YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 13 de diciembre de 2013

APUNTES ACERCA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO EN EL AULA

Por Germán Ayala Osorio


Si un Estado se gobierna por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son sujetas a la vergüenza; pero si no se gobierna por aquellos, son la riqueza y los honores los sujetos a la vergüenza[1]


Quienes no conocen fuentes de verdad más puras, que no han seguido el curso de ésta hasta cotas más elevadas, se atienen prudentemente a la Biblia y a la Constitución y beben de ellas con reverencia y humil­dad; pero quienes reparan por dónde brotan aquellas gota a gota para alimentar ese lago o aquella laguna, se fajan fuertemente la cintura y siguen su peregrinación en busca del manantial primero[2].


ASIGNATURAS: Democracia y Constitución Política y Comunicación, Conflicto y Posconflicto

Asumo  el pensamiento crítico como una opción de vida y  postura política sobre las que soporto mi actividad docente e investigativa. Y lo entiendo como un proceso de permanente aprendizaje, guiado hacia la búsqueda de respuestas sobre hechos y fenómenos que tocan nuestras vidas, en los ámbitos de lo público y lo privado.

De igual forma, el pensamiento crítico, como proceso formativo y actitud de vida, me exige el permanente cuestionamiento de versiones, verdades, opiniones, informaciones y conceptos que rodean o tocan mi labor académica y mi vida misma.

En el aula, el pensamiento crítico lo entiendo desde el deber ser de la academia, en el sentido en que es ella el escenario propicio para develar, cuestionar, transformar, de-construir y construir discursos, en aras de que los ciudadanos-estudiantes comprendan no sólo los hechos históricos, sino las correlaciones de fuerza que subsisten en todos los ámbitos de creación humana.

Antes de describir los procesos académicos dispuestos en los cursos asignados, señalo cinco elementos o factores que según mi criterio, aparecen de manera obligada en los encuentros académicos entre profesores y estudiantes. Los cinco elementos son: 1. Encuentro de ideologías 2. Ejercicios actitudinales[3]. 3. Formación conceptual (pensamiento categorial). 4. Exhibición de antecedentes. 5. Lectura de contexto (consumo de medios).

En el primero, se develan las representaciones sociales y los marcos mentales y culturales desde donde estudiantes y docentes miran sus propias ‘realidades’ y por supuesto, las realidades del país y del mundo. En el segundo, aparecen las actitudes que suelen, unos y otros, asumir frente a los procesos de aprendizaje, en donde sobresale el gusto por saber, por conocer y por aprender. Se espera, en un escenario ideal y óptimo que los actores del proceso de aprendizaje dispongan de la mejor actitud para asumir no sólo los retos cognitivos que los cursos demandan, sino las diversas formas de pensar y de asumir la discusión de asuntos públicos que se dan en los encuentros educativos.

En cuanto al tercer elemento, la formación conceptual (pensamiento categorial) se erige como un factor clave y definitivo tanto para la consecución de los objetivos de aprendizaje planteados en los cursos, como para la formación en pensamiento crítico.  En cuanto al punto de la Exhibición de antecedentes, hay que señalar que su importancia radica en que se rompe el círculo del ‘presentismo’ en el que suelen llegar, estar y mantenerse los estudiantes cuando llegan a la Universidad. Y por último, la Lectura de contexto, más que un factor, es una estrategia pedagógica que uso para explicar temas y conceptos, así como para proponer ejercicios analíticos a partir de la información noticiosa consumida tanto por los estudiantes, como por los profesores.

En cuanto al desarrollo de los cursos, estos deben desarrollarse como encuentros de aprendizaje, caracterizados por ser dialógicos, respetuosos y simétricos en la medida en que los cuestionamientos, los debates y las diferencias que aparezcan en las maneras de concebir y entender las realidades del país, se deben hacer desde la confrontación conceptual y de opiniones, con el propósito de relativizar aquellas ‘verdades’ que se sostienen en las lecturas previas, en las experiencias de vida y en el capital social acumulados por  los actores de aprendizaje que se encuentran en el aula.

