YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 23 de abril de 2014

Las dificultades de la Reinserción

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Si damos por descontada la firma de un armisticio y el consecuente fin del conflicto armado interno, la sociedad y el Estado deben comprometerse con la discusión y el diseño de escenarios de posconflicto, sobre los cuales la paz se pueda sostener en el tiempo.

Los tiempos posteriores a la firma que pondría fin al conflicto armado quizás sean más difíciles porque se requerirá de cambios culturales profundos, especialmente en la manera como las víctimas directas[1] de la guerra interna, como  las indirectas, van a mirar a los victimarios, sean estos militares[2], paramilitares y guerrilleros.

De allí que los programas de reinserción o la reintegración de los guerreros[3] a la sociedad sea un proceso complejo en el que se visualizan varios elementos que resultan fundamentales para la consolidación de dichas iniciativas: el primer elemento se concentra en las razones históricas y objetivas que coadyuvaron y legitimaron el levantamiento armado en Colombia. En ello aún no hay consenso nacional, lo que sin duda dificulta la comprensión de las motivaciones de cientos de hombres y mujeres que fueron reclutados[4] o que optaron por  la lucha armada.

El segundo elemento tiene que ver con las maneras tradicionales como la sociedad viene resolviendo sus conflictos y diferencias, especialmente en los territorios urbanos, escenarios en donde se suceden múltiples formas de violencia, producto de problemas de convivencia. Justo allí, en ciudades violentas como Bogotá, Medellín y Cali, entre otras, se concentran los programas de reinserción.

El tercer elemento, muy unido al anterior, tiene que ver con los procesos de segregación y estigmatización social y cultural que han sufrido comunidades afro, indígenas y campesinas, y en general, la población mestiza pobre, cuyos miembros han hecho parte de los actores armados, especialmente de las guerrillas de las Farc[5], por cuenta, justamente, de la pauperización de sus condiciones de vida y la falta de oportunidades en un país con una larga y evidente concentración de la riqueza en pocas manos.

El cuarto elemento tiene que ver con el Estado, orden social, político y económico responsable del surgimiento del conflicto armado y de la presencia de múltiples formas de violencia, por cuanto no ha sido y no es aún un referente de autoridad para todos los miembros de la sociedad. 

Es en ese contexto en el que de manera decidida se tendrán que diseñar los programas de reinserción de los ex combatientes de las Farc. De allí que para garantizar su éxito, se tendrá que avanzar en la solución de graves problemas y la superación de circunstancias socio culturales, políticas y económicas que hacen que la guerra siga siendo una opción de vida para cientos de miles de colombianos.  

He aquí un listado inacabado de asuntos que deberán atenderse con el firme propósito de garantizar la consolidación de  la reinserción o la reintegración de los ex combatientes. Y por ese camino, se avance en la reconciliación de la sociedad y se allane el camino del posconflicto y la paz.

  1. Territorios rurales de origen. Las condiciones de vida de los territorios rurales de donde son originarios guerrilleros, paramilitares y militares devienen pauperizadas por el modelo económico y por la inexistencia de una política agraria que permita que la Colombia rural viva en condiciones dignas. Si no se cambian las condiciones que aseguran que campesinos, afros e indígenas apenas si logran sobrevivir en penosas circunstancias, los ex combatientes deberán trasladarse a ciudades con niveles de estigmatización y segregaciones sociales fuertes y naturalizadas por las propias dinámicas culturales y económicas de unas urbes que deben ser competitivas y atractivas para el mercado de capitales. ¿Qué hacían y qué sueños tenían los ex combatientes[6] antes de enlistarse en los grupos armados? Esta pegunta es clara y orientadora para quienes lideren el diseño y aplicación de los programas de reinserción.

  1. Adolescentes y jóvenes adultos en la guerra. Los combatientes de las Farc son hoy, en un importante número, adolescentes y adultos jóvenes, que demandarán una atención diferenciada. Se hace más complejo el asunto si dicha población armada arrastra las frustraciones de una niñez llena de vacíos de afecto y de condiciones de precariedad económica, social y cultural. Además, los niveles, bajos o altos de adoctrinamiento político y militar alcanzados durante su permanencia en las filas, se convierten en un fuerte obstáculo para los procesos de reintegración.  ¿Cómo o con qué suplir el poder psíquico, social y económico que les representaba portar un uniforme y un arma?

  1. El lugar del Estado. Será importante indagar sobre el lugar que el Estado tiene en las representaciones individuales de los ex combatientes, con el objetivo claro de saber si éstos tienen claro contra qué se levantaron y qué es lo que defienden cuando dicen defender al Estado y a la sociedad. ¿Son conscientes los guerrilleros más jóvenes de que se levantaron contra el Estado? ¿Es posible lograr programas exitosos de reinserción, cuando el Estado, como orden no se ha consolidado y que gracias al modelo neoliberal, deviene en un proceso lento de debilitamiento en sus responsabilidades?

