YO DIGO SÍ A LA PAZ

YO DIGO SÍ A LA PAZ

martes, 14 de mayo de 2013

DISQUISICIONES EN TORNO AL PAPEL DE LOS MEDIOS MASIVOS EN EL CUBRIMIENTO Y COMPRENSIÓN DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO COLOMBIANO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Presentación Seminario CIER, mayo 15 de 2013, UAO

Buenas tardes para todos y para todas. Gracias por estar aquí. De manera directa, haré referencia al papel que los medios juegan de tiempo atrás en el cubrimiento de la guerra interna y al final, me referiré brevemente al rol que han venido jugando en el contexto de los diálogos de paz que hoy se llevan a cabo en La Habana, Cuba.

El papel de los medios de comunicación, en el cubrimiento de la guerra interna de Colombia, debe examinarse no sólo desde la perspectiva periodístico-noticiosa y la aplicación de unos criterios de noticia pretendidamente universales, sino desde su condición de actores políticos, aupados por poderosos gremios económicos que los usan como instrumentos de presión política, en el contexto de una cultura dominante patriarcal[1] y profundamente derechizada.

Desde la perspectiva periodístico-noticiosa, hay que señalar que el cubrimiento de los hechos de la guerra interna colombiana se viene haciendo desde un discurso moralizante, que sostiene el imaginario colectivo que señala que el único problema del país es, ha sido y es aún la histórica presencia de las guerrillas, en especial la de las Farc.

De esta manera, esos mismos medios han ocultado problemas graves como la corrupción[2] política, privada y pública, la concentración de la riqueza en pocas manos y la presencia de un doble Estado, gracias a la cooptación mafiosa de sectores legales e ilegales que a través del poder estatal logran mantener sus intereses y ampliar su poder.

El discurso noticioso, sostenido en unos discutibles valores/noticia, se sirve de los pronunciamientos de fuentes oficiales[3] que buscan legitimar a un Establecimiento con graves problemas  para garantizar su viabilidad como un orden social, político y cultural justo.

El discurso periodístico-noticioso se ha plegado ideológicamente al discurso castrense, de tal forma, que hay periodistas que aún informan que las fuerzas militares dieron de baja a varios guerrilleros. No se trata del simple uso de una expresión, sino de una apuesta ideológica y política de unos medios y de unos periodistas que han aceptado, sin mayores cuestionamientos, la presencia de un Estado con problemas graves de legitimidad. ¿Por qué ocultar el origen del conflicto armado? Por qué ocultar las responsabilidades de unas cuantas familias en la construcción de un Estado precario e incapaz de garantizar un orden político y social justo y plural?

Hay que decir que la gran prensa en Colombia, en especial la que se concentra en Bogotá, ha cubierto y ha informado sobre los hechos bélicos del conflicto armado interno, pero poco tiempo y espacio ha dedicado a explicar las circunstancias objetivas que generaron y justificaron el levantamiento armado en los años 60.

Los medios han insistido demasiado en informar y cubrir la guerra, pero han invertido poco tiempo en comprender las circunstancias propias del conflicto armado interno y de los cambios internacionales, en especial a partir los que se dieron a partir de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos; y por supuesto, han invertido menos en hacer pedagogía en torno a las complejas circunstancias que aún  sostienen la degradada guerra colombiana.

Y el problema se hace aún más complejo cuando hoy hablamos de info entretenimiento en donde los medios cada vez más informan menos, divierten más, en un proceso de espectacularización no sólo de los hechos de la guerra interna colombiana, sino de las miserias de una sociedad desordenada que exhibe problemas graves en su proceso civilizatorio. Decía Tomás Eloy Martínez que el “periodismo sigue esforzándose  por convertir a las víctimas en piezas de un espectáculo que se presenta como información necesaria, pero cuya única función es saciar la curiosidad perversa de los consumidores del escándalo[4].

