YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 7 de febrero de 2014

LA (IN) VIABLE PROPUESTA DE LAS FARC SOBRE SUSTITUCIÓN DE CULTIVOS ILÍCITOS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

La degradación del conflicto armado interno colombiano, así como la reorientación ideológica de los actores armados enfrentados, en especial las guerrillas, se originó, en buena medida, por el lucrativo negocio del narcotráfico. No quiere decir que otros factores[1] no hayan incidido en la pérdida del sentido revolucionario y para muchos, emancipatorio y liberalizador que enarbolaron las guerrillas en los primeros años de lucha contra el Estado colombiano.

Después de fallidos procesos de paz, hoy, en el actual proceso de negociación que se adelanta en La Habana, se vislumbran cambios, a juzgar por lo acordado hasta el momento y que se puede leer en el Informe Conjunto de la Mesa de Conversaciones, que sobre los dos primeros temas de la Agenda de Negociación, circuló masivamente.

Ya fueron abordados los puntos 1 y 2, que corresponden a los temas la cuestión agraria y participación política, sobre los cuales ya hay acuerdos importantes que de manera relacional se tocan con el tercer punto a abordar, los cultivos de uso ilícito y el narcotráfico. Dentro de los elementos conexos, especialmente con el punto 1, que hace referencia a la cuestión agraria, aparecen el medio ambiente y el desarrollo rural, necesariamente afectados por la lucha que contra el narcotráfico y la siembra de cultivos de uso ilícito, viene librando el Estado colombiano, por la presión de la llamada ‘Comunidad Internacional’ y con la ayuda de los Estados Unidos.

En el documento Informe Conjunto de la Mesa de Conversaciones, se lee que: “lo acordado reconoce y se centra en el papel fundamental de la economía campesina, familiar y comunitaria en el desarrollo del campo, la promoción  de diferentes formas de asociación y cooperativismo, la generación de ingresos y empleo, la dignificación y formalización del trabajo, la producción de alimentos y la preservación del medio ambiente[2].

Justo sobre este último elemento es que debe girar la discusión alrededor de la necesidad de darle un tratamiento distinto al problema de las drogas, pero especialmente a la erradicación de los cultivos de uso ilícito, como la coca, amapola y marihuana, combatidos a través de la erradicación manual, la aspersión de glifosato, con la clara criminalización de las comunidades que sobreviven de su siembra y recolección.

Por estar directamente relacionadas y beneficiarse de la siembra de coca, marihuana y amapola, así como de su aprovechamiento y de la distribución a gran escala de narcóticos, las Farc nuevamente le presentan al país su propuesta de sustitución de cultivos de uso ilícito, en el contexto de conversaciones de paz con el Estado colombiano. La primera propuesta fue presentada por las Farc durante el proceso en el Caguán. Ahora, retomaron dicha propuesta y la presentan al país para su discusión pública y privada.

Es de vital importancia analizar la propuesta presentada por los negociadores de las Farc, en torno al complejo y espinoso asunto de las drogas y los cultivos de uso ilegal. Y es así, porque la lucha contra el narcotráfico y la siembra de monocultivos de marihuana, coca y amapola tiene, en la dimensión internacional, a su más complejo contexto, por cuanto la política antidrogas de los Estados Unidos ha sido impuesta y aplicada en Colombia, sin tener en cuenta circunstancias culturales, sociales, ambientales, económicas y políticas.

Política esta que ha terminado por atizar el conflicto y profundizar, incluso, los problemas que desde esas mismas dimensiones, legitimaron el levantamiento armado y de alguna manera sostienen la histórica legitimidad alcanzada por las Farc, en territorios golpeados por la pobreza, la exclusión y por la nula o ineficiente presencia del Estado, a lo que se suman los efectos, negativos y positivos, que dejan la siembra de dichos cultivos y la fumigación con glifosato.

La propuesta fariana se titula “Programa Nacional de sustitución de los usos ilícitos de los cultivos de hoja de coca, amapola o marihuana”. Se expondrán varios apartes del documento, seguidos del análisis propuesto.

