YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 27 de agosto de 2012

LA PRENSA Y LA PAZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Los acercamientos entre emisarios del gobierno de Santos y líderes de las Farc, para poner en marcha un eventual proceso de paz, deben hacernos pensar en el papel que la prensa debe y puede jugar ante un trascendental escenario de superación del conflicto armado interno.

La prensa colombiana tiene particularidades que la hacen ver como un actor político de gran incidencia no sólo en las formas como se entiende y se ha entendido la guerra interna, sino en las ideas de paz que pueden llegar a compartir los colombianos, gracias a los efectos de los media.

El cubrimiento periodístico del proceso de pre negociación dado en el Caguán, durante los diálogos de paz entre las Farc y el gobierno de Pastrana Arango (1998-2002), evidenció posturas editoriales negativas que afectaron el devenir del proceso de paz.

Además, se dieron tratamientos periodísticos-noticiosos tendenciosos, irresponsables, concebidos con claros intereses políticos de torpedear los diálogos de paz. Baste con recordar el suceso del collar bomba, que terminó con la muerte de la señora Elvia Cortés[1] y que  produjo, por la ligereza periodística, la cancelación de una audiencia pública internacional sobre cultivos de uso ilícito y nuevamente, en la congelación de los diálogos de paz.

De cara a lo que puede ser un nuevo escenario de diálogo entre las partes enfrentadas, resulta pertinente reflexionar alrededor del papel de los medios masivos, como empresas, lo que involucra, de entrada a los propietarios, es decir, a quienes dirigen los conglomerados económicos que los sostienen; de igual forma, involucra a los directores, editores y periodistas, quienes desde cada cargo, cada uno aplica unas políticas editoriales, unos criterios de noticiabilidad y unas formas particulares de entender el conflicto armado interno y la urgente necesidad de conseguir la paz.

Así las cosas, existen de forma natural realidades empresariales, editoriales y periodísticas que terminan determinando tipos de tratamientos periodísticos que pueden resultar negativos para el avance de un proceso de negociación de extrema delicadeza, como el de pretender acabar un conflicto de casi 50 años de existencia.

He aquí varios asuntos, factores y circunstancias que bien podrían servir para discutir alrededor del papel que puede jugar la prensa y el periodismo, para ambientar o no la paz en Colombia.


  1. Los conglomerados. La existencia de grandes conglomerados económicos que respaldan la acción informativa de empresas mediáticas, condiciona la acción informativa y puede ser un obstáculo para la paz, en la medida en que los intereses  económicos y políticos de empresarios, por ejemplo, de Ardilla Lúlle y Santo Domingo, entre otros, se pongan por encima de la idea de informar con rigurosidad y sin apasionamientos. Las empresas mediáticas hacen parte de las redes de poder económico, a veces globalizadas, con las cuales se buscan legitimar regímenes pretendidamente democráticos.
  2. La pauta también juega. Los anunciantes juegan también un papel clave en la medida en que respaldan y aseguran la viabilidad económica de la empresa mediática. Es un riesgo que lo noticioso, como criterio periodístico, termine sujeto al valor económico que los anunciantes, vendedores de pauta o directores de los medios, le den a unos hechos políticos de especial connotación para el proceso de paz, que ameritan un tratamiento mesurado por parte de la prensa.