  1. Identidad, estigmatización y segregación. Los combatientes soportan largos procesos de transformación identitaria durante el tiempo de permanencia en las filas de los grupos armados. De campesinos, algunos, pasaron a ser guerrilleros o paramilitares rasos. Son padres de familia y tienen aspiraciones de una vida distinta. Otros, por el contrario, creen y desean morir en la guerra. De estudiantes de colegio, pasaron a ser comandantes de Frente y a ser ‘importantes’ dentro de una estructura armada que les dio una identidad y el reconocimiento que la sociedad les negó. La condición de ex combatientes es quizás la más importante etapa de ese largo proceso de transformación identitaria. Sin el poder de las armas, sin dinero y sin el reconocimiento de compañeros y jefes, hombres y mujeres han enfrentado, en anteriores experiencias de reinserción, el señalamiento de una sociedad que los ve como un problema. ¿Es necesario informar en dónde se van ubicar los reinsertados? ¿Es posible salvaguardar esta información? ¿Cómo preparar a la población urbana para que reciba a estas personas como nuevos vecinos, y no bajo o con la categoría de reinsertado de por medio?

  1. Universidades y sector productivo. Los empresarios suelen mostrarse dispuestos a apoyar iniciativas de reinserción. Se enfrentan al problema de los costos y de dónde o cómo recuperarían la inversión. Además, deben lidiar con las capacidades de los ex combatientes, del entrenamiento para atender oficios y tareas dentro una organización productiva que debe mantener condiciones de calidad, productividad y viabilidad. Pero también buscan que su apoyo a la paz y al posconflicto sea reconocido socialmente. ¿No es este quizás un factor que termina por alimentar la estigmatización social dentro de la empresa y fuera de ella? ¿Es posible que emplear a ex combatientes en grandes, medianas y pequeñas empresas sin que éstas pretendan explotar su condición de ‘benefactores de la paz’? En cuanto al papel que las universidades pueden jugar en los programas de reinserción de guerrilleros, están las directivas, los docentes y las comunidades universitarias preparadas para ello?. Qué programas ofrecer a los ex combatientes, para qué se van a formar y qué condiciones en el mercado debe haber para que tenga sentido para los ‘nuevos estudiantes’, esforzarse por alcanzar un título. ¿Qué niveles de escolarización tienen y con qué competencias llegarían los ex combatientes? ¿Habrá etapas y procesos de transición, antes de enfrentar procesos educativos como los que se viven dentro de las universidades?

El camino de la reinserción nunca ha sido fácil. Como en el juego de la pirinola o perinola, Todos ponen. Todos debemos poner. El problema no es de buena voluntad. Está en la calidad de la información que se tenga de cada uno de los ex combatientes y del convencimiento de que el Estado y la sociedad deben transformarse. Sin transformaciones de fondo, no es posible garantizar pleno éxito a los planes de reinserción.  




Imagen tomada de reintegracion.gov.co


[1] Se trata de las familias que han sufrido en carne propia los estragos de un degradado conflicto armado. Los que no han sufrido de manera directa los efectos de la guerra interna, hacen parte de los llamados espectadores, es decir, la población de ciudades que ha visto la guerra por televisión y en muchas ocasiones se explica la naturaleza y la (in) evolución del conflicto, siguiendo los discursos de los medios masivos y el discurso oficial de disímiles gobiernos, especialmente de aquellos que de manera decidida intentaron acabar físicamente con las guerrillas.

[2] Los ‘veteranos de guerra’ que la Fuerza Pública, como actor armado, viene produciendo a lo largo de estos años de conflicto armado interno, son un asunto que la sociedad y el Estado poco tienen en cuenta.

[3] Esta acepción de guerrero deviene desprovista de cualquier idea de honor, como se entendió o se pudo entender en otros contextos.

[4] Las guerrillas aún practican el reclutamiento forzoso. El reclutamiento que hace la Fuerza Pública no deviene en ese sentido por cuestiones de la legalidad en la que se soporta la acción, pero sin duda, se trata de una especie de reclutamiento forzado para quienes no desean prestar servicio militar e incluso, para aquellos que no ven otro camino para ‘salir adelante’.

[5] Quizás el grupo sobre el que recaen las mayores manifestaciones de odio, aupadas en parte por un ejercicio ideologizado de los medios de información y por los errores y contradicciones en las que dicha organización armada ha incurrido a lo largo de su historia.

[6] Los actores armados tienen la obligación de entregar información precisa del número de combatientes a desmovilizar. En eso de exigirse transparencia y responsabilidad, para evitar que se ‘cuelen’ otros, que van a demandar por recursos y a presionar por más ayudas económicas y apoyo psicosocial. 

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