Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Nota aclaratoria: esta
columna fue concebida en el contexto de los Foros de la Facultad de Humanidades
de la Universidad Autónoma de Occidente, de Cali, Colombia. Espacio académico
en el que se reúnen estudiantes y profesores para discutir asuntos públicos de
especial interés. El tema que nos convoca en esta oportunidad está dado en la relación Ciudadanía y Proceso
de paz.
La Columna está dirigida, en primera instancia, a los estudiantes
universitarios que participarán en dichos fotos, en la semana del 17 al 21 de
marzo de 2014. No obstante, lo dicho en ella bien puede ayudar a los lectores
de mi Blog y a los seguidores de mi
cuenta en Twitter, a precisar el lugar que como ciudadanos deben ocupar en esta
compleja coyuntura por la que atraviesa el país y nuestras vidas.
Colombia atraviesa, en estos
momentos, una especial y compleja coyuntura política y electoral, que bien
puede servir para redireccionar su presente y por esa vía, plantear un futuro
inmediato más prometedor en términos de bienestar social, ampliación de su
democracia, consolidación del Estado como un orden viable y legítimo, así como
en lo que tiene que ver con la pacificación y el mejoramiento de las condiciones
de vida de los nacionales que hoy sobreviven en el campo en medio de una clara
pauperización.
Una coyuntura política dada por
el proceso de paz que se adelanta en La Habana, Cuba, entre la cúpula de las
Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, que bien puede llevarnos al
fin del conflicto armado interno, a la consecuente desmovilización de las Farc
y a la posibilidad de que sus líderes hagan política dentro de las reglas de la
democracia. Y una coyuntura electoral, dada por la elección presidencial, en
especial por la reelección del Presidente-candidato, Juan Manuel Santos.
Pero más allá de los resultados
electorales que dejó la jornada del 9 de marzo de 2014, bien la pena discutir
el lugar que el estudiantado le da al conflicto armado, a la paz y al
posconflicto y en general, al devenir político del país.
Para discutir, me permito señalar
algunos elementos que, juntos, bien pueden constituir una tesis con la que Ustedes
pueden estar o no de acuerdo. El primer elemento señala que el conflicto armado
interno es y ha sido mirado como una externalidad, es decir, como un asunto
lejano, que se presenta en zonas apartadas. Otro elemento señala que no es
posible caracterizar el conflicto armado interno dado que se desconocen sus
orígenes y las demandas de los actores que combaten. Otro más dice que se trata
de un enfrentamiento entre buenos y malos, en donde los primeros son los
soldados de la Patria y los segundos, son los guerrilleros que actúan como
simples terroristas.
Cada uno de Ustedes sabrá valorar
estos elementos y podrá ubicar su idea del conflicto armado colombiano, en uno
o en varios de los elementos dados. Es posible, incluso, que para uno o para
varios de Ustedes se trate de un asunto de poca importancia, debido al tipo de
pregrado que se cursa, porque simplemente esos asuntos de la guerra interna poco
llaman su atención, o porque el capital social acumulado no permite ocuparse de
un asunto y de un problema que se escenifica muy lejos de nuestra cotidianidad
urbana.
Si resulta cierto que para la
mayoría de los estudiantes presentes en este foro y para los que a esta hora
deambulan por el campus universitario, la
guerra interna colombiana es un asunto que poco interés despierta, entonces
estamos ante un claro hecho social, cultural y político, en el contexto de una
empobrecida ciudadanía. No es posible construirse como ciudadano a espaldas de
los problemas sociales, ambientales, políticos, económicos y culturales, entre
otros, que devienen de un largo y degradado conflicto armado interno como el
que soporta Colombia desde hace ya 50 años.
Quienes piensan que la discusión
de los hechos y el devenir mismo de la guerra interna de Colombia corresponde
exclusivamente a ciudadanos que estudian carreras propias de las Humanidades y de
las ciencias sociales, se ubican, sin saberlo, en el lugar cómodo de cientos de
miles de colombianos que optan por dar la espalda a una problemática compleja,
bien porque realmente no entienden qué es lo que sucede o porque simplemente no
desean problematizar en torno a unos hechos que no atraviesan sus vidas como
estudiantes y ciudadanos.
En cualquier sentido, alejarse de
la discusión de la guerra, de la paz y del posconflicto, es una de las tantas
maneras de impedir formarse desde una perspectiva integral y sistémica, de cara
a un asunto que tiene múltiples variables y aristas. Es más, será imposible
hablar de pensamiento crítico, cuando al desconocerse la historia del conflicto
armado interno y su presente, en el marco de las conversaciones de paz que se
adelantan en La Habana, evitamos proponer soluciones e incluso acciones
transformadoras que terminen por mejorar el entorno de vida de amplios sectores
sociales.
Resulta política y académicamente
inaceptable que estudiantes de colegios y universidades se formen desconociendo
la historia de una guerra que deja millones de desplazados (por lo menos el 11
por ciento de la población total del país), cientos de víctimas fatales y el
mantenimiento de un régimen de poder claramente ilegítimo e inviable desde una
perspectiva ética y moral.
Si alguien de Ustedes cree a pie
juntillas que los asuntos de la guerra, de la paz y del posconflicto únicamente
deben y pueden ser abordados o son de interés exclusivo de sociólogos,
politólogos, y periodistas, entre otros,
entonces Usted, de manera decidida, coadyuva a que el régimen político gane en
legitimidad, a pesar de las evidencias y de los hechos que claramente le menoscaban
dicha legitimidad, ganada más por la fuerza de la tradición, que por las
realidades sociales, económicas, políticas y culturales alcanzadas por ese
mismo régimen de poder.
Resulta vergonzoso y
profundamente inquietante que quienes tienen la oportunidad de formarse en una
Universidad, pública o privada, no puedan dar cuenta, con mínima certeza, de
una guerra interna que al demandar un millonario presupuesto para librarla y
sostenerla en el tiempo, reduce las oportunidades de millones de colombianos de
alcanzar una mejor calidad de vida.
Es tiempo de preocuparse por el
devenir de la guerra, en especial cuando se constata que de ella suelen
participar y morir los más pobres. Es tiempo también de poner los ojos sobre lo
que se está negociando en La Habana y por ese camino, participar activamente
del diseño de escenarios de posconflicto.
Asumirse como ciudadano tiene
unas exigencias muy precisas. No cumplir con éstas los hace ajenos a esa
condición y por ende, los convierte en individuos incapaces de asumirse como
agentes de cambio y co responsables con el devenir del Estado y de la Nación. Quizás
aquellos que no se sienten cómodos como ciudadanos, por las responsabilidades
que ello conlleva, se sientan más placenteros en el rol de súbditos.
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