con efectos directos en los referentes de felicidad de las audiencias consumidoras. Las empresas mediáticas están cada vez más articuladas a poderes económicos y políticos, lo que las convierte en estratégicos vehículos de los intereses, no siempre legítimos, de quienes ostentan los hilos de un poder de grandes empresas, de verdaderos oligopolios que usan los medios de comunicación no para generar una opinión pública crítica y capaz de discernir sobre asuntos públicos, sino que por el contrario, aportan a la edificación de un ciudadano apático e incapaz de comprender su papel político y sus responsabilidades que le caben como consumidor de mensajes publicitarios y noticiosos.
Basta con mirar nuestra cotidiana realidad y las maneras como informan y construyen la realidad las empresas mediáticas colombianas, para darnos cuenta de los problemas éticos que subyacen y que afloran en muchos de los hechos noticiosos expuestos a través de noticieros de radio y televisión, así como los que se registran en la prensa escrita.
Hay verdades a medias en torno a asuntos sensibles que tocan al manejo del Estado, de la ejecución de proyectos de infraestructura, del manejo del medio ambiente, y en general, sobre el conflicto armado interno colombiano. Y esas verdades a medias comprometen, sin duda, la formación ética y profesional de los comunicadores que están al servicio de unas empresas periodísticas cada vez más interesadas en reproducir modelos mentales, valores y prácticas que sólo convienen a un sector y que responden bien a los intereses de una cultura dominante que sabe muy bien para qué sirven estos instrumentos de la industria cultural.
Por ello, la formación de los comunicadores debe soportarse sobre pilares que hoy resultan definitivos para la buena salud mental de una sociedad cada vez más sujeta y víctima de la información noticiosa interesada y alejada de la Verdad y a unos mensajes publicitarios que violentan la condición humana, en especial cuando hacen referencia a lo femenino y a la adultez.
En hora buena, creo que es necesario trabajar más para garantizar que los comunicadores sociales reciban una formación de calidad, asociada a la capacidad de análisis, al actuar bajo férreos criterios y valores éticos, con los cuales, a toda costa, enfrenten las realidades de una Colombia compleja y de un mundo en igual condición. Es importante insistir en que los comunicadores sociales sean intérpretes inteligentes de los contextos, de los hechos noticiables.
Más allá de una formación técnica, lo que necesitamos es comunicadores críticos, éticos y capaces, discursivamente, de explicar lo que realmente sucede en los difíciles contextos en los cuales les toca actuar. Y es a través de la investigación, del seguimiento noticioso y del análisis crítico de los medios, que los docentes de las Facultades de Comunicación Social pueden aportar a la obligación que hay de formar profesionales éticamente responsables.
Distorsiones a la orden del día
En el periodismo colombiano hay varias distorsiones que hoy permiten señalar o advertir que el ejercicio periodístico atraviesa por una crisis generalizada. Entre dichas distorsiones se advierte el carácter de piezas de entretenimiento con el que se conciben los noticieros de televisión y radio, así como otros espacios radiales cuyo formato responde más al de ‘revistas’, en las que se combina la entrega de información, la promoción de artistas y el registro de intimidades de actores, actrices y hasta de gobernantes.
Que la información sea considerada hoy, más que nunca, como una mercancía, es una distorsión mayor, que pone a los medios masivos como fabricantes interesados de realidades que se justifican por el tipo de relaciones que el editor o los propietarios deciden que se deben crear o mantener, en especial cuando se trata de relaciones con el poder político y económico concentrado bien en la figura del Presidente de la República o de los patrocinadores, entre otros.
Expresiones de ese espíritu comercial, banal y espectacular con el cual muchos de los noticieros colombianos informan hoy, es el reconocimiento que en varias ocasiones la Revista de farándula TV y Novelas y otros reconocidos premios, han hecho, nominando o eligiendo como ganadores a presentadoras de esos mismos noticieros. Este tipo de premios, mas asociados a otros espacios y realidades propias de la llamada industria del entretenimiento (cine y televisión), representan la transformación que los informativos periodísticos colombianos han sufrido en los últimos años.
Mientras que en otros países la imagen adusta, seria y aplomada de presentadores es la constante, en Colombia el prototipo exigido tiene como características obligatorias, en especial para las mujeres, ser bonitas y jóvenes, desechando a periodistas cuya experiencia reporteril y aquella que se adquiere con el paso inexorable de los años, podría aportar a que dichos espacios periodísticos ganen en credibilidad y respetabilidad. La importancia de la presentación no es un detalle menor. Por el contrario, propietarios, editores y jefes de redacción reconocen que ese papel es clave para la generación y aceptación en audiencias encantadas con los formatos amenos y el espíritu recreativo con el que buscan, con resultados negativos, ganar credibilidad en unas audiencias no calificadas, que en Colombia son mayoría.
