YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 3 de junio de 2016

CIUDADANÍA, DEMOCRACIA Y COMPETENCIAS CIUDADANAS

Por Germán Ayala Osorio[1]

La formación en competencias ciudadanas no se da en el vacío. Esta constatación parece ser obvia e, incluso, innecesaria. Pero es preciso insistir en el asunto del contexto en el que dicha formación se da, se pretende dar y se viene dando. Es decir, existen y co existen a la formación en competencias ciudadanas unas circunstancias contextuales que bien pueden afectar su calidad, viabilidad y la eficacia de dichos procesos formativos.

Dicho contexto puede resultar determinante al tipo, al carácter y hasta los alcances de esas particulares competencias en las que se intentan formar a los estudiantes, por ejemplo, de la Universidad Autónoma de Occidente. Una institución educativa de carácter privado, ubicada en el sur occidente del país, en una ciudad como Cali. A todo esto, se suma un hecho clave: el origen socio cultural de la población que en gran proporción se educa en la Autónoma de Occidente: estratos 1, 2 y 3[2].

En primer lugar y en esa perspectiva contextual, la formación ciudadana parte de una idea de democracia que necesariamente guarda relación con la calidad y las condiciones del régimen democrático en el que actúan los actores y agentes dentro de un determinado proceso formativo. Señalo que “en cualquier tipo de relación humana aparecería el principio  democrático de reconocer al otro como un par, como un igual con el cual es posible dialogar y construir consensos, a partir de la puesta en común de opiniones, percepciones, sentimientos y argumentos que conlleven a un mejor estar en el mundo, en la institución o en el entorno específico en donde las relaciones  de poder aparecen de forma natural[3]”.

Para el caso de la restringida democracia colombiana, la formación en ciudadanía o en competencias ciudadanas es una tarea apremiante cuyo objetivo está puesto y/o determinado en comprender las condiciones y circunstancias históricas que permitieron y permiten que aún la democracia[4] colombiana devenga de esa manera. Luego, el fin último de esa formación ciudadana debe estar en la toma de conciencia de todos aquellos que intervienen en el proceso de enseñanza, para presionar la ampliación de la democracia y/o el fortalecimiento de sus instituciones a partir de la interiorización de los deberes y derechos que como ciudadanos tenemos. 

Las discusiones bien se pueden dar acudiendo a ideas de libertad, autonomía, orden y solidaridad, en el marco de unas relaciones de poder de las cuales los ciudadanos no nos podemos desprender o extraer.
Por lo anterior, asumo la formación en ciudadanía como parte de un proyecto político con arraigo individual, pero con alcances grupales y colectivos en, y para el contexto de un régimen democrático que urge de ajustes institucionales y culturales. Ello no significa que en un régimen dictatorial o de mano dura[5] resulte inviable y hasta imposible formar sujetos políticos para que a través de un ejercicio ciudadano y de fuerte y decidida ciudadanía coadyuven al desmonte de las estructuras de poder[6] que les subyugan, violentan, restringen libertades y derechos, o a la erosión de la forzada legitimidad que pueda acompañar a dicho régimen de poder.

Así las cosas, tomo la formación en ciudadanía, en el contexto de la discusión sobre las competencias ciudadanas, con el claro objetivo de que el estudiante tenga la capacidad para actuar eficazmente en una situación definida, haciendo uso de los conocimientos pero sin limitarse sólo a ellos…[7].

En términos democráticos[8], ese saber actuar implica que el estudiante sea un sujeto político que debe ocuparse de asuntos públicos de especial interés, en particular de aquellos que tienen que ver con la violación de los derechos consagrados en la Constitución Política colombiana, bien por un ejercicio equívoco del poder político (público) y privado de élites de poder, grupos de interés, mafias o círculos cerrados en donde de manera confusa y desproporcionada se hace uso de los derechos individuales, grupales y corporativos.