La autocensura es una práctica a la que las empresas mediáticas apelan de tiempo atrás, evidencia no sólo de sus compromisos ideológicos, económicos y políticos, o por presiones de editores, jefes de redacción o propietarios, sino de los riesgos que trae divulgar información y hechos que tocan intereses de clase o de sectores poderosos, legales e ilegales.

La comprensión parcial, confusa o equivocada del conflicto armado interno que hoy tengan los colombianos, se debe a unos tratamientos periodísticos sesgados, a la autocensura, pero especialmente, a la presencia y aplicación de unos valores/noticia que resultan inconvenientes para cubrir un conflicto que es político, ambiental, económico, social, cultural, militar y agrario y por lo tanto, complejo de asir a través de un discurso moralizante, acrítico y ahistórico como el que deviene de la aplicación de los criterios de noticiabilidad.

Huelga decir, también, que a los ciudadanos les cabe gran responsabilidad al consumir, desprevenidamente, tantos las noticias, como las propuestas de una industria del entretenimiento (incluido el discurso publicitario), como por ejemplo, la cuestionada serie Tres Caínes[5] del Canal RCN.

Al fungir como actores políticos, los medios masivos colombianos, en especial la gran prensa bogotana, victimiza a los miembros  de la fuerza pública, exponiendo naturales acciones de la guerra interna como hechos propios de hordas de salvajes, o de acciones terroristas, propias de grupos al margen de la ley, que siguen o exhiben un proyecto prepolítico. Ejemplo claro de ello es la recuperación del Cerro Las Torres, por parte de la Guardia Indígena del Pueblo Nasa, situación que fue recreada por los medios, explotando al máximo la imagen del sargento García, quien llorando abandonó el Cerro Berlín, ante la exigencia de los indígenas Nasa.

Cuando señalo que los medios fungen como actores políticos lo hago desde los siguientes hechos: ayudan a posicionar líderes carismáticos, imponen una agenda noticiosa sostenida en intereses y asuntos de Gobierno, construyen una opinión pública acorde con los intereses de la cultura dominante y ponen al servicio del poder a periodistas y sirven como plataforma económica para agentes privados vendan productos y servicios.

A través de tratamientos sesgados de hechos de la guerra interna, la prensa colombiana en general viene construyendo una opinión pública que ve como un peligro, inviables e inaceptables los diálogos de paz de La Habana, a pesar de que allí se discute y se abre la posibilidad no sólo de que cesen las hostilidades y las muertes de civiles, militares y guerrilleros, todos seres humanos, sino que se avance hacia la construcción del posconflicto. En esa medida, la gran prensa colombiana parece estar haciéndole el juego a quienes creen aún en que es factible que el Estado alcance la victoria militar.

Informar en medio de la guerra

En las guerras, los medios y los periodistas suelen tomar partido y por ese camino, terminan defendiendo los intereses y los proyectos políticos de los bandos enfrentados. En el contexto del conflicto armado interno de Colombia hay empresas mediáticas, en especial las que hacen parte de conglomerados económicos, que defienden a dentelladas a las fuerzas militares y en general al Establecimiento. Desde allí, editorial y políticamente, hay una evidente toma de posición que contamina el periodismo y la información entregada, hasta el punto que no se puede beber, literalmente, de esas fuentes informativas.

El  grueso de las audiencias no hace este tipo de disquisiciones, lo que asegura que los millones de ciudadanos que a diario consumen la información de noticieros de radio y televisión y en general, la que entrega la prensa escrita, terminen creyendo y confiando en que lo que dicho y mostrado por estos medios es la verdad. Esas audiencias replican el discurso y las nomenclaturas con las que las fuerzas legales suelen descalificar al enemigo. De esta forma, las audiencias entran casi inconcientemente, en el juego de quienes combaten, en la perspectiva de que cada uno busca ganar apoyo popular y ciudadano para la causa que dicen defender. Insisten en la dicotomía Bueno-Malo, en donde es claro quiénes son los buenos y quienes los malos.