Las presentadoras y presentadores de televisión actúan frente al telepronter. Se trata de una actuación, de una puesta en escena, de una trama, de asumir un papel, de ahí que muchas consideren dar el salto hacia el cine o la televisión (novelas). Con el lenguaje gestual de labios y ojos, así como con expresiones verbalizadas de rechazo o aprobación frente a ciertos hechos, ellas y ellos afectan el proceso de comprensión noticiosa que se inicia desde el preciso momento en el que se introduce y se presenta una nota. No se trata de un aderezo, por el contrario, ellas y ellos se conciben como un discurso paralelo al que acompaña al hecho mismo narrado, con efectos claros en las audiencias.
La teatralización noticiosa de los informativos televisivos es la expresión máxima de una distorsión cuyos efectos políticos, sociales y culturales en las audiencias, están ahí para ser medidos y valorados. Lo que hoy es una práctica periodística aceptada, obedece muy seguramente a estos tiempos en los que la velocidad de los acontecimientos, las precarias condiciones laborales, la inseguridad y las disímiles incertidumbres humanas, hacen que las audiencias terminen validando este tipo de periodismo, que sin duda, resulta dañino para la democracia, pues no genera una opinión pública inteligente y capaz, sino que forma consumidores con poca capacidad de análisis.
¿Qué hacer entonces? Realmente muy poco, porque enfrentamos a poderosos intereses y a poderosas máquinas de y re constructoras de realidades, que están al servicio de una cultura dominante que se globaliza y que resulta clave para que el capital circule libremente y por esa vía se acepten, sin mayores reflexiones, las prácticas consumistas, el individualismo y el hedonismo, entre otros.
Los medios de comunicación y en general la industria cultural juegan hoy un papel clave no sólo en la generación de opinión pública, sino en la construcción de imaginarios de éxito con efectos directos en los referentes de felicidad de las audiencias consumidoras. Las empresas mediáticas están cada vez más articuladas a poderes económicos y políticos, lo que las convierte en estratégicos vehículos de los intereses, no siempre legítimos, de quienes ostentan los hilos de un poder de grandes empresas, de verdaderos oligopolios que usan los medios de comunicación no para generar una opinión pública crítica y capaz de discernir sobre asuntos públicos, sino que por el contrario, aportan a la edificación de un ciudadano apático e incapaz de comprender su papel político y sus responsabilidades que le caben como consumidor de mensajes publicitarios y noticiosos.
Basta con mirar nuestra cotidiana realidad y las maneras como informan y construyen la realidad las empresas mediáticas colombianas, para darnos cuenta de los problemas éticos que subyacen y que afloran en muchos de los hechos noticiosos expuestos a través de noticieros de radio y televisión, así como los que se registran en la prensa escrita.
Hay verdades a medias en torno a asuntos sensibles que tocan al manejo del Estado, de la ejecución de proyectos de infraestructura, del manejo del medio ambiente, y en general, sobre el conflicto armado interno colombiano. Y esas verdades a medias comprometen, sin duda, la formación ética y profesional de los comunicadores que están al servicio de unas empresas periodísticas cada vez más interesadas en reproducir modelos mentales, valores y prácticas que sólo convienen a un sector y que responden bien a los intereses de una cultura dominante que sabe muy bien para qué sirven estos instrumentos de la industria cultural.
Por ello, la formación de los comunicadores debe soportarse sobre pilares que hoy resultan definitivos para la buena salud mental de una sociedad cada vez más sujeta y víctima de la información noticiosa interesada y alejada de la Verdad y a unos mensajes publicitarios que violentan la condición humana, en especial cuando hacen referencia a lo femenino y a la adultez.
En hora buena, creo que es necesario trabajar más para garantizar que los comunicadores sociales reciban una formación de calidad, asociada a la capacidad de análisis, al actuar bajo férreos criterios y valores éticos, con los cuales, a toda costa, enfrenten las realidades de una Colombia compleja y de un mundo en igual condición. Es importante insistir en que los comunicadores sociales sean intérpretes inteligentes de los contextos, de los hechos noticiables.
