Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social y politólogo
Las crisis socio ambientales que el ser humano
genera de tiempo atrás al planeta Tierra no devienen exclusivamente del modelo
de desarrollo extractivo, de su poder para transformar entornos naturales, o
porque su vida esté guiada más para satisfacer sus necesidades de consumo, que
para construir una relación inmanente con la Naturaleza. Hay algo más, de mucho
más peso, que hace que los efectos negativos que produce la presencia del ser
humano en la tierra, sean cada día más
fuertes y difíciles de mitigar.
El asunto tiene
profundas raíces[1]
culturales, y es justamente dentro de ese ámbito en el que aparecería parte de
la solución a los múltiples problemas ambientales que genera el ser humano al
habitar la tierra como lo viene haciendo: el factor fundamental que produce
crisis socio ambientales cada vez más fuertes y difíciles de sortear es el
número de habitantes en el mundo.
Es decir, a los modelos de desarrollo y a la
sociedad de consumo se suman el incremento de la población mundial, circunstancia que amerita la atención política de
organismos multilaterales, como la ONU, y de todos los gobiernos del mundo. Aunque
hay regiones en Europa del norte y países
como Canadá que le apuestan al repoblamiento por el natural envejecimiento de
su población, la mayor reproducción está entre comunidades pobres y
vulnerables, que buscan alcanzar las condiciones de vida de la llamada clase
media, cuyos miembros parecen haber tomado conciencia de la necesidad de
disminuir el número de hijos por familia. Hay, entonces, que cambiar la pirámide poblacional, cruzada
con clase social.
Es importante
discutir hoy a nivel mundial la posibilidad de disminuir por un tiempo
prudencial, quizás por 20 años o más, el nacimiento de más seres humanos,
especialmente entre las comunidades más pobres y que sobreviven en paupérrimas
condiciones de vida. Una especie de auto control o de control político de la
natalidad, con el claro objetivo de frenar la presión que sobre valiosos
ecosistemas hacen los seres humanos. ¿Cómo hacerlo? Antes de medidas de
fuerza y de corte correctivo, hay que
diseñar programas educativos y culturales, que permitan que los más pobres
comprendan que es urgente disminuir la tasa de natalidad, especialmente porque
de esa manera se está extiendo en el tiempo la exclusión social, económica,
cultural y política. La propuesta recoge un principio ambiental que se
desprende de la cosmovisión de pueblos indígenas y ancestrales: dejar descansar
la tierra, rotar los cultivos y permitir la recuperación natural de los
ecosistemas, manteniendo al ser humano
integrado, lo que asegura la consolidación de una relación consustancial
con los entornos naturales.
De esta manera,
al disminuir la población mundial, la presión sobre los ecosistemas naturales
disminuiría y se dejaría que los ciclos de vida de dichos entornos hagan la
tarea de recuperar las condiciones que han sido afectadas por la presencia del
ser humano y de sus actividades productivas.
Para el caso de
Colombia es importante pensar la propuesta de controlar la población, dado que
el Estado es débil y precario y deviene
capturado por reducidas élites de poder que lo único que buscan es perpetuar y
ampliar sus intereses corporativos y garantizar sus privilegios de clase. Se
suma a ello, que el grueso de la
sociedad colombiana desconoce, desestima o se muestra indiferente frente a los
problemas de abastecimiento de agua potable que el país y el mundo afrontará y
que incluso, ya está afrontando.
Y no se puede dejar de señalar que la sociedad
colombiana está profundamente dividida en clases sociales, con la consecuente
discriminación social, económica, política, cultural y étnica de amplios
sectores poblacionales que sobreviven en medio de la pobreza, la precariedad
cultural y condiciones de vulnerabilidad.
Por ello, hay que pensar en la necesidad de que los pobres se
reproduzcan de manera autocontrolada, con base en un proceso de concientización
a través del cual comprendan que la discriminación y la falta de oportunidades
seguirán extendiéndose por generaciones, mientras ellos sobrevivan en
condiciones de pobreza. De igual manera, hay que educar tanto a los miembros de
la clase media y alta para que disminuyan sus expectativas de consumo.
Dadas esas
circunstancias, Colombia es el escenario propicio para cambiar o modificar los presentes
imaginarios individuales y colectivos alrededor del sentido de la vida,
representado en la popular sentencia: casarse, formar una familia y tener hijos. Detener por un tiempo la
procreación, permitiría, por ejemplo, que las nuevas familias adoptaran menores
a los que se les pueden brindar mejores condiciones de vida. Con ese sentido de
la realización humana, social y universalmente aceptada (impuesta por la
cultura dominante), el ser humano se posa en el planeta como una suerte de
especie insaciable y depredadora, que actúa con el único control posible:
su finitud.
