Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
No deja de ser llamativo, importante y esperanzador que en un mundo machista, se dedique un día para exaltar el rol femenino. Quizás sea perfectamente racional y lógico, en un mundo así, dedicarle tan sólo un día a la mujer, con el claro propósito de borrar, por pocas horas, claro, una historia de sometimiento, de irrespeto y de violencia de género. Con todo y esto, se celebra y celebramos el Día Internacional de la Mujer.
Más allá de la celebración, que deviene poco a poco en una fiesta comercial, lo que se requiere de verdad es que se dé un cambio radical y sustancial en las condiciones precarias en las que sobreviven millones de mujeres en Colombia y en el mundo, sometidas, entre otros, al discurso político, a una cultura machista y al peligroso discurso publicitario y a uno que se consolida cada vez más: el discurso estético, que apoyado en la técnica médica, viene haciendo de las suyas en las maneras como se concibe lo femenino.
Desde la Presidencia de Colombia se emitieron mensajes como este: “Que este día de la mujer nos sirva a los hombres para reflexionar sobre necesidad de avanzar en el pleno respeto de los derechos de la mujer” (Tomado del perfil oficial en Twitter).
Se diseñan políticas públicas, se reconoce el papel cada vez más protagónico de la mujer en diversos ámbitos de la vida humana en sociedad, pero seguimos maltratándolas, sometiéndolas, dominándolas. Digamos que hay nuevas sensibilidades en torno a la mujer, pero aún se mantienen prácticas que violentan su ser, su cuerpo, su feminidad.
La técnica médica y el discurso publicitario de tiempo atrás someten a la mujer a los caprichos de la cultura machista dominante, que las pone como objetos de consumo, de ahí que su estado, como objetos, debe ser perfecto, de calidad. Por ello, todo el discurso contra el envejecimiento, del que se desprende el correlato de las cirugías estéticas con las cuales se diseñan cuerpos femeninos en quirófanos, acordes con los requerimientos de los machos que deambulan exigiendo operaciones para exhibir esos cuerpos, depósitos de deseos sexuales, en centros comerciales, fiestas y en cuanto escenario público y privado.
Una suerte de homogenización que poco a poco borra el amplio abanico de esa diversidad femenina. No. Ahora todas portan el mismo disfraz: tetas y culos diseñados por cirujanos que se hacen ricos, porque saben aprovecharse de los problemas de autoestima, generados por la publicidad y por la cultura machista.
Entre tanto, el discurso publicitario con el que se promocionan productos de cocina, de aseo y de cuanto elemento relacionado con los oficios de la casa, hace de las suyas al insistir en poner a mujeres y niñas en un lugar de dominación tradicional: la cocina.
Entonces, el mensaje es claro y se legitima con la sonrisa y la felicidad manifiesta de las protagonistas de las nefastas piezas publicitarias que exhiben a una mujer feliz por ser mamá, por barrer, cocinar, planchar y por esperar al marido que viene de la calle, de trabajar. Ojo, lo que ella hace en la casa no se valora como trabajo.
En un día como este, deberíamos de movilizarnos, mujeres y hombres, contra los discursos publicitario y el de la técnica médica, que poco aportan al reconocimiento de la mujer como un ser que tiene el derecho de construirse de acuerdo con sus propias búsquedas e intereses.
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