Al reconocerlo -y auto reconocerse- como un sujeto político y un ciudadano comprometido con el devenir cultural, social, político, ambiental y económico de la Nación, como docente asumo  el compromiso formativo y las tareas y  ejercicios con miras a que los estudiantes hagan “… operaciones mentales complejas como relacionar, recordar oportunamente, interpretar, asociar, inferir, tomar decisiones, inventar o encontrar soluciones a situaciones problemáticas de acuerdo con saberes específicos[9]”; y, a partir de allí, pueda comprender el devenir del conflicto armado interno y las relaciones que el poder político y económico viene estableciendo con las empresas mediáticas, con el claro propósito de que a través de un ejercicio periodístico interesado, cooptado y sometido, se desvirtúe el sentido político de la lucha armada de aquellas agrupaciones que en los años 60 se levantaron contra un débil e ilegítimo orden establecido.

Así entonces, la formación humanística en clave de formación ciudadana la tomo como una tarea y un compromiso político en los que resulta clave prepararse para comprender el momento histórico por el cual pasa el país en estos momentos y que claramente lo definen los diálogos de paz de La Habana. Por lo anterior, es importante presentar antecedentes, establecer conexiones e inferencias con el apoyo de análisis categoriales, políticos y mediáticos. Todo lo anterior sobre la base de elementos conceptuales y teóricos que sirvan para explicar los complejos contextos colombianos. Pero también es posible que desde las propias vivencias, testimonios y experiencias[10], los estudiantes puedan llegar a comprender y explicar complejos contextos.  

Como bien dice Martha Nussbaum, “la educación nos prepara no sólo para la ciudadanía, sino también para el trabajo  y, sobre todo, para darle sentido  a nuestra vida... Lo que sí suscita mayor consenso es que los jóvenes de todo el mundo, de cualquier país que tenga la suerte de vivir en democracia, deben educarse para ser participantes en una forma de gobierno que requiere que las personas se informen sobre las cuestiones esenciales que deberían  tratar, ya sea como votantes o como funcionarios  electos o designados… cultivar la capacidad de reflexión y pensamiento crítico es fundamental para mantener a la democracia con vida y en estado de alerta[11].

Aunque lo dicho hasta el momento pueda hacer pensar en que el énfasis de los ejercicios formativos que oriento están sustancialmente basados en formar en competencias  de carácter cognitivo, considero que también se aporta al desarrollo de competencias comunicativas y emocionales[12]. En este punto, creo que las tres confluyen, en determinados ejercicios, lo que asegura una formación integral en competencias ciudadanas. Es más, es difícil e inconveniente intentar separarlas.

En los actuales procesos formativos nos enfrentamos a una idea de ciudadanía asociada casi de manera exclusiva a la existencia de unos derechos que deben reclamarse sobre la base de la satisfacción individual. Victoria Camps, en su libro El declive de la ciudadanía, señala que “El individuo de nuestro tiempo no es el zóon politikón aristotélico  sino el sujeto de la <>, tal y como lo entiende Benjamín Constant. Un individuo para quien el compromiso ciudadano solo es una dimensión más de su vida. Dicho de otra forma, un individuo que entiende la libertad como independencia, como posibilidad de disfrutar de su vida privada y no como algo que debe ponerse al servicio  de la vida pública”[13].

A lo anterior se suma “el hecho de que las reformas educativas han tendido a poner énfasis en los objetivos referidos a la competividad, la globalización, el desarrollo acelerado de la tecnología y la información, sin mayor diálogo con el desarrollo de habilidades sociales, de convicciones éticas y de la comprensión de asuntos como la democracia, la diversidad, la participación, el medio ambiente, los derechos humanos, la sexualidad, la violencia[14]

Esas condiciones contextuales modernas hacen más compleja la formación en ciudadanía, en especial en un país como Colombia en el que el Estado deviene profundamente capturado por mafias y élites de poder que hacen que el régimen democrático igualmente devenga débil, restringido y cerrado a los intereses corporativos de élites de poder enquistadas dentro del Estado y que por procesos de globalización económica terminan por someter a los ciudadanos a la dictadura del mercado, al tiempo que se desprecia la formación humanística con miras a la construcción de un ciudadano capaz de actuar bajo principios de solidaridad, respeto a la diferencia, al medio ambiente y a las libertades, entre otros.  

