Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Las elecciones de octubre de 2011 serán definitivas para Santos y Uribe. Si Uribe no logra poner a sus muñecos ventrílocuos en estratégicas alcaldías y gobernaciones (con el apoyo de Concejos y Asambleas), su eventual regreso en el 2014 puede empañarse.
Si por el contrario, los resultados favorecieran a Uribe, Santos deberá tomar con seriedad los anuncios -verdaderas amenazas- de varios áulicos de Uribe que sobreviven en el Congreso y en la gran prensa, que vienen con la idea de abrirle paso, jurídico y político, al regreso del Mesías a la Casa de Nari, en aras de cerrar para siempre esa compuerta, llamada reelección, que se abrió en 2004.
Una acción a seguir, sería buscar la reelección para frenar las aspiraciones de Uribe. Una decisión que lo llevaría a actuar de la misma manera clientelista a como lo hizo su antecesor para lograr consenso en el Congreso y legitimar su aspiración cooptando a otros actores políticos, sociales y económicos.
El posible regreso de Uribe hay que tomarlo en serio, pues es aupado por columnistas, congresistas, políticos y empresarios, que reconocen los beneficios logrados durante ocho años en los que el TODO VALE sirvió como principio ideológico y como norte de la acción política partidista.
Dichos sectores y otros de la sociedad colombiana vivieron cómodos con Uribe, quizás porque él interpretó muy bien las aspiraciones de sectores poderosos y emergentes (legales e ilegales) que ven con sospecha todo lo que suene a profundizar la democracia y el estado social de derecho y a respetar y salvaguardar derechos fundamentales y libertades ciudadanas.
Santos estaría obligado a explorar otros caminos para develar (desacreditar, dicen Uribe y sus seguidores) los efectos dejados de ese TODO VALE. No es suficiente con graduarlo de corrupto, pues su fuerza electoral (clientela) se mantiene a pesar de su clara pérdida de poder.
Un camino que no está a su favor hoy, es el de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, cuyos controvertidos investigadores no ofrecen garantías para procesar a Uribe por las innumerables demandas que tiene en su contra en ese órgano.
Los velados cuestionamientos de Santos y las profundas diferencias que hoy lo separan de Uribe, han alborotado los ánimos de los viudos del poder, que se sienten perseguidos por un Presidente que en algo quiere devolverle la decencia a la política, en especial a la que de forma natural se emana desde la Casa de Nariño, lugar desde donde se agencian los intereses y los asuntos del Estado.
El reciente enfrentamiento entre Uribe y Vargas Lleras deja claro que el ex presidente tiene guardada ‘información privilegiada’ no sólo del hoy ministro del Interior y de Justicia, sino del actual Presidente. El mensaje de Uribe a Santos es claro: hagámonos pasito. En el fondo del rifirrafe Vargas-Uribe, está Santos. Eso también está claro.
Así las cosas, no es y no será fácil para Santos llevar las riendas del poder con un ex presidente manejando sus hilos clientelares en contravía del actual Gobierno. O Santos decide parar toda acción política que busque tocar los intereses, señalar e imputar responsabilidades al anterior gobierno, logrando con ello mantener limpia su imagen, o da pasos definitivos hacia develar la verdad alrededor de las decisiones adoptadas por Uribe en ocho años en los que las prácticas corruptas fueron construyendo un imaginario negativo del Estado porque sus responsabilidades fueron manejadas y agenciadas desde intereses privados, legales e ilegales.
Por ahora, entre trinos y señalamientos, los colombianos seguiremos observando un entorno político turbulento que aumenta la desconfianza ciudadana en la clase política y en las élites que terminan apoyando proyectos políticos alejados de las reales necesidades de la Nación colombiana.
Las elecciones de octubre de 2011 serán definitivas para Santos y Uribe. Si Uribe no logra poner a sus muñecos ventrílocuos en estratégicas alcaldías y gobernaciones (con el apoyo de Concejos y Asambleas), su eventual regreso en el 2014 puede empañarse.
