Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Lo
sucedido con Ovidio González, padre del caricaturista, ‘Matador’, debería de
servir de ejemplo para revisar varios asuntos contextuales, que confluyen en la
aspiración (¿derecho?) del señor González, a morir de manera asistida.
El
primer elemento contextual que aparece en el sonado caso, tiene que ver con la
confianza excesiva en la norma que reglamenta la eutanasia. El médico, Juan
Pablo Cardona, finalmente, se opuso al procedimiento, esgrimiendo “vacíos en la
norma” y asuntos de interpretación alrededor de las condiciones en las que el
enfermo llegó a buscar ayuda para morir. Ejemplo de esas condiciones, son el
intenso dolor, la proximidad del fallecimiento y la condición de postración de
quien requiere ser asistido para poner fin a la vida. El médico Cardona
desconoció el sufrimiento del señor González, y dejó, que en las “trampas” de
un discurso jurídico, cayera la respetable y autónoma decisión de un ciudadano
que lleva una vida indigna.
De
esta manera, el médico Cardona lo que hizo fue poner por encima del derecho a
morir de manera asistida del señor Ovidio González, los miedos jurídicos
que la propia norma le genera. Es decir, en un evidente
contrasentido, Cardona usó la ley que supuestamente garantiza la aspiración, la
decisión y el derecho que le asiste a una persona enferma, en uso de su
autonomía, de poner fin a un terrible sufrimiento, para evitar que la misma
norma fuera eficaz. Y lo hizo, además, con el claro propósito de evitarle a la
Clínica, la sanción moral de una sociedad que se dice laica, pero que sigue
atada a la moral judeocristiana, y los problemas legales por eventuales
demandas de sectores que se oponen de tiempo atrás, a la eutanasia.
Así
entonces, el sentido político y social de un derecho, se redujo a una aspiración.
Y lo que es peor, la autonomía individual se desconoció de tal forma, que el
ejercicio político y jurídico de reglamentar la eutanasia, que hiciera el
ministro de Salud, en adelante se convertirá en el mayor obstáculo para los
ciudadanos que de manera autónoma y consciente, decidan poner fin a una vida, a
todas luces insoportable.
El
segundo elemento contextual tiene que ver con el papel del Estado. Es claro que
el Estado debe reglamentar asuntos humanos, en aras de garantizar la sana
convivencia y de responder a las transformaciones y exigencias de una sociedad
humana que camina, lentamente, hacia la modernidad. Pero cuando las normas que
se diseñan para responder a esos desafíos morales y éticos, terminan siendo un
obstáculo, entonces, los ciudadanos de manera libre y autónoma, bien pueden
buscar caminos alternos, que por un lado busquen el respeto de un derecho, o el
logro de la aspiración legítima de quererse morir.
De
esta manera, el camino que le queda al señor González, es buscar quien le
asista a morir, desconociendo de esta manera la existencia de una norma ineficaz, porque sobre ella pueden
recaer ejercicios de interpretación jurídica, así como impedimentos morales de
quienes están llamados no solo a cumplir con el sentido de la ley, sino a ser
solidarios con quienes sufren una enfermedad catastrófica.
Y
un tercer elemento, tiene que ver con el sentido de la solidaridad, de una
sociedad como la colombiana, que históricamente actúa en lo público, guiada más
por la compasión y sentimientos de caridad. Es decir, una sociedad que cree
reconocer al Otro, cuando extiende la mano caritativa, pero que no advierte que
para ayudar, se necesita ponerse en los zapatos del Otro. En este caso, el
médico Cardona fue poco solidario con la condición del padre de ‘Matador’, el
reconocido caricaturista.
Por
el apego a la norma, el médico tratante olvidó ser solidario con el señor
Ovidio González. La eutanasia, como acto de amor hacia el Otro que sufre
dolores insoportables y ve resentida en materia grave su dignidad como persona,
debe concebirse legal, social y políticamente, no sobre la compasión, sino
sobre un principio que deviene democrático y profundamente sostenido en una
ética civil: la solidaridad. El esconderse detrás de la norma, para evitarse
pensar sobre el sentido de la vida, sobre la muerte, pero sobre todo, para evadir
la responsabilidad ciudadana de ponerse en el lugar del Otro, es propio de personas obedientes
de la ley, pero poco preparados para comprender el sufrimiento ajeno.
Las voces que se oponen a la eutanasia, bien por
razones de la moral religiosa o por cualquier otro “argumento”, devienen
egoístas y violentas por cuanto desconocen la autonomía del ciudadano y porque
prolongan de manera innecesaria el sufrimiento. Muy seguramente vendrán nuevas
solicitudes y trabas para dar cumplimiento a la ley. Quizás, entonces, como el
caso del aborto, habrá que recurrir a la clandestinidad y/o a la extrema
privacidad, para poder morir de manera digna. A eso nos llevará el exceso de
confianza en las normas y la poca solidaridad de una sociedad que se resiste a
salir de la oscuridad.
Adenda: coincide la publicación de esta columna, con la decisión de la Clínica de Oncólogos de Pereira, de aprobar o autorizar la aplicación del procedimiento médico con el que se asistirá al señor Ovidio González, a morir. Celebro la decisión de la Clínica y espero que la decisión no se haya dado por la presión mediática y social que generó la negativa inicial a practicarle la eutanasia al paciente. Por el contrario, aspiro a que la revisión de la decisión se haya hecho ajustada a la norma, pero especialmente, a la toma de conciencia del equipo médico o del comité, de que la práctica de la eutanasia exige un alto nivel de solidaridad con quien sufre y el reconocimiento de que resulta indigno mantener con vida a quien de manera autónoma ha decidido poner fin a su vida, debido a que esta transcurre en condiciones de total indignidad y decadencia. De esta manera, entonces, podemos hablar de la eutanasia como un derecho y no como una aspiración.
Imagen tomada de elcolombiano.com
Adenda: coincide la publicación de esta columna, con la decisión de la Clínica de Oncólogos de Pereira, de aprobar o autorizar la aplicación del procedimiento médico con el que se asistirá al señor Ovidio González, a morir. Celebro la decisión de la Clínica y espero que la decisión no se haya dado por la presión mediática y social que generó la negativa inicial a practicarle la eutanasia al paciente. Por el contrario, aspiro a que la revisión de la decisión se haya hecho ajustada a la norma, pero especialmente, a la toma de conciencia del equipo médico o del comité, de que la práctica de la eutanasia exige un alto nivel de solidaridad con quien sufre y el reconocimiento de que resulta indigno mantener con vida a quien de manera autónoma ha decidido poner fin a su vida, debido a que esta transcurre en condiciones de total indignidad y decadencia. De esta manera, entonces, podemos hablar de la eutanasia como un derecho y no como una aspiración.
Imagen tomada de elcolombiano.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario