A partir de este momento se inicia con la segunda etapa del seguimiento mediático. El registro y seguimiento se soporta en notas publicadas entre diciembre de 2011 y enero-febrero de 2012, en los medios EL PAIS, EL ESPECTADOR y EL TIEMPO.
Inicialmente se evidencia una concentración temática alrededor de temas ambientales, en específico, en la Cumbre del Cambio Climático, obedece a un criterio numérico: de 21 notas registradas[1] en el mes de diciembre, 11 guardan relación directa con dicha cumbre. De las 11, cuatro (4) corresponden a columnas de opinión (2) y editoriales[2] (2). Las demás tienen que ver con otros problemas ambientales como la minería y litigios.
Por lo anterior, esta primera parte está dedicada a la realización y a los efectos de la Cumbre del Cambio Climático. Al final, se alude a los otros hechos que caben dentro de la señalada categoría. Posteriormente, los recurrentes desastres que deja la temporada invernal y los hechos ya naturalizados por la prensa, alrededor de la minería.
Las problemáticas ambientales, el tema ambiental en sí mismo y el ambientalismo resultan ser atractivos para los medios masivos, de la misma forma en la que a las empresas mediáticas les importan e interesan los temas judiciales, el fútbol, el conflicto armado, la corrupción política y los temas de la farándula. Es decir, los temas y asuntos ambientales pasan, inexorablemente, por la mirada noticiosa, que deja por fuera detalles, antecedentes y por sobre todo, impide hacer una mirada crítica y sistémica de los hechos que se elevan al estatus de noticia.
Lo más grave de todo es que problemáticas ambientales que tienen relación directa con el futuro, la calidad y el devenir de la vida humana en el planeta, se abordan con los mismos criterios de noticia con los que se registran hechos que pueden resultar importantes para sectores específicos de las audiencias y de la llamada opinión pública. Es decir, el discurso ambiental o el mismo ambientalismo se reducen ante el poder de un discurso periodístico-noticioso que no sólo minimiza hechos y oculta otros, sino que parece estar por fuera de cualquier consideración humana, a pesar de que detrás de él hay seres humanos que comparten un mismo territorio y planeta.
Es tal la inercia mediática y la incapacidad o la insustancialidad del discurso noticioso para articular hechos, aristas y establecer conexiones, que no es posible esperar tratamientos rigurosos y sistémicos cuando se trata de problemas, como los ambientales, en los que se exhibe, cada vez más con mayor frecuencia, riesgos latentes para el devenir de la propia vida humana.
Sobre el ambientalismo, Hildebrando Vélez Galeano sostiene que “es la política que busca esencialmente la vida buena para la sociedad, que hoy somos todos los terrícolas, ha de enfrentarse con modelos y estilos de vida y aquellas relaciones sociales que arrebatan el espacio a las comunidades, destruyen sus culturas e imponen relaciones económicas avasalladoras, trayendo como consecuencia el deterioro precoz de los humanos y los ecosistemas. El Neoliberalismo, que es la expresión reinante de tales modelos, biocida de finales de milenio, impone la muerte por la vía de la fuerza de transnacionales, Estados y gobiernos…”[3].
Si ubicamos a los medios masivos dentro de la dinámica neoliberal, no sólo como unidades de negocio adscritas a grandes conglomerados económicos, sino como instrumentos de banalización y de entretenimiento, el ambientalismo, como discurso y posibilidad para enfrentar los graves problemas ambientales generados por actividades antrópicas insostenibles, tiene pocas posibilidades de valerse de los medios para posicionarse como tal.
Por la acción mediática, el ambientalismo y la dinámica ambiental quedan reducidos a unos hechos noticiosos que se registran y cuyos efectos en las grandes masas y en las audiencias, poco sirven para movilizar y afectar la inercia de un desarrollo a todas luces insostenible.
El cubrimiento de la realización de la Cumbre de Cambio Climático, sin duda, pone lo ambiental, la vida humana, la calidad de vida en el planeta y la viabilidad de los proyectos humanos articulados a una idea de progreso y de desarrollo, en un primer plano de importancia, que no necesariamente significa la toma de una mayor conciencia política y social de ciudadanos, políticos y poderes presidenciales y menos aún de las audiencias consumidoras.
A dicha Cumbre le antecede La Cumbre de la Tierra[4], celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992, de la que Colombia adquirió serios compromisos en materia ambiental, que luego se tradujeron en la redacción de una legislación ambiental y la consagración constitucional[5] de unos derechos.