En la propuesta del grupo insurgente se busca “generar condiciones materiales e inmateriales para el buen vivir de las comunidades campesinas y de los núcleos familiares que las conforman, que en la actualidad derivan su subsistencia precaria de cultivos de hoja de coca, amapola y marihuana, en un contexto de transformaciones estructurales de la sociedad rural, propias del proceso de reforma rural y agraria integral, socioambiental, democrática y participativa, que reclaman el país y los desposeídos del campo[3].

Dentro de los cinco objetivos propuestos, el primero busca “contribuir a las transformaciones estructurales de la sociedad rural, propias del proceso de reforma rural y agraria integral, socioambiental, democrática y participativa, que reclaman el país y los desposeídos del campo[4].

Las FARC fincan los objetivos de su plan, en cambios estructurales de la sociedad rural, asunto que de no darse, podría dar al traste con las ideas y iniciativas que se den en torno a la sustitución de los cultivos de uso ilícito, por cultivos de pan coger, que permitan no sólo garantizar seguridad alimentaria, afectada en materia grave por el empobrecimiento y pauperización del campesinado y en general de las condiciones materiales e inmateriales del campo y por la firma de tratados de libre comercio.

El quinto objetivo señala que “a través de la intervención directa del Estado, regular la producción y el mercado de la hoja de coca, la amapola y la marihuana, con base en el reconocimiento de las cualidades alimenticias, medicinales, terapéuticas y culturales, a definir en cada caso, así como de sus posibilidades artesanales e industriales[5].

Este objetivo tiene, en las políticas antidrogas de los Estados Unidos y en la Unión Europea, a sus mayores obstáculos, debido a la clara relación de dependencia política y económica que por largo tiempo disímiles gobiernos colombianos han establecido tanto con la potencia económica y militar del norte del Continente, como con varios países que conforman el bloque económico europeo.

El asunto de fondo está en el sentido político con el que los gobiernos de Colombia han asumido la soberanía. Resbalosa categoría que por decisiones económicas, no sólo mantiene esa dificultad de asirla, sino que alimenta lecturas ideológicas que terminan por estigmatizar a quienes la agitan como salida para mejorar condiciones internas o para dar solución a problemas como el narcotráfico y la siembra de cultivos calificados, de manera unilateral, como de uso ilícito.

Discutir asuntos propios de un Estado soberano, en el contexto de un Estado liberal promovido también por las propias Farc, le quitaría un peso ideológico a la discusión y a la necesidad de, que en medio de un proceso globalizador y globalizante, el Estado colombiano actúe desde mejores condiciones de soberanía y capacidad de autodeterminación.

En otros apartes de la propuesta, las Farc señalan que “con base en los instrumentos técnicos propios de la referenciación geográfica y de la cartografía social, se procederá - con la participación directa de las FARC-EP y de las comunidades involucradas – a la definición de los territorios y áreas específicas del Programa. Según el caso y de acuerdo con las definiciones más precisas del Programa, se podrán establecer territorios o zonas geográficas a priorizar[6].

Lo anterior implica, sin duda, una reorientación en la forma como los territorios son poblados, modificados, transformados y ocupados socialmente. En especial, porque la participación de miembros de las Farc en la definición de los territorios en los cuales se aplicara el Programa, muy seguramente generará molestias, escozor y hasta urticaria, en sectores rurales acostumbrados a intervenir de manera directa en la ejecución de POT y políticas de desarrollo rural de Gobiernos locales y regionales, interesados en beneficiar a aquellos actores de la producción que hayan apoyado económica y electoralmente tanto las campañas presidenciales y de congreso. Por ejemplo, los intereses de ganaderos, palmicultores, cafeteros y la agroindustria cañera, entre otros.

Más adelante, el documento señala que “teniendo en cuenta que los territorios y zonas objeto del Programase inscriben dentro de un concepto de desarrollo alternativo para la soberanía y la seguridad alimentarias de la Nación, éstos serán excluidos de cualquier proyecto de minería a cielo abierto y gran escala, o de exploración y extracción de hidrocarburos[7].