Ese escenario lo considero propicio para que el pensamiento crítico se dé, tanto como objetivo de formación, como proceso de aprendizaje. Asegurar esta circunstancia contextual es fundamental en la medida en que el ejercicio crítico planteado por los docentes, deviene de forma vinculante hacia el estudiante en la medida en que éste comprenda que los encuentros dialógicos, a pesar de la diversidad de pensamientos, deben ser respetuosos y profundamente democráticos.

A decir de Villarini, “… la actividad de enseñanza a debe ayudar a crear el clima afectivo que requiere el desarrollo humano y del pensamiento reflexivo y crítico; un clima libertad, tolerancia y cuidado, en el que los estudiantes experimentan que el educador es también educando que vive preocupado por entenderlos y atenderlos en su proceso de desarrollo humano y de su pensamiento”.[4]

En el desarrollo académico de los cursos Democracia y Constitución Política y Comunicación, Conflicto y Posconflicto, cuestiono la legitimidad del Estado colombiano y las razones y los actores que históricamente evitan que se configure como un orden social y político legítimo, pero especialmente, como un referente moral a seguir por sus asociados. Y al asumir el Estado como una correlación de fuerzas, los cuestionamientos pasan por las élites de poder político y empresarial, los actores de la sociedad civil y por supuesto, las actitudes asumidas por cada uno de nosotros frente a los procesos de consolidación del Estado, de la sociedad y de la cultura dominante.

Igualmente, confronto la democracia formal y procedimental colombiana, con planteamientos como los de Chantal Mouffe, cuando habla de profundizar la democracia. Y así, con cada una de las categorías contenidas en el curso, esto es, derechos humanos, la política y lo político.  Al tiempo que expongo mi postura crítica frente a hechos políticos y mediáticos, así como a circunstancias históricas, voy entregando a los estudiantes los conceptos de Estado, democracia, la política, lo político y los derechos.

En lo que corresponde al curso Comunicación, Conflicto y Posconflicto, expongo con claridad las lecturas que hago del devenir del conflicto, de las características e intereses de los actores armados; de igual manera, de las responsabilidades individuales y colectivas que debemos asumir para la construcción de escenarios de posconflicto, en el entendido en que el proceso de La Habana termine en el fin del conflicto armado entre las Farc y el Estado colombiano. En cuanto a la Comunicación, circunscribo el abordaje a la comunicación de masas y en particular al ejercicio periodístico-noticioso y editorial de la prensa escrita colombiana. Busco que la actividad reflexiva y la crítica se conviertan en un hábito para los estudiantes. Práctica que se hará consistente en el tiempo, cuando  ellos tengan el dominio conceptual y hayan desarrollado la habilidad de cruzar hechos, miradas, saberes  y disciplinas.

Aunque la escritura la considero una herramienta fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico en el aula, especialmente para los comunicadores sociales que recibo en el curso Comunicación, Conflicto y Posconflicto, reconozco los resultados de aprendizaje en los estudiantes, cuando expresan mejores opiniones, nociones e incluso, acercamientos al dominio conceptual de las categorías vistas en clase  

A pesar de los problemas y dificultades que los estudiantes exhiben para la redacción de textos que como mínimo den cuenta de la estructura básica, Introducción, Desarrollo y Conclusión (IDC), les insisto en la  importancia  de dominar la técnica escritural. Con ello busco quitarle valor y peso al imaginario que indica que eso de ‘escribir y leer’ es para los estudiantes de humanidades y  ciencias sociales. Insisto, para ello, en una formación ciudadana basada no sólo en la capacidad de discutir asuntos públicos, sino en el dominio del lenguaje para poder expresar inconformidades y elevar peticiones respetuosas a las autoridades, entre otras posibilidades.