El asunto del
auto control de la natalidad concentra una gran sensibilidad psicológica,
social, cultural, económica, política y por supuesto, religiosa. El auto
control y/o el control estatal (político) sobre la procreación bien pueden
convertirse en acciones viables con las que sea posible mitigar los efectos
negativos que genera la especie humana sobre cualquier ecosistema natural.
La discusión es
necesaria darla, en el marco de una revolución cultural que nos debe llevar a
modificar sustancialmente el tipo de relación que hemos establecido con la
Naturaleza. Para ello, es importante que las iglesias ayuden y en el caso
colombiano en especial la católica, promoviendo en sus fieles y seguidores una
pregunta clave: ¿es posible reproducirse a conciencia, de forma que la cantidad
controlada de seres humanos no afecte los ecosistemas naturales y promueva la
convivencia social? De igual manera, se necesitará del concurso de banqueros y
de todos aquellos aupadores del sistema capitalista, para quienes la
reproducción humana tiene el claro objetivo de lograr más y mejores consumidores.
Y no se puede dejar de decir que en
países con altos índices de concentración de la riqueza, como Colombia, la
reproducción humana está pensada para asegurar mano de obra barata, lista para
explotar.
2 comentarios:
Mi querido Germán.
Tu columna me hizo recordar un grafitti que escribí en la pared interna de neonatos del Hospital Universitario Del Valle, hace algunos años y que rezaba: "Mujeres paren de parir". En términos aristotélicos lo que me llevó a este acto es lo que para el filósofo mencionado es la llamada causa final. Es decir, la evaluación sobre la genealogía que explica la aparición de un fenómeno o un problema. En este caso, como bien tu lo indicas los niveles de depredación que ha ejercido sobre la tierra el ser humano, no se compara con ninguno de los otros habitantes.
Justo en este momento estoy leyendo: "libertad", del escritor norteamericano Jonatan Franzen quien en unos de sus apartes de su novela plantea: "Te enamoras, te reproduces,y luego tus hijos crecen, se enamoran y se reproducen.Precisamente ésa ha sido siempre la finalidad de la vida. El embarazo. Más vida.Pero ahora el problema es que más vida sigue siendo algo maravilloso y lleno de sentido en el plano individual, pero para el mundo en su totalidad sólo significa mas muerte. Y no una muerte agradable, además. Nos hallamos ante la pérdida de la mitad de las especies del mundo en los próximos cien años. Nos enfrentamos a la mayor extinción masiva desde al menos el cretácicoterciario. Primero conseguiremos la total eliminación de los ecosistemas del mundo,luego la muerte por inanición y/o enfermedades y/o matanzas. Lo que sigue siendo "normal" en el plano individual es horrendo y no tiene precedentes en el plano global".
Sin duda, mi apreciado Germán éste es un tema espinoso puesto que toca los ámbitos de las dos esferas dentro de las cuales indefectiblemente nos movemos los individuos y ellos no son otros que las del ámbito de lo privado y lo público.Sin embargo, es en torno precisamente y desde una fuerte critica al modelo político republicano, dentro del contexto norteamericano que entre otras cosas es uno de los más voraces consumidores y depredadores que el escritor se afinca, para poder evidenciar como en aras de la libertad, como el más alto ideal posible se somete entre otros a esa casa grande que nuestros ancestros indígenas dieron a bien llamar MAMA GRANDE, PACHA MAMÁ. Y a la que en consecuencia, por naturaleza debiéramos cuidar, pero que nosotros en nuestra arrogante búsqueda del derecho a ser "felices" no hemos hecho otra cosa que exprimirla hasta tenerla enferma de muerte.
Un abrazo respetuoso.
Liliana Hoyos
Germán, te escribo esta nota desde tierras del Imperio. de donde todo se ve diferente. Tu tesis tiene otras aristas que no mencionas. La superpoblación y las altas tasas de natalidad entre los pobres es una realidad. En los años sesentas, a raiz de la necesidad de la modernización y del crecimiento económico se discutió mucho este tema y se ensayaron muchas pliticas, inclusive,
se cometieron verdaderas aberraciones contra poblaciones pobres. No te imaginás la superpoblación de teóricos que sentaron catedra sobre el tema. Se lograron avances, pero el problema persiste. La tesis encierra el peligro, tal como sucedió en los sesenta's de atribuirle a los pobres su propia pobreza y el estado de subdesarrollo. Una cosa que pasa desapercibida es el desperdicio y el despilfarro en los paises ricos; las cifras no solamente son elocuentes, son alarmantes. Existen denuncias sobre investigaciones que buscan desarrollar tecnologías para frenar el crecimiento de los pobres, eso no es nuevo, lo nuevo es la técnica. Es un tema muy espinoso, que a partir de hechos reales puede inducir respuestas traumaticas. y Existen otros elementos que no tengo el tiempo de expresarlos, por mi condición de turista ávido de nuevas experiencias.
Saludos,
Gilberto
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