Esto implicará no sólo un obligado reordenamiento territorial, sino la reorientación de los destinos de la llamada locomotora minera, que es hoy fuente del Gobierno de Santos para financiar iniciativas y tareas de posconflicto. Las implicaciones políticas que este punto demanda, hace que lo propuesto sea inviable o por lo menos, difícil de realizar en un país que se la jugó por la gran minería, especialmente desde las dos administraciones de Uribe Vélez, que el gobierno de Santos dio continuidad.

En la iniciativa presentada por las Farc en la Mesa de Conversaciones de La Habana, se propone que la conformación de  “Consejos Territoriales del Programa, integrados por representantes del Gobierno en el nivel departamental, delegados de los gobiernos municipales, de las FARC-EP, y de los Consejos Comunitarios de los respectivos territorios. Sus principales funciones consisten en el diseño concertado del Programa en el nivel territorial, en la definición de las políticas, de los instrumentos y los mecanismos para su implementación, así como en el seguimiento a su ejecución y cumplimiento, atendiendo lo establecido de los Programas locales[8].

Lo hay que preguntarse es quiénes serán estos delegados de las Farc. Acaso Comandantes de Frente, mandos medios o guerrilleros de base. Quién y cómo velar por la seguridad de estos. Las Farc buscan, de esa forma, que sus líderes y militantes, una vez desmovilizados, ocupen espacios políticos y comunitarios en regiones en donde seguramente tienen una histórica presencia e influencia.

Se trata, sin duda, de una estrategia política y electoral de regionalización de su proyecto político, por la vía de la sustitución de cultivos de uso ilícito o por el contrario, con la legalización de la siembra y aprovechamiento de dichos cultivos, para uso medicinal (terapéutico) e incluso, recreativo, eso sí, bajo el control estatal. 

Darle valor a estos espacios de discusión público y de planeamiento, otorgaría a las Farc una ventaja política y electoral frente a políticos y líderes de otras fuerzas políticas que históricamente han trabajado, desde la legalidad, en zonas apartadas de las ciudades principales, para consolidar allí su proyecto político y la fuerza electoral necesaria para mantenerse vigentes.

Quizás el punto más polémico de la propuesta de las Farc sea el de la desmilitarización de los territorios y zonas objeto del programa. La desmilitarización daría la oportunidad para el diseño de experiencias productivas y de vida social, que bien pueden entenderse como propias del posconflicto, en la medida en que implican la reconstrucción social, ambiental, económica y política y cultural de zonas en donde el conflicto armado destrozó el tejido social, modificó sustancialmente las formas de producción de riqueza y hasta las formas de resolver los conflictos.  

El obstáculo estará en la visión de los líderes de las fuerzas militares y de las fuerzas políticas que consideran que no debe haber territorios vedados para la fuerza pública, lo que claramente significa un ambiguo ejercicio de la soberanía. Los opositores hablarán, incluso, de que la seguridad nacional y la cohesión de la Nación quedarían golpeadas.  

No será fácil, entonces, avanzar en este punto. La propuesta de las Farc ya está en la Mesa de Diálogo. Ojalá la Academia asuma su papel deliberador y crítico no sólo para discutir la viabilidad de lo propuesto por la delegación de las Farc, sino para coadyuvar a generar una opinión favorable en sectores de la sociedad civil, que muy seguramente se verán afectados por los alcances del mismo programa de sustitución de cultivos de uso ilícito.




[1] Dentro de esos otros factores, está el tiempo para haber conquistado el poder, asunto que poco a poco limitó las oportunidades de la subversión para hacerse con el Estado, con la consecuente transformación, objetivo político y militar de los levantados en armas. Cambiar ese orden establecido, históricamente ilegítimo, ya no fue posible a través del triunfo militar de las guerrillas.
[2] Informe Conjunto de la Mesa de Conversaciones. Enero 2014. p.6.

[3] Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

[4] Ibid. Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

[5] Ibid. Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

[6] Ibid. Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

[7] Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

[8] Documento Delegación de Paz de las FARC-EP, tomado de la página oficial.
http://www.pazfarc-ep.org

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