La lectura de columnas de opinión, tanto mías como de otros columnistas y blogueros, es un recurso pedagógico valioso en aras de que los estudiantes conozcan diversas formas de pensar y de entender los hechos y los asuntos abordados en clase.

Los estudiantes de Democracia y Constitución Política, por ejemplo, leen dos capítulos del libro Sin ánimo de lucro, de Martha Nussbaum y el libro de mi autoría, Paramilitarismo en Colombia, más allá de un fenómeno de violencia política (2011). Igualmente, para este semestre, dada la coyuntura generada, leímos apartes de del informe de Basta Ya y artículos de Marco Palacios, relacionados con la violencia política en el país; también, leyeron el texto Periodismo, Conflicto y Posconflicto; entre realidades y aproximaciones, que se presenta como el texto guía del curso. Además, los estudiantes deben seguir a un medio de comunicación durante tres meses, con el propósito de analizar el tratamiento periodístico dado a los hechos y coyunturas político-mediáticas surgidas en torno al desarrollo del proceso de paz que se lleva a cabo en La Habana, entre el Gobierno de Santos y la cúpula de las Farc.

Termino con esta reflexión alrededor de la democracia: En una eventual evaluación de un régimen democrático, se deben realizar los ajustes necesarios para avanzar en la consolidación de una idea de democracia acorde con los imaginarios colectivos universalmente aceptados y con las aspiraciones y las capacidades visibles de quienes de manera directa o indirecta ‘sufren’, soportan, se sirven o resultan víctimas del ejercicio del poder en cualquiera de sus dimensiones y ámbitos. Por ello, quizás la democracia exige de los ciudadanos especiales capacidades valorativas y cognitivas, para reconocer cuándo son legítimas, viables, aceptables y posibles esas relaciones de poder que se establecen, especialmente desde las instancias estatales y desde poderosos actores de la sociedad civil. Cuando más consciencia y capacidad de discusión de asuntos públicos hay en los ciudadanos, mejor es la democracia.

La democracia, ante todo, es un proceso continuo, un sin fin, que evalúa las circunstancias contextuales presumiblemente democráticas bajo las cuales una comunidad humana decide vivir, para cumplir unas reglas que permitan la sostenibilidad de las relaciones de poder, connaturales a la convivencia humana y de las formas relacionales establecidas y aceptadas por los miembros de dicha comunidad. Zuleta sostiene que “la democracia es la cátedra, in vivo, de la política para los pueblos porque significa la necesidad de aprender continuamente a luchar por los intereses y a averiguar  cuáles son. La democracia es siempre un proceso que puede ampliarse. No hay democracia terminada[5].




Imagen tomada de filosofia.org


[1] Confucio, citado por Thoreau en su libro Del deber de la desobediencia civil. p. 32. www.editorialpi.com

[2] Thoreau. Del deber de la desobediencia civil. p. 44.
[3]Las actitudes, es decir, emociones sentimientos, intereses, valores, facilitan o dificultan, abran o bloquean el procesamiento de información, es decir el funcionamiento mental (Villarini, 1991). Las actitudes parecen condicionar la amplitud de nuestro pensamiento. Las actitudes intelectuales positivas son las que nos permiten recibir la más amplia información y procesarla de la manera más compleja. Las negativas, lo contrario. Así, por ejemplo, la curiosidad intelectual, la tolerancia, la flexibilidad mental, la objetividad y la sistematicidad facilitan y hacen más efectivos el procesamiento de información porque lo abren a múltiples estímulos y relaciones. Las actitudes intelectuales negativas, como por ejemplo, la falta de curiosidad o conformismo, la intolerancia, la rigidez mental, el subjetivismo, y la falta de sistematicidad, dificultan el recibir y procesar información porque cierran y bloquean el pensamiento(Tomado de Ángel Villarini Jusino. Teoría y pedagogía del pensamiento sistemático y crítico. págs 4 y 5).
[4] Villarini Jusino, Ángel R. p. 11.
[5] Op cit. ZULETA. p. 15. 

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