Los noticieros de televisión, RCN y Caracol, para citar a dos poderosos medios,  tomaron partido y desde un ideologizado lenguaje periodístico-noticioso defienden el Establecimiento, la Patria y la institucionalidad, dejando de lado los problemas de legitimidad del orden establecido. A diario, recogen, sin mayor discusión, las opiniones y la ideología de las fuerzas armadas. Son, entonces, estafetas de un bando que tiene intereses y que por el hecho de estar dentro de los marcos legales no significa que su legitimidad esté garantizada. Eso lo olvidan periodistas y medios, lo que asegura un ejercicio periodístico sesgado y discursivamente comprometido.

Las evidencias son muchas: son los mismos medios los que hablan de policías y militares secuestrados, cuando perfectamente podrían hablar de combatientes o miembros de la fuerza pública privados de la libertad, de rehenes o podrían buscar otras categorías para nombrar un hecho de guerra, que se produce en el contexto de un conflicto armado irregular, degradado, sucio y en donde no hay mayores compromisos de los bandos enfrentados por ‘humanizar’ los enfrentamientos y las acciones militares; y muchos menos, la voluntad de acogerse a normas del derecho internacional.

Desconfiar de las fuentes es un principio periodístico que la prensa colombiana anula cuando informa exclusivamente desde la perspectiva de las fuentes oficiales, específicamente, de la fuente castrense.

De otro lado aparecen los medios y los periodistas cercanos a la ideología de las Farc, y en general, a la insurgencia, a su proyecto político y en general, a las de otros grupos guerrilleros. Y los hay. Aquí también quedan comprometidas la libertad, el respeto por la verdad y el derecho a dudar, valores de un ejercicio periodístico y ciudadano que en la guerra siempre quedan sometidos al poder de aquellos que portan un arma, un uniforme y que dicen defender una patria, un proyecto político o una revolución.

Tomemos el caso del canal de televisión venezolano Telesur, órgano y brazo ideológico del proyecto político que se concentra en lo que Chávez llamó  el socialismo del siglo XXI. Huelga recordar el apoyo económico y político y la simpatía ideológica que Chávez Frías brindó a los líderes farianos. Un canal que nació como respuesta al proyecto informativo hegemónico que encarna CNN, auspiciado, por supuesto, por los Estados Unidos, en el marco de un sistema capitalista. En cualquier sentido, no son confiables las informaciones que entregan las cadenas CNN y Telesur, puesto que ambas son brazos políticos e ideológicos de fuerzas y actores de dos sistemas políticos y económicos que históricamente evidencian problemas para dignificar la vida humana. 

El show de las liberaciones

Liberar prisioneros o secuestrados no es un acto de benevolencia o de buena voluntad. Ante todo, se trata de un acto político, de cálculo político, que difiere en lo profundo de lo que puede considerarse como una acción humanitaria.

Las liberaciones en Colombia, unas en mayor medida que otras, siempre se han convertidos en espectáculos mediáticos en donde todos los actores, políticos y armados, sacan provecho. Las Farc aprovechan para presentarse al mundo como una fuerza que ejerce control territorial y que puede poner en jaque al Establecimiento y hasta en la capacidad de capturar en combate o fuera de él, a miembros de las fuerzas legalmente constituidas.

De parte de las Fuerzas Armadas, éstas dejan ver su carácter político con el que no sólo pueden recuperar a sus miembros retenidos o secuestrados, sino con el que exhiben obediencia al Ejecutivo que les ordena, por ejemplo, cesar las hostilidades o despejar zonas, para facilitar la entrega o la devolución de los retenidos.

Recordemos lo sucedido el 14 de febrero de 2013, cuando se frustró la entrega de dos policías que las Farc retuvieron, apresaron o que privaron de su libertad. En tono airado varios directores y periodistas de medios radiales se quejaron por la presencia de periodistas y cámaras de Telesur en la zona señalada para asegurar la ‘devolución’ de los uniformados. La primicia estaba asegurada para el medio venezolano, a juzgar por las incomprensibles razones que las Farc, voceros del CICR y  líderes de Colombianos y Colombianas para la Paz, entregaron para explicar la suspensión pasajera del proceso de liberación.