El lunes 05 de diciembre de 2011 el diario EL ESPECTADOR edita una nota Breve sobre un hecho ambiental y políticamente trascendental: la Cumbre sobre Cambio Climático a celebrarse en Durban. Hay varios asuntos para mirar en el tratamiento periodístico-noticioso dado por el diario bogotano a este hecho puntual. El primero, se trata de una Breve, es decir, de una nota que por su importancia y tamaño, se publica sin mayores pretensiones.
El segundo elemento tiene que ver con la ubicación de la información: se publica en uno de los costados de las páginas del diario, o como es el caso, encabeza una nota amplia, que guarda alguna relación temática. El tercer elemento, lleva un título. Para la nota que nos ocupa el titular es: Semana decisiva en Durban (sic). Y como condición general, una Breve no tiene la obligación de registrar o basarse en la opinión de una fuente oficial.
Así, el registro en una Breve expresa la importancia que el medio masivo impreso le dio al hecho noticioso. Y para el caso de la Cumbre sobre Cambio Climático[6] en Durban, el valor de ella misma, periodísticamente hablando, es mínimo.
En el texto se lee, aunque confuso, lo siguiente: “La Cumbre sobre Cambio Climático que se celebra en Durban, Sudáfrica, empieza hoy una semana decisiva: los representantes de 130 países tendrán sólo cinco días para abordar los temas más difíciles planteados en el cronograma, y sin dudas el más importante de ellos será lograr la continuidad del emblemático Protocolo de Kioto” (sic)[7].
El mismo tratamiento periodístico, a través del género noticioso conocido como Breve, se vuelve a dar el 09 de diciembre de 2011, en el mismo diario EL ESPECTADOR.
Bajo El título Día final para un acuerdo en Durban (sic) se registra la siguiente información: “Hoy termina la Conferencia sobre Cambio Climático en Sudáfrica, la que deberá definir la continuación del Protocolo de Kioto, que se vence en diciembre de 2012. La Cumbre tiene entre sus objetivos crear un tratado vinculante que incluya naciones emergentes como Brasil e India y a los grandes contaminadores: Estados Unidos y China. Sin acuerdos a la vista, el segundo tema es la activación del Fondo Verde para ayudar a países en desarrollo. Este fondo debe llegar a US$100.000 millones anuales hasta 2020” [8].
En la edición del 06 de diciembre de 2011 se edita una noticia sobre la Cumbre, bajo el titular “Colombia pedirá reducir la emisión de carbono” (sic). En el cuerpo noticioso se habla de la intención del Gobierno de Juan Manuel Santos Calderón de llevar a dicho encuentro ambiental, una postura crítica, un llamado de atención a los países desarrollados y mayores generadores de emisiones de gases de efecto invernadero.
El texto noticioso se limita a registrar la intención de un gobierno y de un Presidente cuya opinión, en el concierto internacional, poco o nada afecta la dinámica de dominación planteada en la relación Norte-Sur. Estamos ante una nota insustancial en lo político, pero importante en lo noticioso.
En el lead se lee: “Colombia exigirá en la Cumbre sobre Cambio Climático de Durban, Sudáfrica, que los estados reticentes a la adopción de medidas en este campo se comprometan con <> para reducir la emisión de carbono, anticipó ayer el presidente de la República, Juan Manuel Santos ”[9].
A renglón seguido se lee: “El Mandatario dijo que será el sentido del mensaje que llevará a dicha cita el director del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, Ricardo Lozano”[10].
La nota recoge la ‘indignación’ del Presidente de Colombia (2010-2014) frente al actuar de los países desarrollados que más emiten gases de efecto invernadero. La postura del Mandatario no deja de ser ambivalente, por no decir contradictoria, a juzgar por la nula política ambiental que exhibe su administración, a raíz de la puesta en marcha de la Locomotora Minera, que avanza sin control técnico, social, político y científico de organismos e instituciones gubernamentales, académicas del orden privado y estatal y, por supuesto, de las comunidades indígenas, afro y campesinas, afectadas por actividades antrópicas fincadas en la explotación de recursos y materias primas, sin mayor consideración ambiental, social y cultural, por los efectos negativos que dejan las actividades de exploración y de explotación en zonas de especial valor ambiental.
“<<Esto está afectando a demasiadas personas>>, agregó Santos, quien insistió en llamar a los <>>”[11].
Estamos ante discurso retórico, insustancial, de un Mandatario que olvida el orden económico y político en el que sobresalen las relaciones asimétricas entre Norte y Sur, para aparecer ante los medios como un Presidente preocupado por el cambio climático.
