YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 12 de abril de 2012

A ¿QUIÉN LE CONVIENE LA DEBILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO?

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Un Estado débil y precario es aquel que es incapaz de erigirse como una estructura de poder que genere orden social, fije límites a prácticas económicas monopolísticas, responda adecuadamente al mandato constitucional y logre, en buena medida, minimizar las incertidumbres en amplios sectores societales.

Si miramos el Estado colombiano a la luz de esas condiciones, la conclusión es que el nuestro es un Estado débil, precario e impotente frente a fuerzas y poderes endógenos y exógenos.

La debilidad y la precariedad del Estado colombiano suelen verse y asumirse como un problema que no sólo evita o aplaza su consolidación como orden social y político viable y perenne, sino que atomiza a la sociedad, creando ambientes propicios para el enfrentamiento generalizado, propio de un estado de naturaleza. De ello hay suficientes evidencias a lo largo y ancho del territorio nacional, en especial en lo que toca a violencia política.

Pero esa impotencia estatal también es una oportunidad, en especial para aquellos grupos de poder que históricamente lo han cooptado o penetrado, para someter la función pública, a sus estratégicos intereses.

Grupos de poder que dentro de una sociedad civil fragmentada, actúan bajo ideas de Estado, de sociedad y de modelo económico sujetas, claramente, a sus intereses.

Podríamos señalar que actores como Fedegan, Andi y en general los gremios económicos se benefician de la debilidad del Estado porque a través de diversos mecanismos y estrategias institucionales y no institucionales, han logrado que el Estado se ponga a su servicio. Por ejemplo, creando, apoyando, legitimando o simplemente siendo espectadores del afianzamiento de una institucionalidad paraestatal, legal e ilegal, que termina jugando a su favor.

La Federación de Cafeteros, Asocaña, Andi y Fedegan se erigen como una suerte de parainstituciones que suelen competir con el Estado en el cumplimiento de sus funciones en regiones apartadas en donde el Estado brilla por su ausencia.

El trámite de documentos Conpes y el diseño de políticas públicas en diversos sectores, pueden ser formas claras en las que estas fuerzas y otras de la sociedad civil se aprovechan de la debilidad del Estado, actuando como grupos de interés en la definición de la agenda pública, agenda que moldean a beneficio institucional o el personal de su dirigencia. Por fuera de esa agenda quedan los grupos sociales menos favorecidos.

Se puede pensar que estos actores de la sociedad civil colombiana, con la presión ejercida, o el apoyo brindado a ciertos gobiernos para sacar adelante iniciativas y el trabajo colaborativo con instancias estatales, están buscando la consolidación o el mejoramiento del Estado en tanto su capacidad de responder adecuadamente a sus responsabilidades. En tantos años actuando de manera paralela al Estado, ¿por qué se mantiene dicha debilidad?

Resulta que esta parainstitucionalidad puede resultar nociva para el fortalecimiento del Estado cuando la idea de país que tienen sus agentes y funcionarios (gerentes, presidentes y directores) no logra conectarse con las ideas de país que suelen exponerse a diario en escenarios públicos y privados y por parte de otros actores de la sociedad civil, y cuando en asuntos de la guerra interna, por ejemplo, suelen apoyar económica y políticamente a las fuerzas armadas, sin revisar a fondo, por ejemplo, las circunstancias objetivas que justificaron y justifican aún el levantamiento armado en Colombia.

Hechos como la concentración de la riqueza y de la tierra en pocas manos y la inexistencia de marcos legales que por ejemplo pongan freno a la inversión extranjera, son la expresión de la cómoda actitud gremial frente a un Estado que no puede dar vuelta a esas circunstancias, por cuanto dentro de él están ellos mismos para perpetuarlas y mantener así esa parainstitucionalidad con la que suelen hacerse transacciones con actores nacionales e internacionales, por ejemplo, en el marco de tratados de libre comercio.

Esto pone en cuestión la denominada responsabilidad social del sector empresarial, que termina aportando pequeñas cantidades de recursos a ciertos programas y/o proyectos sociales, sólo como una manera de sobrellevar sus culpas o incluso las propias consecuencias de sus acciones y actividades, por ejemplo en materia ambiental y social.

El paramilitarismo, como empresa criminal, fue posible gracias a la debilidad estatal y al silencio de aquellas instituciones paraestatales legales (Fedegan, Andi y Asocaña, entre otras) que vieron el crecimiento de las fuerzas paramilitares con simpatía en cuanto pensaron que se podían librar de un problema: la guerrilla.

De ese actuar cómplice, por omisión o por acción, sobrevinieron prácticas de agentes internos de esas instancias paraestatales, por ejemplo, específicos ganaderos, que mostraron, igualmente, su simpatía o su apoyo directo e irrestricto a los grupos paramilitares. Asunto que aún está por estudiarse y develarse en la sociedad colombiana y la comunidad internacional, en especial en lo que se ha llamado como la paraeconomía, nacional e internacional, en donde ya se conocen los apoyos económicos brindados por las multinacionales Chiquita Brands y la Drummond a los paramilitares.Falta que en el orden interno, se devele el listado de empresarios colombianos que patrocinaron el paramilitarismo.

Cuando un Estado como el colombiano arrastra una fuerte debilidad institucional, permite que agentes y actores privados reproduzcan ideas no consensuadas de Estado, de mercado y sociedad, que al estar articuladas única y exclusivamente a los intereses y perspectivas de agrupaciones fuertes como las señaladas, generan escenarios de violencia y confrontación, que terminan afianzando el imaginario negativo que los colombianos suelen tener del Estado, imagen esta que se sustenta en el trabajo bien coordinado de estas unidades, políticas y económicas, que terminan liderando acciones estatales, desde instancias paraestatales legales.

En menor medida, de la debilidad estatal suelen beneficiarse asociaciones y grupos de ciudadanos que de manera más o menos libre actúan, legal e ilegalmente, porque reconocen los vacíos de poder que deja la debilidad de las instituciones del Estado.

Por ello, hasta tanto no se diseñen instituciones estatales fuertes, capaces de soportar, por ejemplo, el clientelismo como fuerza legal y las acciones individuales de funcionarios públicos con capacidad de decisión, la debilidad del Estado colombiano seguirá beneficiando a quienes por largo tiempo vienen actuando para someterlo y para perpetuar su debilidad. Cuanto antes hay que repensar el papel de actores de la sociedad civil colombiana, de ella misma en su conjunto, pero sobre todo, se requiere de un cambio de mentalidad en esa dirigencia a la que muy poco parece importarle la precariedad del Estado nacional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Uribito:



¡Buen día!



Comparto tu apreciación. Solo le incluiría que el modelo de Estado que denuncias como precario, es el prototipo de Estado Liberal que, cuando uno lo contrasta, consciente o inconscientemente como el social, se le descubres sus "debilidades".



El tipo de Estado, desde lo jurídico , lo político y lo económico, como dijo Aristóteles, obedece al equilibrio que las autoridades le den a esos aspectos internos de la organización. Hoy, la controversia y desequilibrio radica en libertad/igualdad que se sintetiza enorme y preponderantemente, en lo económico.



Un abrazo,



Luis F.