YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 6 de julio de 2009

DE LA VANIDAD A LA OCIOSIDAD


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Con la muerte del doblemente monstruo, Michael Jackson, nace una oportunidad para llamar la atención de mujeres y hombres que, tocados por la vanidad, juegan a ser eternamente bellos y jóvenes, en una carrera frenética que enloqueció al Rey del Pop, hasta el punto de llevarlo a desconocer y renegar de su propia etnia, de su propio origen y a jugar, irresponsablemente, con la salud de su cuerpo.

Desde lejanos rincones de la tierra lloran la muerte de Jackson, el monstruo del Pop, pero no se atreven a cuestionar al monstruo que sin nariz, asexuado en su imagen y con su etnia pulverizada, gracias a la ciencia y a la técnica médicas, caminó por el mundo llevando el mensaje de una vanidad enfermiza que lo llevó a retar a la circunstancia más dolorosa que el mundo postmoderno se resiste a aceptar: el envejecimiento, con todo lo que ello significa estéticamente para estos esclavos de la vanidad.

Las cirugías estéticas van configurando en los seres humanos una suerte de capacidad divina para retar a un proceso natural de deterioro, que ya no se acepta con dignidad. Todos aquellos que han sido tocados por el bisturí y las manos divinas de cirujanos estéticos, compiten no sólo contra el tiempo, sino contra sus semejantes, en una suerte de carrera en el que no sólo exponen los recursos económicos que sostienen el capricho estético, sino el don divino con el cual quedan investidos quienes se transforman para tratar de detener lo imposible.

Las transformaciones estéticas tienen un límite, que muy seguramente los médicos advierten a sus pacientes. Pero quizás falte discutir con los pacientes que las transformaciones estéticas no sólo conllevan riesgos físicos y cuidados en ese mismo sentido, sino riesgos psíquicos que pueden terminar en la ociosidad de un ser humano, que como Michael Jackson, fue incapaz de aceptarse a sí mismo, hasta el punto de pagar cirugías con el fin de lograr otro cuerpo, otro yo, otra identidad apoyada en un cuerpo frágil del cual abusó.

Una ociosidad que obligó, en este caso al millonario paciente, a buscar la perfección de una nariz, de un pómulo, de un mentón, en un juego peligroso del que también son responsables los cirujanos que se prestaron para satisfacer los caprichos del cantante afroamericano. Quizás ellos también, los cirujanos, están convencidos de que es posible alcanzar una perfección artificial, gracias a sus hábiles manos. Esa es la quimera de los cirujanos estéticos.

Con la muerte de Michael Jackson se expone una mentalidad ociosa que puede estarse repitiendo y propagando en jóvenes y adultos, mujeres y hombres, que compiten con su edad biológica, con su naturaleza, con el físico que les tocó, contra la genética, y por supuesto, contra las consecuencias de un deterioro natural inaceptable por las exigencias estéticas de una sociedad cada vez más homogénea, por lo menos, en lo que tiene que ver con el prototipo aceptable, consumible y exitoso de mujer. Baste con salir a pasear por ciudades como Cali y Medellín, para ver modelar y deambular mujeres como si fueran maniquíes, esto es, uniformes, iguales, con las mismas medidas, llamativos sí, pero sin la gracia y sin el sello personal que cada una de ellas perdió en las salas de cirugías.

El inocente síndrome de Peter Pan no puede convertirse en la espada de Damocles de jovencitas y mujeres adultas que compiten entre sí, buscando a toda costa ser reconstruidas en el quirófano para alcanzar reconocimiento, éxito, fama o simplemente, para satisfacer el morbo de una sociedad machista, que ha construido lo femenino desde la lógica masculina.

Se requieren con urgencia otros imaginarios de belleza, que exalten el desarrollo del ser humano y su progreso como especie, desde la perspectiva del bienestar, de la convivencia pacífica, de la búsqueda de una felicidad soportada no en el éxito mediático y/o económico, sino en la construcción de mejores seres humanos. Mucho tiene que aportar la industria cultural en este aspecto, en especial los publicistas que insisten en darle a la mujer y a lo femenino, un valor de uso que al final, con la depreciación natural (léase, envejecimiento), obligará a muchas mujeres a visitar al cirujano, con el riesgo latente de convertirse, como el Rey del Pop, en verdaderos monstruos.

Se fue el cantante, pero dejó, gracias a su exitosa carrera, un perverso imaginario estético que muchos usan de tiempo atrás a su favor, para justificar sus graves problemas de autoestima.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareció muy pertinente tu reflexión alrededor de las cirugías estéticas; la verdad es que tanta uniformidad artificial en los rasgos y las redondeces crecidas a la fuerza resultan aburridoras en unos casos, y en otros grotescas. Y es un tema de "consumo". La mujer vista como objeto, intervenida en su cuerpo como objeto. Y a su vez, ella se ofrece como mercancia, en un "comercio" que francamente resulta vulgar. Bueno; y los hombres tampoco se quedan atrás; se ponen músculos falsos... En fin; en cualquier centro comercial en Cali se nota la feria de la silicona. No se por qué sentirse artificialmente idénticas e idénticos les resulta tan atractivo! Se pasan.
... Pero te confieso que me encantaba Michael Jackson, me encantaba el baile, la música. Pero era un pobre ser humano lleno de complejos y miedos; me da más lástima que otra cosa.

saludos

Claudia

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo con tu punto de vista en cuanto a las cirugias plasticas y lo que ha causado la evolucion de tal practica en los seres humanos (especialmente mujeres), es una forma de vanidad-mania que cada vez busca formar un prototipo de belleza que en realidad es algo "Horrible" puesto que se pierde como dijiste la esencia como dijiste de la persona como tal.

profe me guhta como escribe..
yo no se hacerlo bn o muy bn, casi no me gusta pero sime gusta leer,
y mucho y sus articulos son muy buenos.
Krolina