  1. Los periodistas. La formación periodística también es un factor clave a tener en cuenta, en la medida en que periodistas, sin antecedentes políticos en torno a la paz y a la guerra, sin mayor capacidad para hacer análisis sistémicos alrededor de decisiones económicas y políticas que se tomen en el contexto de una negociación propiamente dicha, y sujetos al ‘síndrome de la chiva’, suelen resultar nefastos para generar condiciones de plena tranquilidad para los actores que están negociando y discutiendo asuntos públicos en el marco de un proceso de paz. Los ímpetus de jóvenes periodistas atormentados por lo noticioso y fácil presa de editores que exigen ‘chivas’ con rapidez, pueden resultar nocivos para un proceso de paz que ya se vislumbra como delicado. El lenguaje, así como el uso de ciertos términos y el manejo ideológico del proceso, de lo negociado y llegado el caso, de la firma de la paz, son elementos claves en la formación de los periodistas. Por ello, debe existir una adecuada preparación académica, en lo conceptual y lo teórico, para garantizar un registro serio y responsable de lo que suceda dentro del escenario de paz.
  2. La opinión pública. Los estados de opinión pública generados de tiempo atrás, alrededor de procesos de paz, fallidos o no, pueden resultar una perversa herencia para aquellos colombianos que no tienen otras formas de informarse que consumir los mensajes y las noticias de dos noticieros de canales privados que monopolizan la atención de por lo menos 20 millones de televidentes en Colombia y la lectura de dos únicos medios escritos diarios con pretendido alcance nacional. Por lo sucedido en el Caguán, la opinión pública parece haber sepultado la paz y las opciones de negociación expresadas, por ejemplo, en la entrega de un territorio para negociar, tal y como sucedió con la zona de distensión. Hoy, parece ser que los diálogos se harán por fuera del país, consecuencia, muy seguramente, de ese negativo imaginario que dejó la prensa ante el fallido proceso de paz del Caguán.  Ahora bien, la opinión pública es una herramienta que sirve para imponer ideas y opiniones de reducidos grupos, que se vuelven verdades a través de titulares que universalizan únicas y discutibles ‘verdades’ sectoriales, pero que en últimas son opiniones construidas por los sesgos políticos y las demandas políticas de grupos de interés que hacen uso efectivo de la empresa mediática y del poder de la opinión (encuestas y sondeos).

Por tratarse de un asunto estratégico, la acción mediática interesada, desde lo económico, lo periodístico y lo político, requerirá del concurso de la Academia y de las facultades de comunicación social, de sociología y de economía, entre otras, en aras de confrontar de manera decidida los tratamientos periodístico-noticiosos que la prensa haga sobre hechos dados en el marco de la negociación política.  

De igual manera, los negociadores de las partes enfrentadas, es decir, los emisarios de las Farc y del gobierno, deben actuar con prudencia y tener la capacidad de comprender que la prensa y en general el periodismo, terminan reduciendo lo complejo a meras insinuaciones y opiniones, contaminadas por unos valores/noticia sostenidos en un lenguaje periodístico-noticioso moralizante.

No será fácil nuevamente pensar y aceptar un proceso de paz entre las partes, en especial en medio de acciones criminales que afectan a la población civil, recientemente perpetradas por las Farc; y por supuesto, en medio de operativos de las fuerzas militares conducentes a golpear cabecillas de frente o miembros del Estado Mayor de las Farc.

Si la prensa, con editores, propietarios, anunciantes y periodistas, no está preparada política y mentalmente para aceptar el proceso de paz y más aún, para consentir que para el logro de ésta hay que superar las circunstancias que provocaron y legitimaron el levantamiento armado, es preferible que se mantenga al margen del proceso de negociación. Eso sí, tiene la responsabilidad el gobierno y el Estado, como orden político, de informar los avances del proceso, puesto que no se puede negociar asuntos públicos de espaldas al país.

Dudo de la preparación académica, política e ideológica de periodistas para cubrir un proceso de paz en Colombia; dudo, aún más, del interés real de los conglomerados económicos en superar el conflicto y de poner a la prensa, a sus empresas mediáticas, al servicio de la paz.

Lo cierto es que el país necesita con urgencia avanzar hacia la paz a través de una negociación de cara al país, que asegure, eso sí, el desmonte de poderes de facto y el de élites tradicionales, así como el de las condiciones que generan inequidad y concentran la riqueza.

De igual forma, un proceso de paz duradero, serio y responsable con lo que allí se juega en términos de negociación, necesita de unos medios, de un periodismo y de unos periodistas distintos, que ofrezcan tratamientos periodísticos y noticiosos que legitimen la paz y no la continuidad de la guerra.


[1] Véase Ayala Osorio, Germán. Hechos Noticiosos, tratamientos explosivos. Cuaderno de Investigación y Divulgación. UAO, marzo de 2006. ISSN 16922832.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena esa Uribito!



Ya es hora de pensar seriamente.



Luis F.