En la edición del 10 de diciembre de 2011, en el diario EL PAIS, se registra una nota intitulada Cambio climático sin soluciones a la vista (sic). Con información recolectada por la Agencia EFE, en el texto noticioso se lee que “las negociaciones sobre cambio climático en Durban entraron ayer en una fase crítica, con un borrador de acuerdo raquítico sobre la mesa que sólo satisface a Estados Unidos y provocó reacciones airadas de la mayoría de los países. El borrador prevé para <> del 2020 la entrada en vigor de una <> aplicable a todos dentro de la Convención de la ONU sobre Cambio Climático, una fecha que los científicos y las naciones más vulnerables consideran tardía para evitar un calentamiento global irremediable para final del siglo ”[12].
Estamos ante un cuerpo noticioso atípico en algunos apartes del texto, en relación con los que normalmente se conciben en redacciones locales de diarios como EL PAIS, abiertamente conservadores y cuidadosos políticamente.
Quizás se explique la diferencia por ser concebido dicho cuerpo noticioso por la agencia de noticias EFE, cuyo tratamiento al hecho mismo, lo hace desde la intención comunicativa de quien redacta la nota, recogiendo, por supuesto, elementos ideológicos y políticos que brotan de las relaciones asimétricas que suelen salir de cumbres o encuentros internacionales en los que las grandes potencias, como Estados Unidos y China, desestiman sus responsabilidades en la emisión de gases de efecto invernadero e insisten en no firmar compromisos para su reducción.
Para el mismo día 10 de diciembre de 2011, EL TIEMPO registra el hecho relacionado con la Cumbre, de la siguiente manera: “La conferencia del clima de la ONU en Durban, que debía termina ayer, extendió sus plazos a este sábado en medio de tensas negociaciones para intentar consensuar un régimen legal que comprometa a todos los países en la lucha contra el cambio climático, una idea endosada por Europa, pero no por Estados Unidos, China e India”[13].
La nota reúne lo que sucede cuando en el orden internacional subsisten supremacías y poderes políticos, económicos y militares que suelen legitimar las acciones de una sociedad humana y de un ser humano que, al ubicarse en el punto más alto de la cadena trófica, viene transformando la Naturaleza, sometiéndola no sólo al discurso científico y técnico sobre el que se aplica y se concibe el desarrollo, sino entendiéndola como una externalidad del ser humano.
Con todo y los problemas evidentes que deja un desarrollo avasallador de realidades naturales y culturales, y a pesar de procesos masivos y globales de concientización ambiental, el orden económico y político mundial decide aceptar recomendaciones, sin que ello implique cambios sustanciales en las formas como los seres humanos, las naciones y los Estados establecen relaciones con la naturaleza.
“La conciencia sobre el futuro del planeta, en medio de datos alarmantes que diagnostican la destrucción y la degradación de los recursos naturales y la alteración del medio ambiente, ha logrado reunir en una mesa de negociación a los pueblos de todo el mundo, en cabeza de sus más altos dignatarios. Existen problemas globales que sólo pueden ser resueltos a nivel global. La cooperación internacional se vuelve necesaria. El futuro de las generaciones venideras empieza a depender de las acciones coordinadas de todos los países, de todos los ciudadanos. La calidad de vida del hombre, el <> logrado por el progreso de la humanidad, e identificado en los patrones de consumo de los países industrializados empieza a ser cuestionado ”[14].
El registro de voces contrarias o críticas alrededor de lo que venía sucediendo en la Cumbre, caracteriza a este cuerpo noticioso.
En el diario EL PAIS, en su edición del 11 de diciembre de 2011, páginas A 24, se edita una noticia redactada por el equipo de la Redacción del periódico, con el apoyo de varias Agencias. El título, Santos pide compromisos serios en cambio climático (sic), insiste en una idea políticamente correcta en la medida en que vuelve a poner de presente una exigencia, una molestia y una ‘presión’ de un gobierno, de un país biodiverso, pobre y con problemas de seguridad interna, hacia las grandes potencias contaminadoras como Estados Unidos y China, entre otros.
Periodísticamente el medio recoge, siguiendo sus rutinas de producción, declaraciones del Presidente Santos que aparecen ante las audiencias, como de un gran sentido ambiental, pero que se quedan en meros actos de habla, si revisamos las inexistentes actividades y medidas de prevención y de mitigación frente a una ‘locomotora minera’ que marcha sin controles ambientales y que resulta ser una de las estrategias del plan nacional de desarrollo del gobierno de Santos.
Estamos ante discursos insulsos que sólo sirven para encubrir la incapacidad del Estado para administrar y aprovechar los amplios servicios ambientales de las zonas biodiversas, así como los recursos madereros y mineros. Lo que queda por medir es el aporte que hace Colombia al Cambio Climático, por ejemplo, con explotaciones a cielo abierto de carbón y oro, de las que se emiten de gases de efecto invernadero.