Si por el contrario, los resultados favorecieran a Uribe, Santos deberá tomar con seriedad los anuncios -verdaderas amenazas- de varios áulicos de Uribe que sobreviven en el Congreso y en la gran prensa, que vienen con la idea de abrirle paso, jurídico y político, al regreso del Mesías a la Casa de Nari, en aras de cerrar para siempre esa compuerta, llamada reelección, que se abrió en 2004.
Una acción a seguir, sería buscar la reelección para frenar las aspiraciones de Uribe. Una decisión que lo llevaría a actuar de la misma manera clientelista a como lo hizo su antecesor para lograr consenso en el Congreso y legitimar su aspiración cooptando a otros actores políticos, sociales y económicos.
El posible regreso de Uribe hay que tomarlo en serio, pues es aupado por columnistas, congresistas, políticos y empresarios, que reconocen los beneficios logrados durante ocho años en los que el TODO VALE sirvió como principio ideológico y como norte de la acción política partidista.
Dichos sectores y otros de la sociedad colombiana vivieron cómodos con Uribe, quizás porque él interpretó muy bien las aspiraciones de sectores poderosos y emergentes (legales e ilegales) que ven con sospecha todo lo que suene a profundizar la democracia y el estado social de derecho y a respetar y salvaguardar derechos fundamentales y libertades ciudadanas.
Santos estaría obligado a explorar otros caminos para develar (desacreditar, dicen Uribe y sus seguidores) los efectos dejados de ese TODO VALE. No es suficiente con graduarlo de corrupto, pues su fuerza electoral (clientela) se mantiene a pesar de su clara pérdida de poder.
Un camino que no está a su favor hoy, es el de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, cuyos controvertidos investigadores no ofrecen garantías para procesar a Uribe por las innumerables demandas que tiene en su contra en ese órgano.
Los velados cuestionamientos de Santos y las profundas diferencias que hoy lo separan de Uribe, han alborotado los ánimos de los viudos del poder, que se sienten perseguidos por un Presidente que en algo quiere devolverle la decencia a la política, en especial a la que de forma natural se emana desde la Casa de Nariño, lugar desde donde se agencian los intereses y los asuntos del Estado.
El reciente enfrentamiento entre Uribe y Vargas Lleras deja claro que el ex presidente tiene guardada ‘información privilegiada’ no sólo del hoy ministro del Interior y de Justicia, sino del actual Presidente. El mensaje de Uribe a Santos es claro: hagámonos pasito. En el fondo del rifirrafe Vargas-Uribe, está Santos. Eso también está claro.
Así las cosas, no es y no será fácil para Santos llevar las riendas del poder con un ex presidente manejando sus hilos clientelares en contravía del actual Gobierno. O Santos decide parar toda acción política que busque tocar los intereses, señalar e imputar responsabilidades al anterior gobierno, logrando con ello mantener limpia su imagen, o da pasos definitivos hacia develar la verdad alrededor de las decisiones adoptadas por Uribe en ocho años en los que las prácticas corruptas fueron construyendo un imaginario negativo del Estado porque sus responsabilidades fueron manejadas y agenciadas desde intereses privados, legales e ilegales.
Por ahora, entre trinos y señalamientos, los colombianos seguiremos observando un entorno político turbulento que aumenta la desconfianza ciudadana en la clase política y en las élites que terminan apoyando proyectos políticos alejados de las reales necesidades de la Nación colombiana.
1 comentario:
Los muñecos no son ventrílocuos. El ventrílocuo es el que maneja el muñeco y habla por ellos, haciendo parecer que los que hablan son los muñecos.
Yo conservaría la sempiterna denominación de “títeres”, que si bien parecería pasada de moda, será siempre oportuna, pues éstos no han desaparecido.
Jaime
NOTA
Respecto al contenido mismo del texto, comparto tu visión. Aunque póngale la firma compañero: no volverá. “Los suyos” ya estarán acomodados con “otros”.
Es así. En nuestro medio, la fidelidad a un líder ya no es negocio.
Publicar un comentario