Canales como RCN y Caracol, y medios locales y regionales hicieron presencia en la zona, con el firme propósito de registrar la liberación, lo que al parecer no estaba dentro de los cálculos políticos de las Farc, en el sentido en que periodísticamente el registro del hecho político estaba comprometido al canal Telesur. Si esto es así, estamos ante un hecho periodístico y político que compromete, ideológicamente a Telesur y que demostraría que la información tiene un valor económico y político incalculable para un canal extranjero, sostenido por un Gobierno que guarda afinidades ideológicas con el proyecto que exhiben las Farc.

De fondo no sólo hay una lucha por la primicia, sino un ladino manoseo de todas las partes implicadas, en relación con la vida de los uniformados privados de la libertad. Estos patrulleros de la Policía Nacional fueron usados como fichas, como instrumentos y como mercancías por los medios, los periodistas, las Farc y el Gobierno, por Piedad Córdoba, el CICR y el movimiento Colombianos y Colombianas por la Paz, para que cada uno justifique y legitime su papel.


¿Periodistas o estafetas?

¿Es posible hacer periodismo sin acercarse a las fuentes castrenses o a la lucha política de las Farc? Creo que sí. Y es posible siempre y cuando la prensa entienda que debe revisar sus criterios de noticiabilidad, en especial, cuando de cubrir este tipo de eventos, presentados hábilmente como gestos humanitarios de uno de los bandos enfrentados.

Al revisar los valores/noticia, la prensa podría tomar distancia de los actores armados, y analizar el hecho mismo de la liberación, dándole el contexto real que tiene y entregando todas las lecturas posibles que ese hecho tiene. Una mirada así, aportaría más a las audiencias, en lugar de transmitir el lastimero discurso que acompaña siempre a estas liberaciones, en donde salen a relucir la compasión, el dolor, el pesar, el miedo, el valor y el patrioterismo, al tiempo que se oculta un hecho fundamental: estamos en guerra.

Cuando la prensa entienda que un conflicto degradado como el nuestro necesita de un ejercicio periodístico desideologizado, es posible pensar en que el abordaje de los hechos de guerra se pueda hacer sin deponer principios y sin someterse a los intereses de los combatientes, legales e ilegales, que siempre estarán dispuestos a justificar sus crímenes y a ocultar la verdad.


LOS MEDIOS Y LOS DIÁLOGOS EN LA HABANA

A pesar del hermetismo en el que avanzan las negociaciones, los medios masivos, la gran prensa bogotana, en general, sigue informando desde sus valores/noticia, con el claro propósito de deslegitimar el proceso de paz. Con algunas diferencias, los tratamientos periodísticos sobre los hechos del proceso de paz siguen fincados en la posibilidad de banalizar el discurso y la imagen de los negociadores e invalidar, principalmente, a los negociadores de las Farc. Recordemos la foto que circuló ampliamente en Internet en la que aparecía el guerrillero ‘Iván Márquez, montado en una motocicleta Harvey Davidson. En adelante, lo llamaron el comandante harlista.

Las reglas acordadas por las partes que negocian la finalización del conflicto armado se justifican por la inmadurez de un periodismo que cubrió de manera irresponsable el pasado proceso de paz en el Caguán. Baste recordar el tratamiento espectacular y moralizante que la gran prensa hizo en su momento del conocido caso del collar bomba, para reconocer los negativos efectos generados en el proceso mismo.

Además, el mismo Presidente Santos en varias ocasiones ha insistido en esa regla de oro del proceso: “la condición fundamental, adicional al no cese del fuero, es que nada está acordado, y nada se publica o se divulga si las dos partes no están de acuerdo[6].