La democracia y las competencias en el aula[15]

En los encuentros académicos generados en el contexto de un proceso de enseñanza-aprendizaje pueden darse prácticas de dominación discursiva e identitaria sostenidas en los roles de quienes participan de dichos encuentros: el profesor y el estudiante. Además, cada uno de los participantes llega con una carga cultural que puede hacer difícil y complejo el escenario comunicativo que se genera de forma natural en el aula.

En el salón de clase se expone de manera clara la efectividad del Estado en materia de política educativa, así como el rol determinante que los medios masivos de comunicación juegan hoy en la generación de opinión pública o en eso que llamo la conciencia episomediática[16]. Pero también las formas preconcebidas y las probadas por estudiantes y profesores para solucionar los conflictos, connaturales a los encuentros humanos, en especial en el contexto educativo. Ocurren en el aula conflictos ideológicos[17], comportamentales y actitudinales que de alguna manera hacen referencia a la cultura, al complejo contexto de un país que vive un conflicto armado interno y de una sociedad polarizada y polarizante, y profundamente desigual; de igual manera, hacen referencia a la idea de democracia.

Todo lo anterior se hace evidente y complejo cuando se expone con claridad el pensamiento de cada uno de los actores allegados al proceso formativo, a través de formas expresivas, actos de habla y usos particulares de la lengua, que dificultan y complejizan aún más el proceso dialógico-formativo que se pone en marcha en el aula.

Al constituirse el lenguaje como factor que da vida, que explica o califica fenómenos y cosas, y con el cual nos representamos el mundo y a los demás, los encuentros entre profesor y estudiantes pueden resultar, desde el lenguaje, fructíferos, agradables y profundamente democráticos. Esa es y debe ser la apuesta. Por ello, es tan importante asumir la formación en competencias ciudadanas como un proceso y como una acción política individual que busca generar estados de opinión divergentes, así como cambios sustanciales en los estudiantes alrededor de la forma como llegan concibiendo el poder, la política, los derechos humanos, los deberes ciudadanos, el Estado, el conflicto armado interno y el papel de los medios de comunicación. Todo lo anterior, en el marco de una relación de respeto y no de dominación entre el profesor y el estudiantado.

Quizás por ello, en las diferencias de formación, en los obstáculos que pueda generar la imagen y la autoridad del profesor, en los conflictos cotidianos y en general las circunstancias que se generan dentro del proceso comunicativo, el espíritu  democrático debe aparecer como una posibilidad para lograr consensos y para avanzar en la solución de los conflictos y las diferencias de forma civilizada, y con el menor uso de la violencia simbólica usada consciente e inconscientemente por el profesor y en muchas ocasiones, inadvertidas por los estudiantes. 

El aula suele ser la extensión de lo que sucede en la política real (asuntos públicos). Es decir, que de alguna manera en los espacios académicos se reproducen los problemas, los conflictos, las ambiciones, las búsquedas y la historia surgidos en entornos e instituciones social, política, cultural y económicamente más complejas, asociadas, claro está, al devenir del Estado, de la sociedad civil y  en general, de la institucionalidad democrática.





[1] Comunicador social- periodista, Especialista en Humanidades Contemporáneas y Profesor Asociado (I) de la Universidad Autónoma de Occidente. Magíster en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. www.laotratribuna1.blogspot.com

[2] En este punto hay que reconocer que subsisten problemas de bajo capital social y cultural, lo que en precisas circunstancias pueden convertirse en fuertes obstáculos para cualquier proceso formativo que se emprenda. Y no estoy señalando un tipo de determinismo cultural y social, asociado a un origen de clase o de condiciones socio ambientales. Simplemente, señalo que hay disímiles vacíos que no se logran llenar porque están anclados a débiles o fallidos procesos de socialización. 