“<<Que no nos vengan con una declaración babosa (sin asidero) como para que todo el mundo quede contento. Si no, rechazamos cualquier declaración, porque la responsabilidad de este cambio climático es de todos>>, dijo Santos”[15].
En la nota periodística se lee lo siguiente: “Mientras las negociaciones progresaban, Estados Unidos e India redujeron las objeciones para comprometerse con los acuerdos, pero China siguió resistiéndose, dijeron funcionarios europeos que pidieron mantener el anonimato, debido a los delicado de las negociaciones en curso. También se debate una extensión a las promesas de la Unión Europea y países industrializados para reducir emisiones de carbono bajo el Protocolo de Kyoto. Esos compromisos expiran el próximo año”. [16]
[1] EL PAIS, publicó 7 noticias; EL TIEMPO, 6; y EL ESPECTADOR, 4, para un total de 17.
[2] EL TIEMPO y EL PAIS.
[3] Vélez Galeano, Hildebrando. Ambientalismo y vida buena. EN: La manzana de la discordia, debate sobre la naturaleza en disputa. Bogotá: Ecofondo, Ecos Nro 6. 1996. p. 50.
[4] “Sin precedente alguno, la Cumbre de la Tierra reunió a los dirigentes del mundo, a través del diálogo entre Jefes de Estado y de Gobierno, sus dignos representantes, empresarios, organizaciones no gubernamentales, investigadores y académicos. Tras la consigna de ‘salvar el planeta’, en la I Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cnumad) se sentaron importantes bases para el desarrollo futuro de la humanidad. Producto de la misma son la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la Declaración sobre Bosques y la Agenda 21. Igualmente, se suscribieron las Convenciones sobre Diversidad Biológica y Cambio Climático, que venían siendo negociadas”. (Rodríguez Becerra y López, Juan Andrés. Relaciones internacionales, medio ambiente y desarrollo sostenible. EN: La política ambiental del fin de siglo, una agenda para Colombia. Bogotá: Cerec, Serie Ecológica No 8. p. 301).
[5] La Carta Política de 1991 recoge en buena parte elementos y preocupaciones previas por los efectos negativos de una idea de progreso y de desarrollo. Pero los compromisos asumidos por Colombia en 1992 se expresan en la creación del Ministerio del Medio Ambiente y la organización del Sistema Nacional Ambiental, SINA, a través de la Ley 99 de 1993. Progresivamente, en varios años Colombia pasó de tener una fuerte institucionalidad ambiental y un discurso ambiental activo, a una débil institucionalidad y un discurso abiertamente sometido por el discurso economicista y el pragmatismo político. Tal desmonte se hizo evidente en las dos administraciones de Uribe Vélez (2002-2010) y el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón (2010-2014), en donde claramente se impuso el discurso desarrollista y el pragmatismo político que erosionó por completo las acciones y las instancias de control previstas para la explotación de hidrocarburos, minerales y piedras preciosas y de madera. Nota del autor.
[6] Le anteceden eventos como la Cumbre de la Tierra en 1992 y el Protocolo de Kyoto en 1997, ratificado en 2005.
[7] Semana decisiva en Durban. EN: EL ESPECTADOR, lunes 05 de diciembre de 2011. p. 18.
[8] Día final para un acuerdo en Durban. EN: EL ESPECTADOR, viernes 09 de diciembre de 2011. p. 19.
[9] Ibid. p. C 9.
[10] Ibid. p. C 9.
[11] Ibid. p. C 9.
[12] Cambio climático sin soluciones a la vista. EN: EL PAIS, 10 de diciembre de 2011. p. A 14.
[13] Cumbre del clima, sin acuerdo de potencias. EN: EL TIEMPO, 10 de diciembre de 2011. p. 13.
[14] Rodríguez Becerra, Manuel y López, Juan Andrés. Relaciones internacionales, medio ambiente y desarrollo sostenible. EN: La política ambiental del fin de siglo, una agenda para Colombia. Bogotá: Cerec, Serie Ecológica 8. p. 300.
[15] Santos pide compromisos serios en cambio climático. EN: EL PAIS, 11 de diciembre de 2011. p. A 24.
[16] En el artículo 2, del Protocolo de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1998), se lee: “Las Partes incluidas en el anexo 1 procurarán limitar o reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no controlador por el Protocolo de Montreal generadas por los combustibles del transporte aéreo y marítimo internacional trabajando por conducto de la Organización de Aviación Civil Internacional y la Organización Marítima Internacional, respectivamente”.
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