YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 5 de febrero de 2014

LA INTELIGENCIA MILITAR ‘CHUZA’ A LA PAZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

El escándalo de las ‘chuzadas’ a miembros del equipo negociador del Gobierno, en La Habana, por parte de la Inteligencia Militar, hizo recordar los episodios vividos durante el gobierno de Uribe Vélez[1], en los que se intervinieron las líneas de comunicación de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ONG de derechos humanos, periodistas, críticos del Gobierno y políticos de izquierda, y se seguían de cerca sus movimientos cotidianos.

Muchos periodistas y ciudadanos del común creen que se trata de los mismos episodios, con las mismas motivaciones. Pero no. Las circunstancias son distintas y por supuesto, los propósitos son disímiles.

Empiezo por señalar que lo sucedido durante el Gobierno de Uribe Vélez responde al uso indebido y criminal del DAS, como policía política, para perseguir, intimidar y espiar a todos aquellos funcionarios de la rama judicial, periodistas y líderes de izquierda, no afectos a ese régimen de terror que durante ocho años funcionó en Colombia.  Eran los tiempos de la parapolítica y las señaladas relaciones y cercanías de ese Gobierno, con el paramilitarismo. De igual manera, eran los tiempos de la reelección presidencial inmediata en la que también hubo ‘mermelada’, así el mandatario antioqueño lo negara expresando que ‘su gobierno no compraba conciencias, sino que persuadía’.

La gravedad de lo ocurrido con el DAS, penetrado por el paramilitarismo, y las interceptaciones ilegales, obligó al presidente Santos a acabar con dicho Departamento de Seguridad[2]. El fin era claro: pasar esa página oscura y tenebrosa de nuestra reciente historia, sin que ello haya significado el desmonte de la infraestructura técnica, pero sobre todo, del proyecto político e ideológico en el que se soportan este tipo de actividades ilegales, propias de un proceso de desinstitucionalización puesto en marcha entre 2002 y 2010.

Pero quizás la mayor motivación que está detrás de las actividades ilegales develadas por la revista Semana y de aquellos militares que facilitaron las operaciones de inteligencia militar, en contra de los negociadores del Gobierno que hoy conversan con la cúpula de las Farc, radique en el objetivo y quizás necesidad de golpear y hacer fracasar las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana, Cuba.

De esta manera, no podemos hablar de un mismo o de un nuevo episodio de interceptaciones ilegales, originadas y propiciadas desde un organismo del Estado. Ayer fue el DAS, contra específicos blancos, en un contexto en el que los asuntos del Estado se manejaron por fuera de la institucionalidad, dado al carácter personal y privado con el que el entonces presidente Uribe operó su proyecto político, logrando así efectos claros en el debilitamiento de varias instituciones.

Hoy, por el contrario, fue la Inteligencia Militar del Ejército la protagonista de un escándalo que deja entrever que el Presidente Santos no tiene cabal conocimiento y dominio no sólo de dicha dependencia, sino de un sector del Ejército, que no parece dispuesto a seguir, y mucho menos apoyar, el proyecto político que deviene con la búsqueda y consecución de la paz, esto es, el fin del conflicto armado interno. Quienes actuaron de manera ilegal, desde las huestes de la Inteligencia Militar[3], deben estar al servicio de un grupo de oficiales activos y de retirados del Ejército, preocupados por los efectos que traerá en las filas y en general en las instituciones castrenses, el fin del conflicto armado.

Insisto, no se trata de un episodio más del uso indebido de la técnica y de las tecnologías propias del espionaje, dispuestas por todos los Estados del mundo para mantener y garantizar lo que se llama la Seguridad Nacional. No. Estamos ante un claro golpe contra el proceso de paz de La Habana, orquestado desde una dependencia castrense, apoyada, muy seguramente, por altos oficiales del Ejército, que no están sintonizados con la iniciativa de paz del Gobierno de Santos y muchos menos, con su reelección.

Los reiterados llamados del presidente Santos a los militares para que se preparen para el posconflicto, inquieta a un sector poderoso del Ejército, que aún cree e insiste en ganar la guerra contra la subversión y por esa vía, mantener jugosos y no auditados presupuestos, así como el control y el poder, como quiera que las fuerzas militares son un actor político-electoral decisivo para el mantenimiento del statu quo. Es en ese complejo contexto en el que hay que entender y ubicar los hechos que hoy escandalizan al país.

Es necesario y urgente que el Gobierno de Santos[4] y él mismo, en su calidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas[5], asuma la tarea de sacar de las filas a todos aquellos militares que están detrás de lo sucedido en Bogotá. De igual manera, deberá hacer una purga más amplia que permita llamar a calificar servicios a todos aquellos soldados que no estén comprometidos con el proceso de paz, el fin del conflicto y por supuesto, el diseño y consolidación del posconflicto. Es inevitable la transformación de las fuerzas armadas, en especial, un redireccionamiento de las fuerzas militares, en especial de la visión y la misión del Ejército. Y ello tendrá, sin duda, efectos en el presupuesto y en la reducción del número de efectivos.

El mensaje ya lo recibió el Presidente Santos. Las fuertes motivaciones políticas que hoy acompañan el espíritu de lucha de un grupo o de un sector del Ejército, están conectadas con el proyecto político que el ex presidente Uribe Vélez buscará llevar al Congreso de la República, con la clara intención de torpedear los acuerdos que se logren en la mesa de negociaciones. Igualmente, ese ideario político sobre el que operan ciertas unidades militares, también está conectado con los proyectos políticos del candidato presidencial del Centro Democrático[6], Óscar Iván Zuluaga y de la candidata de un sector del Partido Conservador, Martha Lucía Ramírez. 




[2] Hoy se llama Agencia Nacional de Inteligencia, ANI.

[3] Si bien hay que aplaudir la decisión del alto mando de remover de sus cargos a dos generales de Inteligencia, se espera que el Gobierno de Santos llame a calificar servicios y cambie la cúpula militar. http://www.semana.com/nacion/articulo/chuzadas-relevan-jefe-de-inteligencia-del-ejercito/376155-3

[4] Esta es la hora en la que el país no conoce el nombre del oficial que le entregó al ex presidente Uribe, las coordenadas de  un operativo con el que se logró sacar del país a un miembro de la cúpula de las Farc, rumbo a La Habana. La revista Semana.com se pregunta: “Será tarea de la justicia averiguar para quién y por qué funcionó 'Andrómeda' y si se trata de ruedas sueltas en el Ejército. “Cuando todo esto se sepa van a pasar dos cosas. Lo primero es que lo van a negar, como pasó con el DAS al comienzo. Y la segunda es que, a diferencia del DAS, que con el tiempo se supo lo que pasó, esto es el Ejército y el rasero es muy distinto. Si esta es la hora en que no han dicho quién le dio las coordenadas al presidente Uribe, imagínese si existe alguna posibilidad de saber quién ordenó y recibió todo lo de 'Andrómeda'”, concluye uno de los militares consultados por Semana.com”. http://www.semana.com/nacion/articulo/alguien-espio-los-negociadores-de-la-habana/376076-3

[5] Véase Título VII, De la Rama Ejecutiva, Capítulo 1. Del Presidente de la República. Constitución Política de Colombia.

[6] Antes se llamó Puro Centro Democrático (PCD). Luego, Uribe Centro Democrático (UCD). Por decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE), se autorizó su registro en el tarjetón como Centro Democrático (CD). Se trata de otra micro empresa electoral. 

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