[3] Ayala Osorio, Germán. Disquisiciones en torno a la democracia y los medios de comunicación en Colombia. En: Una experiencia de investigación acción educativa: reflexiones desde el aula. UAO, 2015. p. 101.

[4] Habría que discutir, por ejemplo, la idea de democracia desde el republicanismo en donde el interés común, la cooperación, autonomía, libertad y la solidaridad son ideas que se entienden de manera distinta tanto en el Comunitarismo, como en el Estado Liberal.

[5] Si bien Colombia no ha sufrido dictaduras militares como las vivieron países del Cono Sur, si afrontó en su pasado reciente gobiernos civiles de mano dura que violaron los derechos humanos y restringieron libertades ciudadanas. Son los casos de los gobiernos de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) y Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), en los que se aplicaron medidas de coerción, estipuladas en políticas públicas. Para el primer caso, se habla del Estatuto de Seguridad y para el segundo, de la Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática. Esas dos administraciones se dieron en el contexto y en razón del conflicto armado interno que se originó en 1964.  

[6]El poder, como circunstancia humana, resulta clave para la democracia y en general para cualquier régimen político en la medida en que a partir de su ejercicio, legítimo o no, se establecen mecanismos y relaciones que bien pueden adquirir un carácter de dominación abiertamente contrario a la dignidad humana, o por el contrario, ofrecer posibilidades dialógicas que dignifiquen los encuentros humanos a través de relaciones simétricas, en medio del respeto por el otro, el reconocimiento de la diferencia y la existencia del conflicto, pero mejor aún, la toma de conciencia alrededor de las formas civilizadas de superarlo”. Tomado de Ayala Osorio, Germán. Disquisiciones en torno a la democracia y los medios de comunicación en Colombia. En: Una experiencia de investigación acción educativa: reflexiones desde el aula. UAO, 2015. p. 101.

[7] Philippe Perrenoud, citado por Andrea Constanza Rodríguez, Sara Patricia Ruiz León y Yolanda M. Guerra, en el texto Competencias ciudadanas aplicadas a la educación en Colombia. p. 142. Texto en PDF.

[8] El concepto de democracia, su aplicación e incluso su exigencia como régimen político óptimo y deseable, resulta de experiencias culturales asociadas a una idea de evolución y progreso, en las formas en las que el poder político actúa dentro de un territorio y una nación específicos, y por supuesto, dentro de una comunidad de naciones. Cuando se han dado experiencias culturales políticamente traumáticas, expresadas por ejemplo en gobiernos de corte dictatorial, la democracia emerge como un camino deseable y posible de recorrer, en aras de superar lo que cultural y políticamente se considera como indeseable: la dictadura, la violación de los derechos humanos y cualquier acción que vaya en contravía de la dignidad humana por la vía del sometimiento de la voluntad y la libertad”. Tomado de Ayala Osorio, Germán. Disquisiciones en torno a la democracia y los medios de comunicación en Colombia. En: Una experiencia de investigación acción educativa: reflexiones desde el aula. UAO, 2015. p. 100.

[9] Op cit. p. 142.
[10] En las sesiones de Cátedra de Paz, realizadas en la Autónoma de Occidente durante el segundo semestre de 2015, se conocieron testimonios de estudiantes (mujeres y hombres) víctimas de actores del conflicto armado interno. Por ejemplo, hijos (as) de militares que reconocían presiones ejercidas a sus padres por el Gobierno a través de militares superiores, para producir más y mejores resultados operacionales, así ello implicara asesinar civiles (falsos positivos);  u otros, que jamás vieron con buenos ojos el Proceso de Paz de La Habana. Y otros, por el contrario, convencidos de la necesidad de parar la guerra y de perdonar a los victimarios. Véase: http://www.elespectador.com/noticias/publirreportaje/calenos-hablaron-paz-sobre-guerra-articulo-602636

[11] Nussbaum, Martha. Sin fines de lucro, por qué la democracia necesita de las humanidades. Bogotá: Panamericana, 2011. Katz Editores. p. 25-29. El subrayado es del autor.

