YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 26 de enero de 2015

LOS ESCENARIOS DE LA REFRENDACIÓN

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Se vienen días aún más difíciles para el proceso de paz. A las ya conocidas y pasadas coyunturas político-mediáticas, generadas unas y agrandadas otras por cuenta del Centro Democrático, grupo político que se ha consolidado como el mayor detractor de las negociaciones, se suman la polarización política que vive el país desde 2002, el ejercicio periodístico de una prensa siempre presta a darle vocería a quienes buscan escándalos políticos[1] y atenta, por supuesto, a registrar de manera lastimera e ideológicamente comprometida los hechos de la guerra en el contexto de unas negociaciones que se pactaron desarrollar en medio de las hostilidades. A lo anterior, se suma el reciente anuncio del fiscal, Eduardo Montealegre, en el sentido en que lo acordado en La Habana no requiere refrendación, tal y como el propio Presidente lo ha sostenido desde los inicios del proceso de paz.

Pero más allá de las dificultades operativas y a los impedimentos técnicos, electorales[2], jurídicos y políticos[3] que rodean a mecanismos como el referendo, plebiscito o consulta popular, el país debe preguntarse qué pasaría en el eventual caso de que los colombianos decidan respaldar o por el contrario, darle la espalda a los acuerdos de La Habana.

En caso de que el Gobierno decida recoger la opinión y buscar el respaldo de los colombianos (los que votan) a lo que se acuerde entre las partes que dialogan en Cuba, el resultado electoral no está garantizado, porque subsiste una fuerte polarización política en torno al proceso de paz y la gran prensa bogotana no ha cerrado filas en torno a la negociación que se adelanta en La Habana. Por lo menos, en lo que atañe a los dos noticieros privados, Caracol y RCN.

En medio de esas circunstancias, aparecen tres escenarios:

Primer escenario: Farc y Santos acuerdan fin del conflicto y el pueblo refrenda lo acordado. Este escenario, deseable por demás, facilitaría la tarea al Gobierno de Santos para el diseño de escenarios de posacuerdos, que sirvan de base para impulsar escenarios de posconflicto con los cuales se logre cumplir a cabalidad con lo acordado y negociado y por ese camino, consolidar la paz y abrir la posibilidad a la reconciliación. Si bien este escenario resulta ideal, es claro que los enemigos de lo acordado entre Farc y Gobierno de Santos harán todo lo posible para afectar negativamente los escenarios de posacuerdos y por supuesto, se opondrán de muchas maneras a la construcción de las circunstancias que el posconflicto exige para hacer viable la paz.

La variable político-electoral será clave hacia adelante, una vez Santos no esté en el poder presidencial y las regiones hayan tomado decisiones en materia de elecciones de alcaldes y gobernadores. Será allí, en las regiones, en donde sabremos cuán disímiles serán los escenarios de posconflicto que cada departamento diseñe y consolide, para consolidar en ellos la paz. Por ello, las decisiones que el electorado tome tanto en las elecciones de 2015, como en las consecutivas, deberán pensarse en clave de posconflicto y paz. Una vez se firme el fin del conflicto, sobre cada región recaerá la obligación política de asegurar que la paz se instale en sus territorios de manera definitiva.

Segundo escenario: Farc y Santos acuerdan fin del conflicto y el pueblo No refrenda lo acordado.

Este escenario, posible, pero no deseable, sería una prueba difícil para el orden establecido. Una negativa del electorado serviría para desenmascarar y/o develar el tipo de sociedad que tenemos y sería la oportunidad esperada por sectores militaristas para la consolidación de un régimen de terror y autocrático, peor al que vivió el país entre 2002 y 2010. Ojalá que el electorado, la opinión pública, los medios de comunicación y en general la sociedad civil y política entiendan que dicho escenario no solo resultaría contradictorio frente al esfuerzo político de poner fin al conflicto armado, sino peligroso para ampliar un régimen democrático cerrado y excluyente como el colombiano.

Si en las urnas no se logra refrendar lo acordado en La Habana, el país bien podría entrar en una compleja lucha por el poder político central y regional, en donde afloraría la pugnacidad y la reivindicación de los sectores sociales, militares, económicos y políticos que se sintieron rechazados, o que vieron amenazados sus intereses y/o afectados por el proceso de paz y por las condiciones planteadas en los acuerdos para transformar el país, a partir de los compromisos adquiridos por las partes, pero en especial por los que el Gobierno de Santos asumiría en nombre del Estado.

Tercer escenario: Farc y Santos acuerdan fin del conflicto y Gobierno decide no refrendar los acuerdos de La Habana.

Este escenario, a la luz de la lo planteado por el Fiscal, podría servir a los intereses de los detractores del proceso de paz de La Habana y daría la fuerza suficiente a sectores de poder económico, social, militar y político que de tiempo atrás sintieron amenazados sus intereses por las exigencias de los acuerdos mismos y por los que demandaría el posconflicto.

En el eventual caso de que el Gobierno de Santos acoja la tesis jurídica del Fiscal, y decida políticamente no refrendar lo acordado con las Farc en La Habana, esa decisión no solo lo dejaría como un mentiroso ante la guerrilla fariana[4] y el sector de la opinión pública que acompaña al proceso de paz, sino que daría a la dirigencia y a los simpatizantes del Centro Democrático la oportunidad política y electoral para oponerse a la implementación de los compromisos adquiridos de cara a consolidar escenarios de posacuerdos y posconflicto.

Así las cosas, en materia de refrendación nada está definido. El Fiscal le acaba de dar al Gobierno de Santos una posibilidad jurídica para salvar el acuerdo de paz al que se logre llegar en La Habana, así como una oportunidad política para que el Presidente dé un paso en falso, ante el miedo o las reservas que jurídica y electoralmente recaen sobre  el mecanismo pensado para la refrendación. Santos debe buscar el mecanismo adecuado para refrendar lo acordado con las Farc. Y para ello, deberá convocar a las Altas Cortes y a las fuerzas políticas de la Unidad Nacional, sin olvidar que los colombianos (los que votan) tienen la responsabilidad política y el compromiso ético de decirle SI a lo que se firme en Cuba. Si esa parte del Constituyente primario le da la espalda a los acuerdos que le pondrían fin al conflicto armado, entonces esa parte de la opinión pública deberá hacerse responsable de lo que suceda en el país y que de alguna manera se refleja en el segundo escenario aquí planteado.



[1] Baste con recordar el episodio de las fotos que les tomaron a varios guerrilleros en un catamarán. Varios medios dijeron que los guerrilleros andaban de paseo en un yate.

[4] Las Farc dijeron, recientemente, que lo acordado en La Habana debe ser refrenado por el pueblo. En reciente comunicado dijeron: Las conversaciones de paz que se desarrollan en La Habana se rigen por el Acuerdo del 26 de agosto de 2012; es decir, por el conjunto indisoluble de su preámbulo, y su Agenda, los cuales constituyen su único Marco Jurídico y conceptual convenido. En consecuencia, todo lo que a la fecha se haya adelantado, acordado o aprobado por las ramas del Estado, por fuera de la agenda de La Habana, no tiene validez para los efectos del proceso. Debe considerarse sin valor alguno, y sin alcances vinculantes. En ningún ciclo o espacio oficial de conversaciones, se ha tratado sobre temas de una justicia, que anticipadamente descarte que, un proceso de paz es un hecho político y no un proceso jurídico. Véase: http://farc-ep.co/?p=4203


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