Más allá de una formación técnica, lo que necesitamos es comunicadores críticos, éticos y capaces, discursivamente, de explicar lo que realmente sucede en los difíciles contextos en los cuales les toca actuar. Y es a través de la investigación, del seguimiento noticioso y del análisis crítico de los medios, que los docentes de las Facultades de Comunicación Social pueden aportar a la obligación que hay de formar profesionales éticamente responsables.
Distorsiones a la orden del día
En el periodismo colombiano hay varias distorsiones que hoy permiten señalar o advertir que el ejercicio periodístico atraviesa por una crisis generalizada. Entre dichas distorsiones se advierte el carácter de piezas de entretenimiento con el que se conciben los noticieros de televisión y radio, así como otros espacios radiales cuyo formato responde más al de ‘revistas’, en las que se combina la entrega de información, la promoción de artistas y el registro de intimidades de actores, actrices y hasta de gobernantes.
Que la información sea considerada hoy, más que nunca, como una mercancía, es una distorsión mayor, que pone a los medios masivos como fabricantes interesados de realidades que se justifican por el tipo de relaciones que el editor o los propietarios deciden que se deben crear o mantener, en especial cuando se trata de relaciones con el poder político y económico concentrado bien en la figura del Presidente de la República o de los patrocinadores, entre otros.
Expresiones de ese espíritu comercial, banal y espectacular con el cual muchos de los noticieros colombianos informan hoy, es el reconocimiento que en varias ocasiones la Revista de farándula TV y Novelas y otros reconocidos premios, han hecho, nominando o eligiendo como ganadores a presentadoras de esos mismos noticieros. Este tipo de premios, mas asociados a otros espacios y realidades propias de la llamada industria del entretenimiento (cine y televisión), representan la transformación que los informativos periodísticos colombianos han sufrido en los últimos años.
Mientras que en otros países la imagen adusta, seria y aplomada de presentadores es la constante, en Colombia el prototipo exigido tiene como características obligatorias, en especial para las mujeres, ser bonitas y jóvenes, desechando a periodistas cuya experiencia reporteril y aquella que se adquiere con el paso inexorable de los años, podría aportar a que dichos espacios periodísticos ganen en credibilidad y respetabilidad. La importancia de la presentación no es un detalle menor. Por el contrario, propietarios, editores y jefes de redacción reconocen que ese papel es clave para la generación y aceptación en audiencias encantadas con los formatos amenos y el espíritu recreativo con el que buscan, con resultados negativos, ganar credibilidad en unas audiencias no calificadas, que en Colombia son mayoría.
Las presentadoras y presentadores de televisión actúan frente al telepronter. Se trata de una actuación, de una puesta en escena, de una trama, de asumir un papel, de ahí que muchas consideren dar el salto hacia el cine o la televisión (novelas). Con el lenguaje gestual de labios y ojos, así como con expresiones verbalizadas de rechazo o aprobación frente a ciertos hechos, ellas y ellos afectan el proceso de comprensión noticiosa que se inicia desde el preciso momento en el que se introduce y se presenta una nota. No se trata de un aderezo, por el contrario, ellas y ellos se conciben como un discurso paralelo al que acompaña al hecho mismo narrado, con efectos claros en las audiencias.
La teatralización noticiosa de los informativos televisivos es la expresión máxima de una distorsión cuyos efectos políticos, sociales y culturales en las audiencias, están ahí para ser medidos y valorados. Lo que hoy es una práctica periodística aceptada, obedece muy seguramente a estos tiempos en los que la velocidad de los acontecimientos, las precarias condiciones laborales, la inseguridad y las disímiles incertidumbres humanas, hacen que las audiencias terminen validando este tipo de periodismo, que sin duda, resulta dañino para la democracia, pues no genera una opinión pública inteligente y capaz, sino que forma consumidores con poca capacidad de análisis.
¿Qué hacer entonces? Realmente muy poco, porque enfrentamos a poderosos intereses y a poderosas máquinas de y re constructoras de realidades, que están al servicio de una cultura dominante que se globaliza y que resulta clave para que el capital circule libremente y por esa vía se acepten, sin mayores reflexiones, las prácticas consumistas, el individualismo y el hedonismo, entre otros.
1 comentario:
Me parece que has tocado un punto neural, la de la contribución de los medios masivos de comunicación a la construcción de la realidad social y de las subjetividas.Se hace investigación en las Facultades de comunicación social y periodismo colombianas sobre el papel de los medios de comunicación nacionales y de las agendas de noticias internacionales en fortalecimiento o debilitamiento de las instituciones democraticas en el país? Al final de cuentas sobre qué se investiga en los programas de comunicación social y periodismo?
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