YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 6 de agosto de 2012

UN ESLOGAN PARA LA GUERRA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Llamativo, aterrador y preocupante resulta leer la frase de campaña con la que el ejército colombiano se presenta ante los ciudadanos y con la que busca seducir no sólo a incautos, sino a quienes ven la vida militar, y la guerra misma, como el único camino para emplearse, alcanzar reconocimiento y poder. Dice la frase: Haz parte de la empresa más grande y con más futuro del país.

Estamos no sólo ante un eslogan que claramente seduce y atrapa, e incluso, ante una actitud organizacional desbordada en términos prospectivos, sino ante una alarmante constatación: el camino de las armas y la guerra son el futuro. Parecen estar seguros los diseñadores de la campaña de cooptación y reclutamiento masivo de civiles de que el ejército seguirá creciendo como institución armada que combate a guerrilleros y delincuentes, y, por supuesto, como empresa, lo que le pone al patriotismo, al honor y otras entelequias propias del lenguaje de los guerreros y de la guerra, un valor comercial, de uso y de intercambio igual al que tienen neveras, vehículos o cualquier servicio comercial.

Sin duda, el sentido empresarial con el que  hoy se administran las fuerzas militares y de policía, y las mismas dinámicas de la guerra interna colombiana, dan para la creación de frases como esta, en especial en un país en el que el mercado laboral cada vez se empobrece más por la informalidad y por las reducidas oportunidades que se abren para progresar, por ejemplo, siendo profesional, técnico o científico. Y peor aún, en unja crisis económica mundial que desde 2008 viene golpeando países europeos y a los propios Estados Unidos de Norteamérica, lo amarra el crecimiento del país a las maniobras que implementen aquellos para superar la crisis financiera. 

Enlistarse hoy en Colombia es una opción laboral que hace pensar en que el Estado y sucesivos gobiernos parecen más comprometidos en hacer crecer las fuerzas militares como  empresas de defensa y de la guerra, que revisar el modelo económico con el firme propósito de brindar opciones distintas de progreso, movilidad social y de realización social individual. Y por supuesto, revisar a fondo el devenir del conflicto armado y buscar con rapidez la paz con los grupos armados ilegales, lo que sin duda, en el mediano plazo debería traducirse en una reducción del número de hombres y mujeres en armas.

Asusta el eslogan de la campaña estática de reclutamiento que en las afueras del distrito militar 17 de la Ciudad de Cali, grita a quienes, desde las afugias del desempleo y del no reconocimiento social, miran con ilusión lo que dice esa valla que publicita la guerra y el camino de las armas.

Profesionales, bachilleres y ciudadanos sin oportunidades laborales y educativas ven en las filas castrenses una oportunidad para salir adelante. Preocupa el asunto, en especial por la propia dinámica de la guerra interna y por las claras expresiones violentas que dejan procesos fallidos o débiles procesos civilizatorios y socializadores en un país como Colombia, puesto que no estamos ante una simple oportunidad de empleo, sino ante la destinación de un capital social y humano que bien podría servir en otras instancias y ámbitos sociales que lleven al país por caminos de un progreso contrario al planteado, es decir,  asociado a un carácter civil y pacífico.

La guerra es la expresión misma de la crisis de la política y de la supremacía alcanzada por la economía y el mercado, constatación esta que da sentido y vida al eslogan Haz parte de la empresa más grande y con más futuro del país. Un eslogan que pone en afianza la sostenibilidad de la guerra y que pone en entredicho el tan anhelado fin del conflicto. ¿Y dónde está el lucro de esta empresa grande y con más futuro? ¿Qué parte del país se beneficia de ese lucro?

La fuerza de dicha frase es tal, que termina por subvalorar el trabajo y la disciplina de los investigadores sociales y naturales, del teórico, del técnico, del tecnólogo, del profesor y de los profesionales, entre otros, que buscan aportar al progreso del país, y conseguir el propio, a través de actividades alejadas de la reproducción del discurso de la guerra que tanto dolor genera.

En un país como Colombia, con reducidas oportunidades para salir adelante, el eslogan en mención genera tensión entre quienes quieren jugar las reglas de la civilidad y la democracia, y entre quienes, al jugar las reglas de la vida militar, lo que harán, cuando sea el momento preciso, será limitar los derechos civiles, la propia democracia y hacer que el discurso castrense prolongue la guerra.

Nota: publicada en el portal www.nasaacin.org, http://www.nasaacin.org/attachments/article/4516/Un%20eslogan%20para%20la%20guerra.pdf

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