[12] Según el Ministerio de Educación de Colombia, Las competencias emocionales son aquellas habilidades necesarias para identificar las emociones propias y las de los demás, para así responder constructivamente ante éstas. Un ejemplo de ello, es reconocer los sentimientos de dolor o rabia y tener empatía frente a lo que sienten los demás. Las competencias comunicativas: las competencias comunicativas son las habilidades requeridas para establecer un diálogo constructivo con las otras personas… la capacidad para escuchar y comprender los argumentos ajenos a pesar de no compartirlos, y la capacidad para expresar con claridad, firmeza y sin agresión los propios puntos de vista”. Competencias cognitivas: las competencias cognitivas se refieren a una serie de capacidades mentales, fundamentales en el ejercicio ciudadano, tales como: la capacidad para ver la misma situación desde el punto de vista de las otras personas involucradas, la capacidad de reflexión y análisis crítico y la habilidad para identificar las consecuencias que podría traer una decisión. Página 148. Pdf.

[13] Camps, Victoria. El declive de la ciudadanía. p. Texto en pdf.

[14] Informe Regional 2015, Educación ciudadana y formación docente en países de América Latina. Abraham Magendzo Kolstrein y  Rafael Andrés Arias Albañil. Sredecc y Padcceal. Fundación Restrepo Barco y BID. p. 14.

[15] Apartes tomados del acápite La democracia en el aula, que hace parte del capítulo Disquisiciones en torno a la democracia y los medios de comunicación en Colombia. En: Una experiencia de investigación acción educativa: reflexiones desde el aula. UAO, 2015. p. 112- 114.

[16] Aquella que, soportada en un lenguaje periodístico y en una técnica periodística ahistórica, acrítica, moralizante y macartizante, logra influir en las audiencias de tal forma que éstas asumen posturas resultantes de una exposición rápida a unos hechos televisados, elevados al estatus de noticia, que resultan socialmente sensibles y reprochables. Los estados de opinión pública generados se basan en episodios rápidamente superados por nuevos hechos noticiosos, lo que inmediatamente expresa una conciencia episódica, que no  permite a las audiencias hacer un ejercicio comprensivo, complejo y sistémico de los hechos consumidos. La conciencia episomediática resulta convenientemente pasajera en la interesada tarea de los medios por generar estados de opinión pública ajustados a sus intereses, motivaciones e inclinaciones políticas. Una conciencia episomediática facilita la incomprensión de complejas realidades colombianas, relatadas a través de un discurso periodístico-noticioso sujeto a intereses económicos y políticos de las empresas mediáticas. La presentación de hechos noticiosos de forma episódica, y a través de un lenguaje espectacular, se convierte en un fuerte obstáculo para las audiencias cuando estas intentan establecer conexiones y proponer lecturas sistémicas.

[17] Desde 2002, el país soporta y exhibe una fuerte polarización política entre guerra y paz, patrocinada por quien fungió como Presidente de la República entre el 2002 y el 2010. La forma de gobernar, su discurso, su marco de acción ético-política, su carisma de Álvaro Uribe Vélez y el registro acrítico que la prensa hizo de sus actuaciones como Jefe de Estado y de Gobierno, impulsaron y sostuvieron la polarización política que aún se respira en Colombia. Fruto y consecuencia de esa polarización, llegan a la Universidad estudiantes convencidos de que Uribe Vélez ha sido el mejor presidente del país, en especial porque aplicó con rigor y sin consideraciones éticas, la política de seguridad democrática, con la que afectó militarmente a las guerrillas. Las posturas pro Uribe de los estudiantes se explican por la exposición a los medios masivos y por las discusiones que se dan al interior de sus familias. 

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