Sobre los tratamientos noticiosos, en la emisión de las 7 PM de ayer 14 de mayo, Noticias RCN abrió su emisión con un llamado que hiciera el Presidente en torno a la celeridad que debían adoptar los negociadores en La Habana. Luego de esta nota, retomaron el caso del atentado contra el ex ministro Londoño, diciendo que hay nuevos indicios de que las Farc participaron en la acción terrorista.

Por su parte, Caracol Noticias, su enfrentado, abrió la emisión nocturna con el triunfo del ciclista Urán, en el Giro de Italia y no hizo referencia al caso del ex ministro Londoño. Lo anterior no es más que un ejemplo claro de la relativa universalidad de los criterios de noticia con los que los periodistas suelen elevar al estatus de noticia, unos hechos y otros no.

Así mismo, recientemente la gran prensa mostraba con alborozo la muerte del reciente cabecilla de las Farc, alias ‘Caliche’. Nuevamente se habló de que el ejército dio de baja, para ocultar lo que es un asesinato o la muerte en combate de un guerrillero.

Si el proceso de paz termina bien, como muchos esperamos, estos mismos medios masivos van a tener que decidir si se la juegan para construir verdaderos y duraderos escenarios de posconflicto, o si por el contrario, seguirán sirviendo a los intereses de una cultura patriarcal y a unos sistemas político y económico que alimentan la exclusión e incluso, la persecución de aquellos que piensan distinto, de aquellos ciudadanos y sectores sociales que resultan incómodos, justamente porque cuestionan tanto el discurso periodístico-noticioso, como a los que sostienen a un tipo de orden social y político con graves problemas de legitimidad.

Eso sí, lamento que en la propiedad de los medios y el papel político de los medios masivos no haga parte de la agenda de negociación en La Habana. Este asunto, de cara a la construcción de escenarios de posconflicto, debe ser abordado, si realmente estamos pensando en superar la guerra y llevar a Colombia hacia otros estadios.

Muchas gracias.


[1] Curiosamente, la guerrilla de las Farc, que se presentan como ‘revolucionaria’, sigue y legitima prácticas y valores propios de esa cultura dominante, patriarcal y machista, que reduce el papel de la mujer a los roles de madre, amante y esposa, bajo una relación asimétrica con los hombres guerrilleros. Las Farc, por ejemplo, han mostrado cercanías con la ideología conservadora, a pesar de que se presentan como un grupo de izquierda.

[2] Si bien denuncian casos de corrupción, como el reciente carrusel de la contratación en Bogotá y los sucedido con la aplicación de la política pública y programas de Agro Ingreso Seguro, varios medios televisivos y radiales victimizan al ex ministro Andrés Felipe Arias, a quien en varias ocasiones le han negado la libertad, mientras avanza el proceso judicial en su contra.

[3] Javier Darío Restrepo lo llamó periodismo de declaraciones.

[4] Citado por  Vargas Llosa, Mario. La civilización del espectáculo. Alfaguara. p. 57.
[5] El tratamiento apologético de la violencia que se exhibe en dichas series televisivas se construye bajo dicotomías moralizantes (El bien y el mal; lo malo-lo bueno, lo correcto- lo incorrecto; lo legal- lo ilegal), culturalmente aceptadas, que si bien terminan por validar el uso de la siempre triunfante fuerza legítima del Estado, coadyuvan con la siembra de pérfidos valores sociales en sectores sociales con una baja cultura política, en el contexto de una educación de mala calidad y una cultura en la que sobresale la imagen del Gran Macho. Al final, sectores específicos de las audiencias que consumen aquellos productos de RCN, aceptan como referentes éticos y morales las acciones y actuaciones de sicarios, militares y mafiosos, que confluyen en el inconveniente imaginario del Gran Macho que los acompaña y sobre el que aún gravita la cultura colombiana. Tomado de: http://www.laotratribuna1.blogspot.com/2013/03/rcn-y-sus-tres-caines.html


[6] Tomado de ADN, miércoles 15 de mayo de 2013. p. 10. Gobierno y las Farc vuelven al diálogo.

No hay comentarios.: